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      Bibliotecas atacadas por fanáticos

      A medida que crece la lista de libros clausurados por su contenido “sexual”, las autoridades de las instituciones de préstamo son blanco de agresiones.

      Bibliotecas atacadas por fanáticosLa biblioteca histórica del Campus de la Victoire de la Universidad de Burdeos, el 20 de enero de 2021. (Foto de Philippe LOPEZ / AFP)

      Martha Hickson, bibliotecaria de un establecimiento secundario de Annandale, estado de Nueva Jersey, se enteró el otoño nórdico pasado de que algunos padres iban a pedir que su biblioteca prohibiera ciertos libros. Así que a las 7 de la tarde, en vez de mirar como siempre el programa de preguntas y respuestas Jeopardy con el marido, se acomodó en su sillón reclinable y sintonizó la transmisión en directo de la reunión del consejo escolar local.

      El edificio de la Public Library de Austin, en Texas.El edificio de la Public Library de Austin, en Texas.

      Una madre se puso de pie y denunció dos libros, Lawn Boy (tentativamente, El chico del césped) y Género queer, calificándolos de pornográficos. Ambos ganadores de premios, con personajes LGBTQ y descripciones de sexo francas, esos libros fueron cuestionados en todo EE.UU. y estaban disponibles en la biblioteca de North Hunterdon High School.

      Después, la mujer le reclamó a Hickson, que es la bibliotecaria del colegio, mencionando su nombre, por permitir que su hijo de 16 años sacara los libros.

      "Esto equivale a un intento de preparar a nuestros hijos para que estén más dispuestos a participar en los actos atroces descriptos en estos libros", dijo la madre, Gina DeLusant, según se aprecia en un video grabado durante la reunión.

      "Los prepara para aceptar insinuaciones inapropiadas de un adulto". Martha Hickson dice que la acusación la dejó mal del estómago, con una opresión en el pecho. "Me quedé atónita", cuenta. "No podía creerlo".

      Contra los bibliotecarios

      A medida que las prohibiciones de libros, muy visibles y politizadas, fueron estallando en todo el país, los bibliotecarios –acostumbrados a que se los vea como dedicados servidores públicos de sus comunidades– se han encontrado en primera línea de una guerra cultural enconada, con sus carreras y su reputación personal en riesgo.

      Han sido tachados de pedófilos en las redes sociales, señalados por los políticos locales y denunciados a las fuerzas del orden. Tras ser acosados en Internet, algunos bibliotecarios han renunciado. A otros los han despedido por negarse a retirar libros de circulación.

      En muchas comunidades la colocación de libros en los estantes ha pasado a ser un acto de polarización y ha "convertido a los bibliotecarios en este peón de ajedrez político", afirma Ami Uselman, directora de servicios de biblioteca y medios de comunicación del Distrito Escolar Independiente de Round Rock, en Texas.

      "Como se pueden imaginar, nuestros bibliotecarios están asustados –observa–, como si su reputación estuviese en duda".

      La Biblioteca Thompson de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus, Ohio, EE.UU., el martes 25 de agosto de 2020. Fotógrafo: Ty Wright/BloombergLa Biblioteca Thompson de la Universidad Estatal de Ohio en Columbus, Ohio, EE.UU., el martes 25 de agosto de 2020. Fotógrafo: Ty Wright/Bloomberg

      Según la Asociación Estadounidense de Bibliotecas, a los bibliotecarios se les enseña a curar y organizar colecciones completas que representen diversos puntos de vista, especialmente sobre temas polémicos; para fundar sus elecciones utilizan listas de premios, reseñas y otras publicaciones.

      Hacer frente a las impugnaciones de libros siempre ha sido parte de su función, pero el empeño en prohibir muchos de ellos se ha disparado los últimos meses, cosa que refleja un encontronazo en cuanto a enseñarles o no a niños y niñas, y cómo, cuestiones como los derechos LGBTQ y la desigualdad racial.

      La asociación de bibliotecas detectó 1.597 libros impugnados en 2021, cifra máxima desde que la organización comenzó a registrar prohibiciones hace 20 años.

      Tradicionalmente, los miembros de la comunidad preocupados podían dirigirse al personal de la biblioteca para considerar un título. Los padres podían impedir a menudo que sus hijos sacaran determinados libros o, si consideraban que un título debía ser retirado de la circulación, podían llenar un formulario para iniciar un proceso de reconsideración en el que una comisión revisaba la idoneidad del libro.

