El aprendizaje de las fábulas

Es la mejor razón la del más fuerte, y vamos a probarlo de esta suerte: un cordero bebía en la corriente de una linfa pura, a tiempo que venía a estos sitios en busca de aventura un lobo que del hambre padecía.

-¿Por qué enturbias, osado, mi brebaje? , dijo el lobo temblando de coraje.

¡A castigarte voy, por vida mía!

-Señor - respondió al punto el cordero-, su Majestad sus ímpetus modere, pido que en este delicado asunto, atenta considere que bebo muy abajo en la corriente. Y que, por consiguiente, de ninguna manera que mi sed sacie su bebida altera.

-¡Sí, tú la alteras! - replicó airado el feroz animal- sé que atrevido el año pasado hablaste mal de mí.

-Si yo no había en ese año nacido todavía. ¿Cómo tan grave culpa he cometido?

-¡Entonces fue tu hermano!

-Si no tengo...

-¡Otro fue de los tuyos en tal caso! Yo sé que a cada paso decís de mí muchísimos horrores vosotros, vuestros perros y pastores. Y por ello me vengo.

Agarrando al cordero al decir eso le conduce del bosque a la espesura, y a devorarlo hambriento se apresura sin ninguna otra forma de proceso.

(De “El Lobo y el Cordero”, de Jean de la Fontaine, tomado de sus “Fábulas completas”)

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La fábula es un relato breve y ficticio, siempre con una enseñanza o moraleja. El francés Jean de la Fontaine, uno de los más célebres cultores del género, vivió en el siglo XVII y sus fábulas fueron reeditadas en los siglos XVIII, XIX y XX. No se conocía hasta ahora ningún intento de reeditarlas en el siglo XXI. Fontaine no conoció ni a Kirchner ni a Moreno ni a De Vido. Pero su pintura descriptiva sobre la ira y la arbitrariedad, propia de los lobos kirchneristas, más ese apotegma de “la mejor razón es la del más fuerte”, lejos están de la fábula para asumirse como relatos cotidianos y reales de la Argentina de hoy.