El reality que no era tal

El reciente Festival de San Sebastián proclamó como mejores actrices a una ya consagrada –la estadounidense Jessica Chastain- y a una adolescente danesa, Flora Ofelia Hofmann. Chastain protagoniza “Los ojos de Tammy Faye”, película de Michael Showalter, que desde fin de año estará disponible.

Es un gusto que se dio Chastain: se obsesionó con el personaje desde que vio un documental, una década atrás, sintió que era a su medida. Un personaje controvertido, visceral y –al revés de lo que muchos suponían- con una denuncia anticipada de las costumbres sexistas en el ambiente artístico.

Tammy Faye Bakker fue famosa en Estados Unidos entre las décadas del 60 y 70 cuando, junto a su marido, levantaron un imperio desde su reality religioso evangelista: un popular programa de TV, un parque de atracciones, un márketing gigantesco como también construyeron otros telepredicadores.

Todo se derrumbó cuando se conocieron los engaños financieros y sexuales del esposo de Tammy. “Al contrario de lo que se decía, la vi como una mujer espiritual, que chocó contra el resto de los predicadores. Y se ceñía, sobre todo, al amor por sus prójimos”, sostiene Chastain.

Simplemente Chastain

La pelirroja Chastain (Sacramento, California, 1977) es una de las mejores actrices de su generación. Dos veces nominada al Oscar (por Vidas Cruzadas y La noche más oscura), su personalidad parece arrolladora –algo que transmite en “Apuesta maestra”- pero también puede conmover en la melancólica saga de “Eleanor Rigby”.

Su padre, llamado Michael Monasterio, era un músico de rock que abandonó la familia cuando Jessica solo tenía dos años. La prensa española buscó entonces las raíces vascas de Chastain, que se remontan a su bisabuelo, pero ella no quiere saber nada con esa historia. Llevó siempre el apellido de su madre.