      Cuestionamientos así venían tanto de la izquierda como de la derecha: podía haber objeciones a personajes LGBTQ o a los insultos raciales de Las aventuras de Huckleberry Finn. Según quienes están a cargo de las bibliotecas, hoy esas confrontaciones más tranquilas persisten, pero los conflictos en torno a los libros han aumentado drásticamente.

      Ahora la agrupación extremista Proud Boys podría aparecerse en una reunión de consejo escolar porque en el orden del día figuran los libros, como hicieron el otoño último en Downers Grove, Illinois.

      El mes pasado, miembros de Proud Boys desbarataron una sesión de cuentos para familias organizada por una drag queen en San Lorenzo, California, y una hora de cuentos con temática LGBTQ en Wilmington, Carolina del Norte.

      En Cabot, Arkansas, el departamento de policía local investigó a una mujer que dijo que si ella tenía "algún problema mental", el personal de la biblioteca de una escuela local sería "acribillado" con un arma, según un informe policial.

      La policía determinó que el incidente, que tuvo lugar en una reunión de Moms For Liberty (Mamás por la libertad) –una organización que ha promovido la prohibición de libros en todo el país– no se produjo en un contexto de amenaza y no hubo necesidad de presentar cargos.

      Con frecuencia estas disputas se presentan como asuntos de bibliotecarios progresistas que defienden libros de izquierda, pero Carolyn Foote, bibliotecaria jubilada y fundadora del grupo FReadom Fighters (Combatientes por la libertad de leer), que se estructura para defender a dirigentes de bibliotecas, sostiene que la idea de que en esa profesión todos son progresistas no es cierta, especialmente en un sitio como Texas, donde vive. Para la mayoría de los bibliotecarios, cree, la cuestión no es política sino de ética profesional.

      Martha Hickson, una bibliotecaria, dijo que cuando los intentos de prohibición de libros se convirtieron en ataques personales se estresó. Credit. Bryan Anselm para The New York TimesMartha Hickson, una bibliotecaria, dijo que cuando los intentos de prohibición de libros se convirtieron en ataques personales se estresó. Credit. Bryan Anselm para The New York Times

      El agobio de vivir amenazados

      "Resulta agobiante", declara sobre los esfuerzos para restringir el acceso a ciertos libros. "Una sabe cuál es su trabajo, sabe cuáles son las mejores prácticas y criterios de la profesión, y te obligan a hacer cosas que una sabe que violan todo eso." Cada vez más, la integridad personal y profesional de la gente a cargo de las bibliotecas también se pone en tela de juicio.

      En mayo, un diputado estatal republicano de Virginia Beach, Tim Anderson, presentó una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información para conocer la identidad de bibliotecarios y bibliotecarias de escuelas que tenían ejemplares de libros que algunos padres denunciaban por contener material sexualmente explícito.

      "La pregunta es: ¿cómo llegan los libros deliberadamente vulgares a las escuelas?", planteó en una entrevista. "¿Son los bibliotecarios quienes hacen esto?".

      Algunos de los conflictos llegaron a ser tan acalorados que los miembros de la comunidad intentaron presentar cargos penales contra los bibliotecarios. En el distrito de Martha Hickson en Nueva Jersey, se presentó una denuncia ante el Departamento de Policía de Clinton Township sobre material obsceno en un libro de la biblioteca.

      La Fiscalía del condado de Hunterdon dijo que ninguna de las informaciones que recibió indicaba una conducta delictiva. En Granbury, Texas, un alguacil del condado abrió una investigación acerca de los libros disponibles en la biblioteca de un colegio secundario tras recibir una queja.

      Muchos bibliotecarios han renunciado –o perdido su empleo– luego de altercados por los libros. Suzette Baker fue despedida de su trabajo al frente de la sucursal de la biblioteca de Kingsland, en el condado de Llano (Texas), después de negarse repetidamente a retirar libros como lo habían exigido funcionarios del condado, según una demanda.

      Esa demanda fue presentada la primavera nórdica pasada por parte de diversos residentes contra los funcionarios del condado, alegando que al censurar los libros violaban la Primera Enmienda constitucional.

      Entre los títulos que los funcionarios querían retirar estaban Cómo ser antirracista, de Ibram X. Kendi, y Entre el mundo y yo, de Ta-Nehisi Coates. Los funcionarios de Llano y el fiscal del condado no respondieron la solicitud de hacer comentarios al respecto.

