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      Raíces del malestar juvenil

      El libro de Natalia Bustelo aborda las raíces de la situación de los jóvenes hacia 1918 cuyo perfil era más político y social que el de años anteriores. 

      Raíces del malestar juvenilEn la “Docta”. Manifestación de estudiantes en la Ciudad de Córdoba en apoyo a la Reforma Universitaria. Foto: Archivo General de la Nación
      20/07/2018 22:46

      De todas las gestas sociales del siglo XX argentino ninguna parece más remota y más confinada a un pequeño grupo de actores de una élite que la Reforma Universitaria de 1918. Sin embargo, ninguna otra tuvo tanta repercusión continental como ese movimiento de estudiantes que estalló en la universidad más antigua del país, la de Córdoba, fundada por jesuitas a comienzos del siglo XVII y nacionalizada en 1856.

      Todo comenzó como una rebelión contra figuras conservadoras que imperaban en una institución mediocre y osificada, incluso venal, pero la protesta enseguida buscó expandir sus horizontes más allá de los muros universitarios buscando vínculos con la transformación social. Sus efectos no solo se sintieron en el resto del país, sino a nivel latinoamericano. La Reforma impuso una identidad perdurable a la universidad argentina que todavía se reconoce en ella, al menos retóricamente. Otra cosa es que la academia de nuestros días esté a la altura de sus invocaciones.

      En el más documentado y accesible estudio sobre el tema, Natalia Bustelo explora las raíces del malestar juvenil desde el último tercio del siglo XIX. La composición del estudiantado, según explica en Todo lo que necesitás saber sobre la Reforma Universitaria (Editorial Paidós), fue otro factor desencadenante, pues se pasó de un perfil oligárquico a otro con mayor presencia de la ascendente clase media de origen inmigrante. El arquetípico drama M’hijo el dotor se estrenó en 1903, no por casualidad el mismo año en que se declaró la primera huelga estudiantil. Es que junto con los hijos (e hijas) de la inmigración ingresaban a los muy convencionales claustros ideas socialistas y anarquistas.

      La Reforma fue un movimiento llamado a pervivir y expandirse. Transformó por completo la imagen y el rol social de las universidades argentinas y la manera en que estas comenzaron a autogobernarse, aunque no logró los mismos objetivos en otros países. También se integró en un cambio cultural mayor a nivel continental que incluyó vanguardias políticas y estéticas. En las décadas siguientes al estallido cordobés de 1918, el movimiento sufrió diversas mutaciones. En la Argentina, por ejemplo, pasó del antiimperialismo al antifascismo y luego se volcó al antiperonismo. En todas partes vio surgir líderes que ocuparían un lugar destacado en las distintas culturas nacionales, como Víctor Raúl Haya de la Torre o José Carlos Mariátegui en Perú. Los efectos históricos de la Reforma pueden registrarse hasta en la Revolución cubana.

      Contar la historia de la Reforma implica un gran desafío por la amplitud temporal y la diversidad geográfica que abarca. Su influencia se sintió de un modo peculiar en cada país e incluso en cada universidad: la de Tucumán y la de La Plata son dos de los casos que contrasta Bustelo. Su libro consigue enlazar en una línea narrativa muy nítida las vicisitudes de un proceso complejo cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.

      Más celebrada que imitada, escasamente conocida, la Reforma puede haber perdido fuerza inspiradora. Es incluso probable que hoy se haya vuelto una excusa para no cambiar nada en instituciones paquidérmicas y dominadas por una burocracia que solo busca su propia reproducción. A cien años de la revuelta cordobesa, nadie está pensando en la actualidad la manera de reformar la universidad “reformista”.


      Sobre la firma

      José Fernández Vega