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      Viento a favor, con turbulencias

      La economía argentina está mostrando signos de recuperación. El estimador mensual de actividad económica (EMAE) muestra un crecimiento interanual del 2,7% en el segundo trimestre y del 4% en el mes de junio, y los datos sectoriales de los meses de julio y agosto sugieren que la recuperación continúa. La evolución de la economía internacional contribuyó a esta recuperación.

      El uso del término recuperación, en lugar de crecimiento, se relaciona con el hecho de que el nivel de este indicador es todavía ligeramente inferior al de su nivel máximo (alcanzado en junio de 2015). Si se mantiene la actual tendencia este nivel será superado en los próximos meses.

      Las economías de todos los países son afectadas por la evolución de la economía mundial y las decisiones de política interna. Los impactos externos se transmiten básicamente a través de dos mecanismos: variaciones en los movimientos de capitales y evolución del comercio de bienes y servicios. Este último depende de la situación económica de los principales socios comerciales (en nuestro caso, Brasil), y además de los términos de intercambio. En el caso puntual de Argentina, un buen indicador es el precio de las materias primas.

      La suba de los precios de las materias primas explica la aceleración del crecimiento en los años 1946-1948, 1971-1973 y 2005-2011, mientras que las bajas posteriores influyeron sobre las recesiones que siguieron a estos períodos de bonanza. Los mayores ingresos de capitales explican el crecimiento de los años 1968-1970, 1977-1979 y 1993-1997, mientras que su reversión explica las crisis posteriores. En realidad, estos dos factores se potencian, puesto que el crecimiento asociado a las subas de precios suele atraer ingresos de capitales, que se retiran cuando bajan los precios. La combinación de fuertes bajas de precios y de salidas de capitales fue clave en la mayoría de las crisis en Argentina, incluyendo la del periodo 2001-2002; y también fue un importante desencadenante de las recientes crisis en la mayoría de los países latinoamericanos. Sólo hay una única manera de atenuar estas crisis: ahorrar en los momentos de bonanza para enfrentar los de carencia.

      El reciente ciclo de caída y recuperación económica también puede interpretarse bajo la misma lógica. Los precios de los productos que nuestro país exporta e importa bajaron hasta el tercer trimestre de 2016, explicando – parcialmente- la baja de la actividad del primer semestre de dicho año. La economía empezó el proceso de recuperación acompañando la mejora de los términos de intercambio.

      Algo parecido pasó con los movimientos de capitales, aunque en este caso la reversión fue con mayor intensidad, más temprana, y liderada por el sector público. La evolución de los próximos meses se verá afectada por el comportamiento de estas variables, y las tendencias actuales permiten pronosticar “vientos favorables, con algunas turbulencias”.

      En efecto, los precios de los productos agropecuarios bajaron marginalmente en los últimos meses, pero la caída de la relación stocks/consumo y la devaluación del dólar a nivel mundial, permiten inferir que los precios se mantendrán estables (o con pequeñas subas) en el futuro cercano. Más aun, las cosechas mundiales de granos y oleaginosas de los últimos años fueron extraordinarias, favorecidas por climas benignos que difícilmente se mantengan. En el caso particular argentino, la cosecha del período 2016/2017 fue récord, a pesar del exceso de lluvias, y se esperan nuevos incrementos para el próximo período. Este pronóstico no toma en cuenta los efectos de las lluvias del último fin de semana. En materia de capitales, el influjo se acentuó luego de conocerse los resultados de las PASO, y si se mantiene en los próximos meses, dará un nuevo impulso al crecimiento de la demanda y de la producción.

      Sin embargo, la contrapartida de estos ingresos es el deterioro de las cuentas externas (balanza comercial y cuenta corriente) que hasta ahora está siendo financiada por los ingresos de capitales. No hay que confiarse, la experiencia enseña que este financiamiento puede revertirse fácilmente si no se consolida la confianza.

      Por último, Brasil muestra claros signos de una incipiente recuperación (aunque persisten los riesgos políticos asociados a la baja aceptación popular del presidente), ya que está próximo a completar el ajuste de su desequilibrio externo, ayudado por una extraordinaria cosecha (creció más de 50 millones de toneladas). La economía brasileña posiblemente crezca este año más de 1%, después de haber caído más de 3% el año pasado. Esta dinámica es muy positiva para Argentina. Cuando la economía brasileña crece, se fortalece el real, suben las compras de productos argentinos y el turismo. Claramente la economía brasileña dejará de ser un lastre para nuestra economía y contribuirá a nuestra recuperación.

      La recuperación argentina, y la suba del gasto interno provoca algunos riesgos: que el mundo cambie su humor hacia países emergentes y decida dejar de financiar el proceso gradualista. Esperemos haber estado utilizando ese endeudamiento para sentar las bases adecuadas y ampliar la capacidad productiva para que, llegado ese escenario no debamos retornar a viejas prácticas con ajustes desordenados de cuentas.

      Ricardo Arriazu es economista


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      Ricardo Arriazu

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