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      Tras el ataque de narcos con ametralladoras, hay vecinos que buscan chalecos antibalas

      Temen nuevas represalias y piden que no se vaya la Gendarmería. Cuentan que su cuadra era “la 9 de Julio” de la droga y que los clientes formaban filas de 50 metros.

      Tras el ataque de narcos con ametralladoras, hay vecinos que buscan chalecos antibalasGuillermo Carrasco (56), dueño de la casa baleada por los narcos en Ingeniero Budge. (Guillermo Rodriguez Adami)

      Los vecinos de la calle Saladillo, en Ingeniero Budge, se habían acostumbrado a ser rehenes de los narcos. Pero un día dijeron basta. Fue a mediados de marzo, después de un cumpleaños en la casa de la familia Carrasco. Esa noche, cuando los invitados se retiraban, dos bandas se enfrentaron a tiros. Hubo gritos, corridas y chicos que terminaron escondidos debajo de una mesa. La bronca unió al barrio. Tras una reunión con el comisario, aparecieron los patrulleros. La respuesta de los transas no se demoró. Días después atacaron a balazos el frente de la casa de uno de los denunciantes con una ametralladora, se filmaron y lo difundieron por las redes sociales para dejar en claro el mensaje. El método fue efectivo: el miedo volvió a ganar las calles. Luego de que Clarín publicara las imágenes, llegaron refuerzos de Gendarmería, pero el terror sigue intacto. Nadie sabe qué pasará cuando los móviles se vayan.

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      La pesadilla comenzó hace poco menos de un año. A cinco minutos de Camino Negro, el barrio se transformó en un shopping de la droga. Los narcos eligieron como búnker el recorrido del Ferrocarril Belgrano Sur, un tren que une Puente Alsina con Aldo Bonzi y pasa cada 90 minutos. En los márgenes de las vías, arriba de un pequeño terraplen, se acumulan las casillas y la basura.


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      La calle Saladillo es una de las que desemboca ahí. Aunque sus últimas dos cuadras quedaron sin asfaltar, la reubatizaron como la "avenida 9 de Julio", por la cantidad de gente que la transitaba a diario para comprar paco. “A las cinco de la tarde se formaba una fila de 50 metros con gente que esperaba a los dealers. Los chicos dejaron de andar en bicicleta por la calle porque las motos pasaban a toda velocidad”, cuenta un vecino que prefiere no dar su nombre.

      Los impactos de bala, en la casa lindera a la de Carrasco.
(Guillermo Rodriguez Adami)Los impactos de bala, en la casa lindera a la de Carrasco. (Guillermo Rodriguez Adami)

      Los que se animan a hablar ponen esa condición: el anonimato. Todos menos Guillermo Carrasco (56), el vecino al que le balearon la casa la madrugada del 6 de mayo. “Me dicen que soy un valiente. Yo creo en realidad que soy un inconsciente, pero había que hacer algo”, explica a Clarín.


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      En el momento del ataque, Carrasco no imaginó que él era el destinatario. Pensó que se trataba de uno de los tantos tiroteos entre bandas que se disputan el negocio. Días después uno de sus cuatro hijos le mostró el video, que le había llegado por WhatsApp a través de un amigo. El diálogo entre los protagonistas dejaba en claro que los disparos eran para él. “Lo primero que pensé fue en mi esposa, que cuando escuchó los tiros empezó a temblar. Yo le dije que no eran para nosotros”, recuerda la víctima, abuelo de siete nietos.

      Las vías del ferrocarril utilizada por los narcos. (Guillermo Rodriguez Adami)Las vías del ferrocarril utilizada por los narcos. (Guillermo Rodriguez Adami)

      La mayoría de los disparos impactaron contra una casa lindera. Por eso, Carrasco está convencido de que no quisieron matarlo. “Era muy fácil asesinarme. Si quería disparaba directamente contra las ventanas”, explica. Para los dealers no es difícil encontrarlo: vende alimento para mascotas y artículos de limpieza en el frente de su casa, donde todas las tardes cocina tortillas. Eso lo convirtió en un testigo privilegiado del negocio narco: a las cuatro, mientras preparaba la parrilla, empezaba el desfile de los clientes.


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      Tras la difusión del video, llegó el refuerzo de seguridad. Un móvil de la Bonaerense se instaló frente a la casa de Carrasco y gendarmes patrullaron el barrio. Aunque fuentes policiales aseguraron a Clarín que estaban previstos allanamientos, aún no hay detenidos.

      Gendarmes en Budge, tras el ataque narco. (Guillermo Rodriguez Adami)Gendarmes en Budge, tras el ataque narco. (Guillermo Rodriguez Adami)

      Los vecinos aseguran que el miércoles a la noche los transas “se mandaron a mudar”. Pero todos creen que volverán y temen que para ese momento el refuerzo policial sea sólo un recuerdo. “Nosotros tenemos que hacer las compras, ir a trabajar. Tenemos que vivir. Yo ya me moví para conseguir un chaleco antibalas, porque me tienen marcada, cuenta resignada una vecina que ya sufrió amenazas.

      La zona está bajo jurisdicción de la comisaría 10°, donde removieron a diez jefes en los últimos cuatro años. Al menos cuatro fueron desplazados tras denuncias vinculadas a los negocios ilegales que crecen alrededor de la feria La Salada.


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      Sin embargo, la corrupción no es la única preocupación de los vecinos. También advierten sobre la falta de recursos, que deriva en situaciones insólitas. La última ocurrió hace algunos días, cuando un agente preguntó si no habían visto a un hombre esposado: era un preso que se había fugado de la comisaría de Fiorito, caminando por las vías. Un rato después, un vecino vio al joven en el barrio.Estaba descalzo y una campera le tapaba las muñecas.


      Sobre la firma

      Luis Moranelli

      lmoranelli@clarin.com

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      Natalia Iocco

      niocco@clarin.com

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