Noticias hoy
    En vivo

      Otra serie del Watergate, pero para reírse

      Los plomeros de la Casa Blanca apuesta por una recreación histórica hilarantemente efectiva en la que los dos agentes encargados de espiar el cuartel demócrata no pegan una.

      Otra serie del Watergate, pero para reírseEn Los Plomeros de la Casa Blanca Woody Harrelson interpreta a un exagente de la CIA que dice haber participado en el asesinato de JFK.

      Desde la recordada Todos los hombres del presidente (1976), la producción de films y documentales sobre el caso Watergate es casi un género en sí misma. En este surtido catálogo encontramos la aclamada versión de Robert Altman, Secret Honor (1984), el telefilme The Final Days (1989), la épica Nixon (1995) de Oliver Stone, la sátira Dick (1999), la original y notable Frost/Nixon (2008) de Ron Howard, y la lista sigue. ¿Qué necesidad tenía HBO Max de sacar otra miniserie a un año de Gaslit (una buena producción que pasó desapercibida, con un costoso elenco liderado por Julia Roberts)? Bueno, el showrunner de la miniserie en cuestión, David Mandel, obtuvo luz verde del conglomerado al proponer una versión alternativa del escándalo, un guion exclusivamente enfocado en G. Gordon Liddy y E. Howard Hunt, los dos agentes de inteligencia encargados de “microfonear” el búnker demócrata en el hotel Watergate.

      Y este recorte de la historia no es el único atractivo de Los plomeros de la Casa Blanca. A diferencia de todo o casi todo lo dicho sobre Watergate, la serie hace equilibrio entre el registro histórico y la caracterización, siempre en foco, de los agentes con tono de farsa. Tal ridiculización, si bien a veces parece forzada, transforma a Los plomeros en una especie de comedia “inspirada en hechos reales”. Una serie apta para todo público, sin requisito de ser un aficionado al “escándalo” para engancharse.

      Y la penetración del cuartel demócrata no fue tarea fácil. La serie arranca con el segundo de los cuatro intentos, rápidamente frustrado cuando el cerrajero cubano, tras un peliagudo intento, confiesa a Hunt y Liddy que dejó las herramientas buenas en Miami. Corte abrupto y la narrativa viaja un año atrás, al inicio de esta historia. Howard Hunt (Woody Harrelson), un exagente de la CIA que se atribuye la participación en el asesinato de JFK, y Gordon Liddy (Justin Theroux), un exagente del FBI con inclinaciones nazis, son reclutados para contraatacar las filtraciones a la prensa del espía Daniel Ellsberg (de ahí que elijan el título de “plomeros” para su despacho).

      La inoperancia de estos “dos que no hacen uno” se muestra de inmediato, cuando Hunt consigue una cámara de la CIA y bizarros disfraces para infiltrar la oficina del psiquiatra de Ellsberg, pero son tan descuidados que se retratan in situ y devuelven la cámara sin quitar el rollo.

      Como si David Mandel hubiera maratoneado varias temporadas de Get Smart antes de cranear la serie, las metidas de pata del dúo y su séquito se atropellan en un cruce de humor grotesco y slapstick. El jefe de seguridad James McCord (Toby Huss) olvida la cinta en el picaporte tras abandonar el Watergate cableado; Hunt y Liddy pretenden un millón de dólares para pagar hippies y prostitutas que ensucien la campaña de George McGovern (el candidato demócrata rival de Nixon); usan walkie-talkies que no funcionan; dejan pruebas incriminatorias y eliminan las que podrían demostrar que seguían órdenes.

      Harrelson es perfecto en el rol de “espía a escondidas”, con una familia que prefiere ignorar sus actividades, y son especialmente hilarantes sus intercambios en español con los cubanos anticastristas, ruidosos y revoltosos como minions. Theroux, en cambio, personifica a un agente más comprometido con la persecución al “demonio comunista”; es alguien que no teme derrapar, al extremo de que en una reunión familiar con los Hunt pone un disco de Hitler sobre cuyos discursos improvisa, y recibe huevazos de vecinos en la ventana.

      La única que se siente incómoda en esta escena es Dorothy (Lena Headey), la esposa de Hunt, que también tiene un pasado de espía pero representa el sentido común, la prioridad familiar, el lugar que encuentra la serie para poner el eje de “la tradición americana”. En este sentido, a la serie le cuesta hacer caso omiso al ubicuo maniqueísmo de hoy día (algo, dicho sea de paso, que no ocurría en Get Smart); pero si se relaja ese grado de pretensión, Los plomeros de la Casa Blanca resulta una recreación histórica hilarantemente efectiva.


      Sobre la firma

      Jorge Luis Fernández

      Bio completa

      Tags relacionados