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      La posverdad y el vale todo para arrimar votos

      Hay una campaña no sólo electoral, sino permanente para apurarse antes  de que en las redes nazca otra posverdad.

      El relato es una forma máxima de posverdad, sustantivo que acaba de anunciar la Real Academia y entrará al Diccionario de la Lengua Española a fin de año. Por supuesto que nos referimos al relato kirchnerista, que no es un relato de propiedad exclusiva del kirchnerismo, aunque éste sea el principal usuario doméstico. El jueves ocurrió otra expresión suprema del relato. O posverdad. La definición que entrará oficialmente a nuestra lengua: toda información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a emociones, creencias o deseos del público. La política, como consumidora diaria pero no única de la posverdad, sí es la más desfachatada por la amplia audiencia a la que se dirige. Los académicos no necesitaron recurrir al episodio trágico-político del jueves para decidir su incorporación. Ese día un jubilado de 91 años se suicidó en la ANSeS de Mar del Plata. La drástica decisión del cirujano Rodolfo Estivill fue convertida rápidamente en un drama general.

      Sin la mínima información sobre el fondo de lo ocurrido, el kirchnerismo primereó en el uso de la posverdad. Oportunismo puro que, cuando surgieron más detalles, se convirtió en un tiro en el propio pie. “Es la política neoliberal”, despachó el diputado Héctor Recalde, jefe del bloque K. El kirchnerismo se apuró a lamentar “el hecho doloroso”, que de todos modos utilizó con entusiasmo calificándolo de “no impensable cuando una persona no sabe ni cuánto se paga de jubilación mínima”. Quien no lo supo fue Macri, que en marzo no pudo precisarlo ante Mirtha Legrand. Mariotto, vice de Scioli se anotó. Tuiteó “Ajuste, represión y sufrimiento. El 2001 ya llegó”. Hay campaña no sólo electoral sino permanente para apurarse antes de que en las redes se anticipen otras posverdades. Lo que importa es esa carrera por la posverdad. Lo siguieron otros opositores y un gremio prometió reivindicar al jubilado con un paro.

      Ni el jubilado que se suicidó lo hizo porque no cobraba siquiera la mínima, ni porque no lo atendían. Estaba allí con unas sobrinas para un cambio de domicilio y cobraba la máxima o cerca de ella. Viudo, deprimido, fue armado y antes de dispararse dijo: “Este es mi destino”.

      La posverdad, en materia política, no se rectifica. Impacta en los distraídos y en los que se hacen los distraídos. Cuanto mayor posverdad, menor rectificación. Es difícil medir la diferencia de calibre entre el pajarito que a Maduro le trasmite lo que le dice Chávez desde el más allá y el 5 % de pobreza que aseguró Cristina.

      Esa posverdad carece de memoria. Para los K, los jubilados nunca estuvieron mejor que con ellos, que vetó el 82 %. La amnesia alcanza a los juicios con sentencias no pagadas. También carece de antídoto. En 2013 una tormenta inundó parte de la Ciudad. Murieron 8 personas. Ocurrió lo mismo que con el jubilado. El aparato K puntó a Macri. Por la noche, se inundó La Plata, con gobierno sciolista: un centenar de muertos. Entonces, Cristina dijo una generalidad. Otra forma de posverdad: la verdad a medias que omite y exculpa la propia responsabilidad. Pronto se acuñará el poscuento, como síntesis.


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      Ricardo Kirschbaum
      Ricardo Kirschbaum

      Editor General de Clarín rkirschbaum@clarin.com

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