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      Recuerdos del motín más sangriento de la Argentina

      Uno de los periodistas de Clarín que viajó a Sierra Chica cuenta cómo fue la cobertura.

      Recuerdos del motín más sangriento de la ArgentinaPostal. El momento en el que salió del penal la jueza María de las Mercedes Malere. Una de las imágenes que resume el motín. / ARCHIVO CLARIN
      Redacción Clarín

      Pasaron 20 años, pero aquello no se olvida. Es más: cada vez que se menciona “Sierra Chica”, vuelven no sólo las imágenes, la memoria de lo muertos y otros recuerdos, sino también los olores nauseabundos después de esos ocho días de horror que vivieron unos mil presos en la cárcel de máxima seguridad que está a 12 kilómetros de la ciudad de Olavarría.

      La pesadilla empezó el 30 de marzo y terminó el 7 de abril de 1996, justo en un Domingo de Pascuas. Y se convirtió en una experiencia muy fuerte para los periodistas que estuvimos en el lugar. El hecho fue tan conmovedor que esa vez Clarín envió al lugar a un equipo de tres periodistas, dos reporteros gráficos y dos móviles.

      Motín Sierra ChicaMotín Sierra Chica

      Primero fue la angustia que se vivía afuera con los familiares de los presos, mezclados con los de los guardias. Agolpados en el primer acceso a la legendaria prisión (fue construida en 1882), durmiendo algunas noches a la intemperie, aquellas madres, hijos, esposas, sufrían con la información que traspasaba los altos muros.


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      No era para menos: “un grupo se adueño del penal”; “mataron a varios, dicen que son 30”; “la cabeza de uno la usaron como pelota para jugar al fútbol”; “con la carne de los muertos hicieron empanadas”; “incineraron los cuerpos en un horno de la panadería”, eran los datos que circulaban entre la gente. A eso se sumaba el temor por la suerte que habían corrido los 17 rehenes (guardias, tres pastores evangelistas y un médico) capturados junto con la jueza María de las Mercedes Malere y su secretario, Héctor Torrens, retenidos cuando entraron para negociar.

      Cuando todo terminó y los cabecillas (conocidos como “Los Doce apóstoles”) fueron trasladados a otra cárcel (los sacaron esposados y desfilando entre cientos de guardias apostados con fusiles e Itakas y caras de pocos amigos) las autoridades nos dejaron entrar para ver en directo cómo había quedado todo.


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      Los destrozos eran importantes en muchos lugares. Pero lo que más impactaba no sólo era la pila de “facas” (cuchillos artesanales) que los presos habían entregado tras la rendición. También golpeaba mal lo que había ocurrido en la capilla. Allí, unos cincuenta presos (entre ellos Carlos Eduardo Robledo Puch) se habían refugiado para salvar sus vidas. Con las puertas de madera trancadas, habían pasado los ocho días comiendo repollo crudo, el único alimento que consiguieron.

      Después supimos que el horno número 1 de la panadería no se usó más. Fue la forma de confirmar lo que habían hecho allí. También nos enteramos que se habían tapado los túneles que los presos habían empezado a excavar para fugarse, datos que luego quedaron en el olvido.

      Motín Sierra ChicaMotín Sierra Chica

      Lo que ahora, dos décadas más tarde, no se puede olvidar es la imagen de la jueza Malere cuando salió del penal. Esa cara era la muestra más contundente para saber cómo fue ese hecho, al que se conoce como el motín más sangriento en la historia penitenciaria de la Argentina.


      Sobre la firma

      Eduardo Parise

      eparise@clarin.com

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