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      La sociedad de la distracción

      Unas de las consecuencias mas funestas de la visión dominante de internet fue la transformación de la economía de la atención.

      La década que se va nos deja docenas de tendencias que definen el mundo actual. Sin duda, una transformación fundamental es la visión dominante sobre Internet – de pensar que era posible salvador de la humanidad al actual pesimismo reinante. Durante la infancia de los medios sociales y las primaveras de las movilizaciones democráticas, circulaba con fuerza la convicción que la sociedad digital era el renacimiento de la democracia y la paz, la conexión humana y la pasión por el conocimiento, el fin de las burocracias y la consolidación de la política ciudadana. Esta visión alimentada por Silicon Valley, futuristas de diversos pelajes, y comentaristas avezados era una carta de esperanza más que certezas basadas en datos rigurosos. Hoy en día, en cambio, abunda la decepción y desesperanza, a la luz de evidencia que muestra que, más allá de virtudes, Internet potencia los costados más oscuros y complicados de la humanidad – odio, abusos, desinformación, narcisismo, explotación, ansiedad, vigilancia personal y social. Los poemas de amor a Internet suenan a chiste de mal gusto.


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      Una de las consecuencias mas funestas fue la transformación de la economía de la atención. Internet revolucionó la forma que prestamos atención al mundo alrededor. El homo sapiens contemporáneo está perfectamente ilustrado por esas caras con expresión fija, adherida a teléfonos móviles, como estuvieran a merced de encantadores de serpientes o ilusionistas, mientras se descorre rápidamente el empapelado digital eterno. Nos caracteriza la obsesión de chequear constantemente pantallas portátiles vaya a saber por qué buena razón, y el reducidísimo tiempo que dedicamos a contenidos individuales, ya sean noticias, videos, memes, anuncios y el resto de lo que circula en Internet. Postales de gente consultando tabletas y teléfonos móviles mientras miran televisión con descuido, cenando en familia o a solas, manejando, caminando, y trabajando ilustran un clima de época.

      Como siempre supieron las industrias de la persuasión, la atención es un bien escaso en la época moderna. Nuestros sentidos son abordados permanentemente. Hoy la atención es aún más escasa y fugaz que hasta hace poco tiempo. Dedicados mas tiempo a mirar pantallas, pero en ráfagas constantes y transitorias. En la sociedad de la distracción, la atención es un bien altamente perecedero. Dura segundos o minutos en el mejor de los casos.

      La noticia es más efímera que nunca. Los ciclos informativos son olas de tiempo breves que se superponen y rápidamente rompen. No por casualidad usamos surfear o navegar cuando estamos inmersos en mareas de material digital. Si un posteo en Twitter no cobra interés y retuits enseguida, se pierde inexorablemente en el bullicio digital, como la vasta mayoría. La noticia que adquiere estatus de tendencia es la rareza que descolla en un mundo superpoblado de expresiones e ideas. La dieta informativa personal en Facebook se actualiza sin pausa.


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      El gran negocio es construir plataformas que tengan la capacidad de atraer atención frecuentemente, aun cuando sea espasmódica y distraída. Este es el éxito de los medios sociales dominantes – haber redescubierto que factores motivan y fijan la atención, por más que sea rápida. No es solamente una cuestión de comercializar la atención – esto siempre fue el objetivo de la persuasión y de los medios. Es el desafío de captar el interés corto y recurrente. Una publicidad de un minuto, un video de quince minutos y una presentación de una hora son una eternidad.

      Dadas estas dinámicas, triunfan los trucos para atrapar constantemente el interés de las audiencias con anzuelos sensacionalistas y señuelos que apelan a sentimientos fuertes e identidades individuales. Se destaca el poder de los hacedores de noticias y formadores de opinión de siempre – presidentes, celebridades, personajes prominentes, marcas establecidas, más allá que algunas estrellas youtuberas, influenciadores atractivos, e instagrameros astutos atraigan notable interés público. La estructura piramidal del trafico de Internet demuestra que pocos arriba controlan una proporción enorme del flujo habitual. Los hashtags y los eventos particulares que consiguen atraer cierta atención masiva sobresalen temporariamente para después esfumarse en el éter digital. A pesar de la abundancia de información, seguimos prestando enorme atención a relativamente pocos.

      Esta vorágine de atención breve y exuberancia informativa se repite todas las horas y todos los días. No hay descanso porque la atención es un bien renovable. Es captada y extraída regularmente, pero es repuesta. Es la mina de oro que nunca se agota, ya que volvemos a prestar atención voluntariamente o somos atraídos por las artes de la persuasión.


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      Frente a estas condiciones, sobran propuestas para eludir la tentación de prestar atención a la marea digital. Nos recomiendan hacer higiene mental y temporal. Desconectarse de Internet, poner teléfonos y tabletas a distancia o bajo siete llaves, controlar la adicción cortando el consumo bruscamente. Estas son recetas personales, a tono con la filosofía de autoayuda en boga, destinadas a buscar soluciones individuales que limiten el asalto a los sentidos – la incursión de otros en nuestras vidas que nos bombardean con información por dinero, política, vanidad y buenas intenciones. Pero son estrategias de sobrevivencia en la sociedad de la distracción, más que alternativas en un mundo donde la acumulación de la atención social, tal como los datos personales, es dominante.

      El problema es que la vida requiere atención y dedicación focalizada. Nada se enfrenta, se logra o se hace sin interés estable y paciencia duradera, ya sea a nivel individual o colectivo. Ningún problema político o social se soluciona en ciclos que duran lo que dura un torbellino de noticias o una momentánea tendencia informativa en medios sociales.

      Silvio Waisbord es Profesor. George Washington University


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      Silvio Waisbord
      Silvio Waisbord

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