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      Lo que dejó el Primavera Sound

      • Unas ciento veinte mil personas asistieron a la fiesta que llevó a más de cincuenta artistas.
      • Los protagónicos fueron The Cure, Blur, Pet Shop Boys y Beck.
      • El contexto político marcó el tiempo general del festival.

      Lo que dejó el Primavera SoundDespués de diez años de espera, The Cure ofreció un concierto de dos horas y media. Foto: Emmanuel Fernández

      El Primavera Sound, que se realizó el último fin de semana en el Parque Sarmiento y reunió a unas ciento veinte mil personas, no fue tendencia en las redes sociales porque tocaron los ingleses de The Cure y Blur, sino porque un artista de 17 años de Morón, llamado Milo J, cantó “Los Dinosaurios” de Charly García.

      En la tarde de domingo y sobre en el escenario Barcelona del festival, Milo J cantó: “Los amigos del barrio pueden desaparecer, pero los dinosaurios van a desaparecer”. La gravedad de su voz, que lleva impreso el efecto reverb del autotune en el micrófono, le dió a la versión un eco fantasmal. En este 2023, Milo J es la novedad de la escena musical argentina, pero en la última jornada del festival en Parque Sarmiento cantó una canción que salió en 1983, justo cuando se están cumpliendo cuarenta años de democracia. De fondo en la pantalla flameó una bandera argentina. A su lado, en un banquito, reposaba un mate. El artista, que se presentará en marzo con dos fechas agotadas en el Movistar Arena, fue consciente del rebote que tenía la versión en ese momento. Es uno de los artistas urbanos más jóvenes que se presentaron en el festival, y con una proyección mundial a partir de su colaboración en la última sesión con el productor Bizarrap en el EP: En dormir sin Madrid.

      El cover de “Los dinosaurios” no fue el único homenaje a Charly García, en un festival nacido en Barcelona hace unos veinte años y cuya franquicia se expandió a otros países como Estados Unidos, Portugal, Colombia, Paraguay y la Argentina, entre otras. Las versiones del autor de “Yendo de la cama al living”, junto a una nutrida programación de artistas locales, tiñieron la edición local del Primavera Sound: la banda indie Mi amigo invencible coló los riffs de “Fanky”, entre un medley de sus canciones. Mateo Sujatovich de Conociendo Russia, recreó sin cambiarle una coma el tema “Rezo por vos”, de Charly y Spinetta al grito de “el rock argentino es lo más lindo que hay en el mundo”. La más audaz fue la versión punk de Dillom de “Nos siguen pegando abajo”, en otros de los escenarios principales del festival. Al final de su versión, se coló el grito del público en el campo: “El que no salta, votó a Milei”.

      El Primavera Sound aterrizó en el país en un complejo contexto político y con un nuevo gobierno elegido por la mayoría de los argentinos. Esa incertidumbre se filtró de alguna manera en el espíritu de algunos shows. El joven artista K4, de la escena rapera y el colectivo RIP Gang, dijo al terminar su recital: “Seamos fuertes”.

      En otro de los cuatro escenarios del festival la banda platense El mató un policía motorizado, (grupo que publicó en su red social un posteo que decía Súper terror, como el nombre del álbum de su último disco, cuando se anunciaron los resultados de la votación), llevó ese estado de ánimo profético a sus canciones del último disco: “No me digas que/las cosas van a estar bien”, cantó Santiago Motorizado en “Tantas cosas buenas”, con una remera negra, obligado uniforme dark, antes del show de The Cure, banda a la que le dedicó su última canción “Chica de oro”.

      En paralelo, el festival tuvo su efecto placebo y puso en pausa los dilemas del momento. Las entradas para los dos días del Primavera Sound se agotaron, con precios entre 70 mil en el campo y 200 mil para las ubicaciones vip. La producción local anunció una nueva edición para los días 23 y 24 de noviembre de 2024: el martes salieron a la venta los primeros abonos.

      Blur se presentó en el Primavera Sound.
Foto: EFE/Matias Martin CampayaBlur se presentó en el Primavera Sound. Foto: EFE/Matias Martin Campaya

      El año pasado la primera edición del Primavera Sound fue en la Costanera Sur y con una grilla muy ambiciosa dispersa en diferentes fechas y espacios de la ciudad. La productora organizadora fue DF Entertainment socia de la empresa Live Nation (la productora más importante del mundo) y la misma que realiza el Lollapalooza. Con esa jugada había acaparado el mercado de festivales.

