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      La seductora vida secreta de las plantas

      Libros recientes consideran los vegetales como especies con inteligencia y sensibilidad y generan discusión entre biólogos y filósofos.

      La seductora vida secreta de las plantasConservacionismo. Los teóricos señalan que el actual modelo socioeconómico se sirve de la flora y la fauna de una manera a veces predatoria. CC2

      La maduración social hacia una mayor conciencia ecológica alimenta cambios en la percepción sobre los animales pero también sobre las plantas. De hecho, se ramifican los replanteos sobre el mundo vegetal, que llevan a dejar de considerar a sus integrantes como elementos más cercanos a las piedras que a los otros seres vivos.

      En este sendero, algunos autores afirman que árboles, arbustos y demás especies de ese universo tienen sentimientos e inteligencia, términos asociados, de manera extendida, a los seres humanos. Y cuyo uso, en estos casos, viene cargado de polémica.

      De todas formas, lo que sí florece es una tendencia a iluminar a los seres vegetales bajo otras miradas, más ricas y complejas. “Puesto que la vida es una red, no hay una ‘naturaleza’ o un ‘entorno’ separado de los seres humanos. Formamos parte de la comunidad de los seres vivos, compuesta de relaciones con ‘otros’, de modo que la dualidad ser humano/naturaleza que se halla en el corazón de muchas propuestas filosóficas es, desde una perspectiva biológica, ilusoria”.

      Eso señala en un ensayo el profesor de Biología de la Universidad de Oxford David Haskell, autor del recientemente distribuido en la Argentina Las canciones de los árboles. Un viaje por las conexiones de la naturaleza (Turner). El libro se aventura en un recorrido por distintos puntos geográficos (Ecuador, Japón, Estados Unidos y Canadá) en donde el autor establece un vínculo con los árboles del lugar. Así, combina el análisis cultural con el científico, además de consideraciones políticas y económicas. Y encuentra, por ejemplo, una curandera y profesora shuar -pueblo que vive en la Amazonía ecuatoriana- quien le asegura que “cada árbol es una persona viva, con habla” y, al mismo tiempo, explica las características del ceibo.

      La separación tajante entre seres humanos y otros seres vivos es la que todavía reina en la actualidad. Pero hay otras cosmovisiones, para las cuales las especies vegetales cumplen un papel fundamental que excede ser solo madera, fertilizante, comida o materia prima para medicamentos.

      Jean Chevallier y Alain Greerbrant, en su clásico Diccionario de los símbolos, recuerdan que, en la tradición védica, a las plantas “se las invoca como divinidades”. De hecho, esos autores aseguran que pueblos como los tagalog, de Filipinas, o los ainu, del norte japonés, creen que el ancestro más antiguo de la humanidad es un árbol. Y una leyenda nórdica relata que Odin creó al primer hombre y a la primera mujer con la unión de dos troncos.

      Elogio a la verde habilidad

      Ahora bien: el actual modelo socioeconómico se sirve tanto de animales como de especies vegetales de una manera en muchos casos predatoria. Mientras ciertos fallos judiciales hablan de los derechos del animal (como el que consideró a la orangutana Sandra, encerrada en el ex zoo porteño, “persona no humana”), existe una corriente que asegura que las plantas tienen sentimientos e inteligencia. Quizá el autor más conocido de esa tendencia sea el biólogo italiano Stefano Mancuso, autor de, entre otros libros, Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal (en coautoría con Alessandra Vittola, Galaxia Gutenberg).

      Mancuso, profesor de la Universidad de Florencia, no tiene dudas: “Las plantas poseen los mismos cinco sentidos de los que está dotado el ser humano: vista, oído, tacto, gusto y olfato, cada uno de ellos desarrollado a la manera ‘vegetal’ pero no por eso menos satisfactoria”. Agrega que ellas poseen “otros quince sentidos, que les permiten sentir y calcular la gravedad, los campos electromagnéticos, la humedad y son capaces de analizar numerosos gradientes químicos”.

