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      El resultado de un lustro de asperezas

      El resultado de un lustro de asperezasCLAIMA20130908_0041 El resultado de un lustro de asperezas
      Redacción Clarín

      La Octava Cumbre del G-20 deja un balance híbrido para la Argentina sin que los diversos mensajes transmitidos, tanto sobre la economía global como respecto de la crisis en Siria, fueran motivo de mayor atención. Tampoco parece haber obtenido resultados que respalden con perspectivas alentadoras la apertura del canje de la deuda ni comprensión ante las demandas de los fondos buitres. Un cuadro de situación que pone en evidencia, entre otros factores, los efectos de un lustro de áspera y zigzagueante política exterior.

      La diplomacia extrovertida no está produciendo resultados.

      Ese estilo parecería haber contribuido en poco al fortalecimiento de la imagen internacional de Argentina o a conservar un tejido solido de relaciones bilaterales.

      La lista de países amigos, con mayúsculas, es cada vez más reducida. En el hemisferio se podrían contar con los dedos de una mano. En Europa el número es menor. En el resto del mundo queda el vago recuerdo del país responsable que fue.

      Ese abanico de soledad ha intentado buscar socios en otras latitudes. El novedoso énfasis en el realineamiento a Rusia, tanto por las coincidencias al ejercer la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como por los acuerdos suscriptos en San Petersburgo, parece responder más al aislamiento que Argentina enfrenta con los G-7 que a objetivos económicos o tecnológicos más sustantivos. En términos científicos y prácticos, por ejemplo, sería difícil que Canadá o Francia puedan ser desplazados como proveedores del sector nuclear más allá de las intenciones contenidas en los documentos firmados con Rusia.

      La depreciada presencia de la Argentina en el G-20, al encontrarse en una situación singularmente distinta a la del ingreso en 1999, es otra cuestión preocupante que la ubica en el umbral de perder la membrecía entre las 20 economías más importantes.

      Muchos otros países, con datos económicos sólidos, se disputan ese lugar.

      Argentina debería reflexionar con mayor profundidad sobre la ubicación que pretende en el mundo. Brasil y México, que integran el G-20 con cifras económicas que avalan la pertenencia, han resuelto con realismo estratégico lo que la Argentina expone con hosquedad idealista y en general sin consistencia. La Argentina, a través de comportamientos de política exterior confusos que incluye el polémico acuerdo con Irán como el respaldo tácito al régimen de Al Assad, parecería aspirar más a regresar al desvanecido Movimiento de Países No Alineados que a seguir siendo un sólido integrante del G-20.

      Las económicas emergentes relevantes miran al mundo de otra forma. Con un prisma de colores más amplio y un horizonte mejor definido. Son los intereses geo económicos y estratégicos los que impulsan las acciones y asociaciones como lo demuestra Brasil, México, India, Indonesia, Corea del Sur o Sudáfrica con comportamientos y estilos diplomáticos que hoy los ubica entre los países más significativos.

      No sería de extrañar, por ejemplo, que como consecuencia de la cuidadosa diplomacia promovida por Itamaraty, Estados Unidos próximamente reconozca a Brasil, como lo hizo con la India en el 2010, como potencial miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

      Argentina parecería estar en otro escalón. Más desabrido.

      Es de lamentar que así sea por cuanto la Argentina merece, por dimensión geográfica y las características de su sociedad civil y económica como del sector científico tecnológico, ser un actor central de las decisiones que se adoptan en un escenario internacional cada vez más dinámico como complejo.

      Ese objetivo, de recuperar una presencia activa responsable, hace al interés nacional.

      Para que ese papel sea posible, relevante y reconocido tendría, cuanto menos, que aclarar conceptos y visiones además de comportarse conforme a los valores contenidos en la Constitución Nacional. Lo contrario difícilmente deje un balance alentador. Es de esperar que el Congreso de la Nación contribuya a reordenar las orientaciones de política exterior que la Argentina necesita con particular urgencia.

      *Ex vicecanciller


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