      Este año todo cambió. La organización quedó en manos de su competidora, la productora Pop Art (la misma que organizó los shows Gracias Totales, tributo a Soda Stereo) junto a dos socios más Lauría Producciones (que acaparó la escena trap: entre sus artistas están Bizarrap, Duki y Nickki Nicole) y la productora Move Concert. La sede fue Parque Sarmiento en el barrio de Saavedra y pasaron más de cincuenta artistas: The Cure, Blur, Pet Shop Boys y Beck, como números centrales, junto a una escena indie local renovada con bandas como Winona Riders, y las chicas punk de Las Tussi.

      ¿Qué fue a buscar la gente a un festival de estas dimensiones? Para una periodista del New York Times, la respuesta es simple. Vienen a ver a sus bandas favoritas. La realidad tiene otras capas.

      Un festival puede ser el momento par asistir a encuentros musicales inéditos entre el cowboy eléctrico Beck y el flemático inglés Damon Albarn de Blur, que lograron liberar partículas de felicidad y éxtasis en el aire, en la segunda jornada del festival. La secuencia se repetiría con el regreso de Blur más tarde en ese mismo escenario –una hora y media de show donde pasaron desde “Girls & boys”, donde el cantante se envolvió en una bandera arco iris LGBTIQ+, hasta “The Universal", con el que cerró toda una era del brit pop–; y con el ciudadano modelo Damon Albarn diciendo, mientras hacía flamear una bandera de un fan de la Plata entre sus manos, “que continúen las buenas relaciones entre Argentina e Inglaterra”.

      Un festival, también, puede ser una vidriera para las marcas, la exaltación del consumo rápido, y una pasarela frívola para lucir ropa, un encuentro social con amigos encerrados en una cervecería ruidosa donde la música suena de fondo, o el recuerdo de álbum familiar para las historias de Instagram: niños y adultos posando con unas zapatillas gigantes, una pareja haciendo un corazón con el cartel lumínico del Primavera Sound, o la selfie de madre-hija con artista de fondo en el escenario.

      Un festival se puede convertir en una playlist bien seleccionada y caprichosa, saltando de una banda diferente a la otra en una misma línea de continuidad temporal.

      O puede ser el lugar para descubrir a la pareja instrumental Domi y JD Beck, (teclados y batería), que navega entre el free jazz y el soul experimental, y en cuyo último disco colaboraron Herbie Hancock, Marc DeMarco, y Thundercat; o para escuchar un cover de “Where the streets have no name» de U2, por los Pet Shop Boys, una escuela de la música electropop de los ochenta, que convirtió el predio en una disco a cielo abierto; o avanzar hacia lo nuevo con artistas como Lara 91K, la otra cara femenina del trap; o el dúo rockero Pacífica. Hasta puede ser zona liberada para el inconformismo de los últimos punk de OFF!.

      En el Primavera Sound está lo clásico y lo moderno, en ese arco de tendencias musicales que nacieron entre los ochenta y el siglo XXI.

      La experiencia inmersiva del festival, con diez horas de música en continuado, distribuida en cuatro escenarios, puede ser agotadora y también un bálsamo, una ruta de escape de lo cotidiano, y un desahogo, una breve redención, después de una mala semana.

      The Cure está sobre el escenario. Es pasada la medianoche del sábado. La temperatura es veraniega. La luna llena es un farol de noche. Los que fueron los dos días, posiblemente no puedan superar el recuerdo del concierto de dos horas y media de The Cure. Después de diez años de espera, la banda inglesa recordó aquellos himnos de los ochenta y los noventa, que eligen tocar en esta gira y que pasan durante esta noche perfecta. Hasta que llega el final con “Boys don´t cry” y Robert Smith, el pelo enmarañado, los ojos delineados negros, la remera con un sol como el de la bandera argentina, la boca color carmesí, la quinta esencia de la figura dark de los ochenta, le dice, le canta a los que están en el público aquello de: “Intento reírme de ello/cubrirlo todo con mentiras. Intento reírme de ello/esconder las lágrimas en mis ojos/porque los chicos no lloran/los chicos no lloran”.

      La gente no llora, baila. Son miles de personas, unas cincuenta mil. En ese baile que dura tres minutos, pero que en sus cabezas se prolongará infinitamente, está su fortaleza.


      Sobre la firma

      Gabriel Plaza

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