      Debbie Chávez, que trabajó 18 años como bibliotecaria, decidió dejar la profesión después de que un padre que se reunió con ella para discutir sus objeciones a Lawn Boy y que grabara su conversación sin que ella lo supiera.

      Se publicaron extractos en Facebook, y distintos comentaristas pidieron el despido de Chávez, diciendo que estaba "predisponiendo jóvenes". Recibió mensajes despiadados en su correo electrónico de la escuela, informa, y finalmente dejó su empleo de bibliotecaria en una escuela secundaria de Round Rock en marzo.

      "Fue horrible ver que mis palabras se utilizaban como grito de guerra por los censores de libros y que mi conversación se hubiera tergiversado", menciona. "Y se suponía que yo debía seguir vistiéndome e ir a la escuela y hacer mi trabajo”.

      Tonya Ryals dejó su trabajo como subdirectora de la Biblioteca Pública de Jonesboro en el condado de Craighead (Arkansas) en febrero, después de que la junta directiva de su biblioteca introdujera una serie de nuevas medidas, entre ellas la de exigir la aprobación de la junta de cada nuevo libro adquirido para la colección infantil.

      Algunos de los libros con temática LGBT siendo cuestionados en bibliotecas de EEUU. Crédito Bryan Anselm  The New York TimesAlgunos de los libros con temática LGBT siendo cuestionados en bibliotecas de EEUU. Crédito Bryan Anselm The New York Times

      Las medidas se rechazaron, pero el resentimiento que encontró Tonya en Internet fue demasiado, por lo que explica.

      Pedófilos y groomers

      "Hicieron comentarios sobre el personal de la biblioteca, llamándonos groomers y pedófilos y diciendo que había que despedirnos, que había que encarcelarnos, que había que encerrarnos, que había que quemar todos los libros", recuerda. "Llegó un momento en que pensé: ¿quiero vivir aquí? ¿Puedo someterme a algo así?".

      A veces los libros en cuestión desaparecen de los estantes, si bien las políticas de las bibliotecas suelen dictar que deben seguir estando disponibles hasta que se complete el proceso de impugnación. Deborah Caldwell-Stone, directora de la oficina de libertad intelectual de la asociación de bibliotecas, indica que su oficina ha recibido informes de que algunas agrupaciones están sacando libros que consideran objetables.

      Las bibliotecas también enfrentan presiones crecientes por parte de legisladores que están elaborando nuevas leyes y procedimientos destinados a facilitar la retirada de los libros cuestionados.

      Al menos cinco estados, entre ellos Arizona, Georgia y Kentucky, han aprobado leyes que modifican el modo en que las bibliotecas gestionan las quejas sobre el material o el modo en que se nombran los integrantes del consejo de administración de la dependencia, según el organismo de acción política para bibliotecas EveryLibrary.

      Muchos estados tienen leyes que protegen de acciones judiciales a docentes, investigadores y bibliotecarios para que puedan utilizar materiales educativos que algunos podrían considerar cuestionables. Estas leyes también están siendo objetadas.

      Hace poco Oklahoma promulgó una ley que elimina las exenciones para docentes y personal de bibliotecas "de demandas por violación intencional de la ley estatal que prohíbe la exposición indecente a material obsceno o pornografía infantil".

      Para algunas personas encargadas de bibliotecas el momento ha sido especialmente discordante porque cuando estaban en vigor los impedimentos por la pandemia se las aclamaba como heroicas por entregar libros y computadoras portátiles a los estudiantes en sus casas. Ahora, sostiene Audrey Wilson-Youngblood, coordinadora de servicios bibliotecarios de Texas, algunos ven a los bibliotecarios como mala gente.

      "Sentí como un cuchillo en el corazón", refiere acerca de acusaciones de que el personal de la biblioteca les estaba haciendo daño al estudiantado. "Ese dolor es lo que me llevó a tomar decisiones realmente difíciles, a hacer cambios para mí y mi familia".

      Wilson-Youngblood dimitió el mes pasado de su cargo en el Distrito Escolar Independiente de Keller por el desgaste que estaba causándole el estrés a su familia. Había trabajado allí 19 años.

      Traducción: Román García Azcárate / ©The New York Times


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      Elizabeth A. Harris y Alexandra Alter

      The New York Times

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