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      Animales en fuga

      Nadar bajo la tierra reúne en un solo volumen todo el trabajo lírico de Diego Muzzio, de notable delicadeza expresiva.

      Animales en fugaDIEGO MUZZIO. FOTO: JUAN MANUEL FOGLIA

      Compleja e intensa, tramada sobre una constelación de lecturas que va de la Biblia al Tao Te King y de Tolstoi a Pound, la poesía de Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969) recopilada en Nadar bajo la tierra comprende nueve libros y conforma su unidad en torno al tema de la muerte y a la figura del padre. La coherencia de la obra, señala Lucas Margarit en el estudio preliminar, se verifica además “en diferentes maneras de pensar el verso, la experiencia y la imagen”.

      Gaston Bachelard decía que la imaginación poética está regida por alguno de los cuatro elementos, y en el caso de Muzzio se trata del agua. Un agua oscura y profunda a la que apunta el título del libro y formula una clave de lectura: los que nadan bajo la tierra son los muertos, y esa imagen captura una presencia y un movimiento inquietantes y con frecuencia desestabilizadores.

      En Hombre en desorden (1993), el libro que abre la recopilación, Muzzio reconoce el tema de la muerte como el objeto y a la vez la dificultad para su escritura. La insistencia da cuenta de lo que se sustrae a la expresión y se revela inaccesible al lenguaje. Pero la escena que se esboza en “Carta a mi padre”, poema inicial en torno a la pérdida del padre en la infancia, se torna creciente y atraviesa el conjunto.

      En ese via crucis de la escritura parece decisiva la trilogía que componen Sheol Sheol, Getsemaní y Gabatha (premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2000). Las preguntas ante la muerte resuenan ahora como reelaboración de referencias bíblicas y de la poesía mística y la reiteración de palabras y de fórmulas en el estilo de la salmodia (“la hora de la muerte es todas las horas”, entre otras) configura una matriz rítmica y expresiva.

      La alusión a episodios de la tradición religiosa y de las artes plásticas, como en los poemas sobre Hieronymus Bosch, remite sin embargo a cuadros del presente. En “San Juan Bautista en el desierto”, por caso, la referencia cultural se contrapone a la alienación de la vida urbana, y en “Los iluminadores” una pintura del Bosco en una Biblia en octavo deriva a la situación de estar en el cine. Más que una función explicativa, el sentido del pasado y del arte podría ser el de patentizar el presente a través del contraste.

      Muzzio escribe poesía en verso, en versículo, en prosa y en prosa cortada, y las comparaciones y contrastes de órdenes heterogéneos se vuelven muy productivos: así, entre otras imágenes notables, “el tiempo gira como un puma/ alrededor de una columna rota”, “la luz entra en el hielo/ como la lluvia en una jaula” y con la misma lentitud de la poesía “ascienden los viejos ciervos la montaña,/ deteniéndose a menudo”.

      El núcleo del sistema es la analogía de escribir y pescar, y no ya de cazar, como dictaba el legado paterno recibido con una lectura juzgada incomprensible (la novela Los caminos de Katmandú, aunque traducida por Enrique Molina, es decir asociada con la poesía) y un reloj, quizá para acentuar la dimensión de la ausencia.

      La escena y el procedimiento de la pesca tienen múltiples significados y descartan el culto convencional de la paciencia porque “un poema es un acontecimiento, no la descripción de un acontecimiento” (Robert Lowell citado por Muzzio) y la recompensa no está asegurada.

      En “Muelle”, un texto de Ultimátum y otros poemas, implican la fascinación por la muerte, por lo que surge de la profundidad y por el contacto físico con lo radicalmente extraño. El agua se oscurece todavía más y se confunde con la sangre, y los peces son también una figuración de los muertos, desde la imagen de los salmones que nadan contra la corriente y agotan sus fuerzas en el intento de llegar al mar al recuerdo de la pecera en la escena de la muerte del padre.

      En Los lugares donde dormimos, el último libro, la obsesión con la muerte parece resuelta y la mirada entrelaza episodios cotidianos y reflexiones sobre la poesía. Muzzio cierra Nadar bajo la tierra con “El pescador en la habitación en penumbra”, su poética: “Un buen poema es algo misterioso. Como lectores, el poema debe dejarnos siempre con una sospecha, una línea de fuga. Un buen poema escapa hacia delante, como un animal perseguido”. Es lo que sucede una y otra vez en su obra.

      Nadar bajo la tierra, Poesía reunida. Diego Muzzio. Salta el Pez Ediciones, 378 págs.


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      Osvaldo Aguirre

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