      El autor redobla la apuesta y asegura que, si la inteligencia es “la habilidad para resolver problemas”, las plantas demuestran esa conducta con frecuencia.

      “Se defienden de los depredadores con la ayuda de estrategias que no pocas veces implican a otras especies, solicitan la ayuda de ‘mensajeros’ de confianza para la polinización, sortean obstáculos, se prestan ayuda mutuamente, cazan animales o los atraen, se mueven para obtener comida, luz, oxígeno. ¿Cómo no admitir, pues, que las plantas sean seres inteligentes de pleno derecho”, se pregunta Mancuso.

      Leonardo González Galli, doctor en Biología e investigador del Conicet en el área de Didáctica de las Ciencias Naturales, polemiza con el escritor italiano: “No es legítimo asegurar que las plantas sufren, cuando no tienen con qué sufrir. No tienen los tipos celulares, tejidos y órganos que en nosotros llevan a cabo los procesos fisiológicos que subjetivamente experimentamos como sentimientos”.

      En cuanto a la idea de “inteligencia vegetal”, González Galli explica: “Mancuso y otros definen ‘inteligencia’ como la capacidad de reaccionar adaptativamente. Pero cuando hablamos de ‘inteligencia’ (más allá de la enorme dificultad en consensuar una definición) nos referimos a procesos cognitivos conscientes.

      Por ejemplo, que una planta gire sus hojas para maximizar la captación de luz es una reacción adaptativa que puede verse como ‘inteligente’ en el sentido de que la planta está haciendo lo que un ser inteligente como nosotros haría si quisiera maximizar la captación de energía lumínica. Pero esa capacidad no implica lo que entendemos por inteligencia en el sentido humano”.

      ¿Derechos vegetales?

      Virginia Luna, profesora asociada de Fisiología vegetal de la Universidad Nacional de Río Cuarto y también investigadora del Conicet, afirma: “Lo que hay dando vueltas es un problema semántico, el uso de determinados términos que para algunos significa ‘humanizar a las plantas’”. Para ella, es cierto que la naturaleza de las especies vegetales “es mucho más compleja que la de los animales, en términos de capacidad sensorial y de respuesta a estímulos diversos” aunque considera que “no sienten en un sentido ‘emocional’ sino que los estímulos desencadenan en ellas procesos físico-químicos, algunos de ellos muy rápidos (segundos), que a su vez inducen una modificación bioquímica que genera una respuesta”.

      El árbol de los debates epistemológicos no debería tapar el bosque de los descubrimientos. Haskell ilustra cómo las agujas de los abetos poseen células que abren o cierran los poros para recoger gases o liberar vapor de agua, en función de las necesidades del árbol. La misma especie, cuando las orugas o los alces mordisquean sus hojas, derrama resinas con un sabor desagradable para esos animales. González Galli, en tanto, reconoce: “Hay fenómenos muy interesantes, como los de las plantas atacadas por un insecto, ante lo cual emiten una sustancia, otras plantas captan esa señal y producen una toxina para protegerse”.

      ¿Llegará el momento en el que existan fallos judiciales que busquen proteger los derechos de las especies vegetales? ¿Se considerará a un árbol “persona no humana”? Enrique Viale, presidente de la Asociación de Abogados Ambientalistas, recuerda: “Se han resuelto casos judiciales en los que se considera a la Naturaleza como poseedora de derechos, en un fenómeno diferente al de los derechos de los animales, aunque tengan un parentesco entre sí”.

      Por su parte, González Galli concluye: “La cuestión de hablar de personas no humanas es súper compleja, porque hay buenos argumentos para considerar que no es tan fácil diferenciar a un hombre de un chimpancé y es más razonable preocuparse por un animal que se nos parezca. ¿Dónde ponemos los límites en ese sentido? No está escrito en ningún lado, pero, en cualquier caso, parece evidente que las plantas están más allá de ese límite”.


      Sobre la firma

      Alejandro Cánepa

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