La Iglesia y una fuerte advertencia por el desencanto de la sociedad con los políticos

En medio del año electoral la Iglesia comenzó a levantar su voz espantada no sólo por la intensidad de las peleas verbales, incluso dentro de las mismas agrupaciones políticas, que desnudan una feroz pelea por el poder, sino por la apelación desembozada al clientelismo.

El primero en irrumpir este fin de semana fue el presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, quien advirtió que “lo peor de la corrupción es la búsqueda del poder por el poder mismo, no el poder para servir, no el poder para prestar un servicio auténtico al bien común; sino el poder para sobrevivir, ni siquiera para transformar”.

En su reflexión semanal, que vinculó con la celebración del día de la Independencia y el amor y la gratitud hacia la patria, monseñor Ojea habló de un cansancio de la sociedad con las actitudes de los políticos.

“Nos cansa una dirigencia que está lejos de los problemas concretos del pueblo y, por eso, el pueblo aparece a veces tan indiferente a una cantidad de luchas que no entiende, a una cantidad de violencias que no comprende”, afirmó. Y subrayó que todo eso se produce “con los índices de pobreza tan grandes y con una desigualdad, una inequidad tan manifiesta entre los argentinos”.

Luego, fue el turno del arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, que en el tedeum por el 9 de Julio, delante del gobernador y el vicegobernador, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo, criticó las “presiones indebidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica y la dignidad personal”.

Y pidió a la ciudadanía rebelarse contra esas prácticas, abandonando “la comodidad del anonimato”, escondidos en una “multitud arrastrada por las fuerzas dominantes (…) que cae muy fácilmente en manos de prácticas demagógicas”.

Monseñor Sánchez lo dijo en una provincia en la que, en vísperas de las recientes elecciones a gobernador, el gobierno provincial repartió $ 65.000 millones con el adelantamiento de los aumentos salariales, un “bono electoral” extraordinario de $ 20.000 y el anticipo de pago del medio aguinaldo a los empleados públicos provinciales.

La oposición -que gestiona la municipalidad de la capital- no se quedó atrás. Entregó otro bono de $ 20.000 a los empleados municipales. Esto provocó largas colas en los cajeros automáticos y que muchos bancos se quedaran sin billetes.

El enviado de Clarín a Tucumán con motivo de las elecciones, reveló que varias personas relataron la existencia de un mecanismo informal de pago por los votos de la gente, a quienes les habrían abonado entre $ 5.000 y $ 20.000 por poner en la urna la boleta que les dio el puntero político de su barrio.

Este festival de dádivas ocurre en la provincia donde más aumentó la pobreza infantil en la Argentina, al pasar de 30,5% a 60,2% de los niños menores de 14 años entre el segundo semestre de 2017 y el mismo período de 2022.

Más aún: los curas villeros de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano -al sumarse con una declaración- afirman que “las y los más pobres se volvieron casi invisibles para la agenda política y mediática, cuando no son objeto de declaraciones insensibles que denotan violencia y aporofobia”.

Y tras señalar que “no abundan las propuestas concretas que expresen vocación de transformar, de imaginar un sueño que ayude a poner de pié y caminar tras de él”, parafrasean una afirmación de un cardenal brasileño: “No se olviden de los pobres!”.

Frente a semejante cuadro, la Iglesia viene advirtiendo sobre el riesgo de que se extienda el desencanto. Algo empieza a expresarse en los cada vez más elevados niveles de abstencionismo a la hora de votar y en el voto en blanco. Por eso, como diría Francisco, hace falta, no menos política, sino mejor política. Y no bajar los brazos.