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      La persistente inflación, en un billete nuevo y ya devaluado

      La persistente inflación, en un billete nuevo y ya devaluadoEl billete de $ 2000

       El Gobierno lanzó el nuevo billete de $2.000 pesos, que viene a atender un problema práctico: por la inflación, los billetes existentes compran cada vez menor cantidad de bienes y servicios, de modo que hace falta ir incrementando la denominación del papel moneda en circulación.

      Los bancos, agradecidos, podrán reducir el costo de transporte de grandes volúmenes de billetes y el enorme desgaste de las piezas de sus cajeros automáticos. Grosso modo, ahora para extraer diez mil pesos, pasarán de necesitar diez billetes a cinco billetes, reduciendo a la mitad el desgaste de las piezas del cajero y duplicando su vida útil. También agradecerán quienes operan fuera del marco legal ya que les simplifica el manejo de efectivo, aunque desearían billetes de denominación aún mayor.

      El Gobierno sentirá algún alivio también, porque el gasto para imprimir un nuevo billete está cada vez más cerca del poder de compra de los billetes de menor denominación (como los de cien o cincuenta).

      Imprimir billetes de mayor denominación es la consecuencia natural del proceso inflacionario que vivimos. Igualmente, esta medida no acelera ni frena la inflación.

      En cambio, sí reaviva el debate sobre este acuciante problema. Debate que, en ocasiones, confunde porque parece que todo es lo mismo cuando no lo es. Desde el anuncio de este billete de $2.000 hasta el día que comenzó a circular, este billete ya está devaluado.

      Lo primero que conviene aclarar es que hay tres tipos de inflación. Por un lado, existe la inflación baja, de un dígito, típica de manual, y que es el problema que se suele encontrar alrededor del mundo (EEUU, Europa, Brasil, Corea, etc.). Este tipo de inflación es un fenómeno monetario y se soluciona con política monetaria contractiva.

      Otra inflación distinta es la hiperinflación, que definimos como aumentos superiores al 50% mensual por más de un trimestre, que suele estar causada por el financiamiento con emisión del déficit fiscal y es fácil de bajar: con cambio de moneda y congelamiento del tipo de cambio.

      El tercer tipo de inflación, y el más problemático, es el que sufre Argentina: la inflación crónica, que puede ser moderada o alta. La inercia inflacionaria, por expectativas y por indexación de contratos, hace que la inflación sea persistente, y difícil y costosa de bajar.

      Sus causas son múltiples: puede ser un shock externo, como el caso de Brasil e Israel por el shock petrolero en los ‘70s; puede ser un déficit fiscal y/o cuasifiscal, financiado con emisión; puede ser un aumento de salarios que no se corresponde con el aumento de productividad, y que aumenta los costos de producción, que son trasladados a precios; puede ser una devaluación.

      Cualquiera de estos hechos aumenta la inflación inicialmente, pero luego por indexación y/o expectativas, todo se ajusta a ese ritmo y la inflación que sube no baja más, solo se irá acelerando en el tiempo por nuevos shocks.

      Un plan para bajar la inflación debería atacar todas las causas que la gente entiende que la producen: déficit fiscal y emisión, devaluación, salarios, etc. El problema es que las expectativas de inflación tardarán en bajar y, por lo tanto, bajarla suele llevar tiempo, e implica desgaste político.

      A veces, las medidas que toma el gobierno no son creíbles, porque implican costos en términos de desempleo y actividad, y que pueden disminuir la recaudación tributaria y aumentar el déficit.

      Inevitablemente, todo ello siembra en la sociedad la idea de que el gobierno podría abandonar el plan, lo cual puede reducir la credibilidad de las medidas adoptadas y menguar su efectividad.

      La tarea no es fácil, pero todos deseamos, fervientemente, que el gobierno no se desgaste inútilmente en otro intento fallido por frenar la inflación y quede a mitad de camino. Una de las tareas de la próxima gestión será entenderlo y no condenarnos a cuatro años más de estancamiento inflacionario con pobreza creciente y peligroso deterioro económico, social y político.

      Federico De Cristo es profesor de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral.


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      Federico De Cristo
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