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      Mark Chapman y la necesidad de ser el ombligo del mundo

      • La miniserie John Lennon, asesinato sin juicio trata de explicar, por enésima vez, uno de los crímenes más lamentados e inexplicables.
      • La producción documental tiene tres episodios.

      Mark Chapman y la necesidad de ser el ombligo del mundoMark David Chapman

      Para todos los que tenemos más de cincuenta, el asesinato de John Lennon es uno de esos hechos que deparan la famosa pregunta de qué estaba uno haciendo cuando oyó la noticia. Pero aparte hay otra pregunta, u otro tipo de pregunta, que hoy calificaría como “contrafáctica”. Y es, de haber vivido, ¿qué habría hecho John en estos últimos cuarenta años? ¿Qué otra genialidad habría grabado? ¿Cómo se habría manifestado, habida cuenta de sus latentes posturas ideológicas, en circunstancias como el ataque al World Trade Center o la invasión a Irak?

      John Lennon y su mujer, Yoko Ono.John Lennon y su mujer, Yoko Ono.

      En cuerpo y alma, John Lennon representa la amplificación del rock, de haber sido una mera música “de moda” a expandirse en una cultura polimórfica que continúa regenerándose (aunque cada vez menos, ciertamente). En los setentas e incluso en los ochentas, tras su muerte, Lennon fue más que un símbolo. Fue algo así como una figura paternalista, comprensible y movilizadora; una que explicaba el “por qué estamos aquí”.

      Muestra de este sentimiento fueron las expresiones de orfandad que se dieron en todo el mundo, incluyendo nuestro país, tras su asesinato. Lo paradojal es que frente a Lennon, como némesis de su figura monumental, no existe una historia de rivalidad, ni un personaje peculiar, ni una red de conspiraciones, sino la patética figura de un tal Mark Chapman, un perfecto don nadie que pasó a ser un nombre sombrío en los libros de historia.

      Perdón, ¿dije “ni una red de conspiraciones”? John Lennon: asesinato sin juicio, una flamante miniserie documental de AppleTV+, trata de raspar el meollo del asunto para, por enésima vez, intentar explicar uno de los crímenes más lamentados e inexplicables. Ver para creer.

      Lo que hay detrás de Chapman

      La premisa del documental, subrayada en su título, es investigar todo lo que hay detrás de Chapman, un texano radicado en Honolulu que tenía 25 años cuando cometió el crimen; un tipo que aun para los fans de Lennon no es más que un signo de pregunta.

      Con voz en off de Kiefer Sutherland (hijo del gran Donald y protagonista de la famosa si bien hoy olvidada serie 24), la producción no aborda al núcleo cercano del músico sino a parte del equipo de abogados de Chapman, al fiscal, a policías de Nueva York, a testigos del crimen y a viejos conocidos del asesino como un examigo, una exnovia, y hasta su expastor.

      Fotografía de archivo tomada el 28 de julio de 2010 y facilitada el 23 de agosto de 2012 por el Departamento de Servicios Correccionales del Estado de Nueva York que muestra al asesino del componente de los Beatles John Lennon, Mark David Chapman. EFE/Nysdocs/Ho/Fotografía de archivo tomada el 28 de julio de 2010 y facilitada el 23 de agosto de 2012 por el Departamento de Servicios Correccionales del Estado de Nueva York que muestra al asesino del componente de los Beatles John Lennon, Mark David Chapman. EFE/Nysdocs/Ho/

      A excepción de este último, ninguno habla muy bien de Chapman. Con ironía, su exnovia confiesa lo incómodo que fue a lo largo de su vida contarle a cualquiera que alguna vez salió con el asesino de John Lennon.

      Las “revelaciones” se mueven en dos ejes espaciotemporales. Por un lado está la vida de Chapman en Fort Worth, mayormente relatada en primera persona por sus allegados. Hijo de un padre abusador, Chapman empezó muy temprano a escuchar rock y consumir drogas pesadas que hicieron tambalear su cuadro psíquico.

      Como muchos personajes singulares de la subcultura americana, Chapman sufrió delirios alucinatorios y acabó canalizando su neurosis en una orden religiosa, algo que tampoco le funcionó bien y acabó con su exilio en Hawái, buscando en cambio paz en el paraíso terrenal.

      El documental luego expone algo que podía parecer factible pero hoy es claramente falso: la estrategia de la defensa de presentar a Chapman como enfermo mental, alguien incapaz de distinguir entre sus ideas y la realidad. Pese a la sesuda elaboración, el propio acusado dio por tierra la estrategia y prefirió declararse culpable, para evitarse el proceso de pruebas y su hipotética internación.

      Pero la estrategia de la defensa nos lleva al segundo eje espaciotemporal: el momento del asesinato de Lennon y las inmediatas pesquisas de la policía. Tanto un taxista que presenció el momento de los disparos como los oficiales que llegaron a la escena del crimen coinciden en la impasibilidad de Chapman, que se entregó sin oponer resistencia con una copia en su mano libre de The Catcher In The Rye (título originalmente traducido aquí como El cazador oculto, vaya paradoja).

      A la novela de J.D. Salinger, una lectura obligada para adolescentes inquietos durante décadas, le toca un sayo bastante feo. Luego de su aprehensión, el homicida reiteró en varias oportunidades que asesinó a Lennon para volver famoso al libro.

      Memorial de John Lennon. (AP)Memorial de John Lennon. (AP)

      Y también cosas aún más dantescas, como que él mismo se convertía en Holden Caulfield, protagonista de la novela, al momento de efectuar sus cinco disparos. Ironías de la vida: del mismo modo en que Charles Manson refería al track “Helter Skelter” de los Beatles como un llamado a las armas, Chapman aludía a otro clásico de la cultura popular para asesinar a un exBeatle.

      Otros ejemplares pop “plantados” por el homicida en su departamento neoyorquino fueron un póster de The Wizard Of Oz y un casete de Todd Rundgren. Esta colección de fetiches fue el otro potencial misil de la defensa para intentar probar –no sabemos bien cómo– la demencia de su cliente.

      La fiscalía, por su parte, siempre mantuvo –y lo sostiene hasta el día de hoy– una hipótesis más verosímil: el único desquicio que padeció Chapman fue la necesidad de ser ombligo del mundo, algo que logró de la peor forma, asesinando a quien siempre idolatró y posiblemente receló con igual desmesura.

      Todo está muy bien narrado y documentado en la serie, que a mitad de camino juguetea con la posibilidad conspirativa. Varias veces se mencionó que Lennon, con su popularidad y sus manifestaciones pacifistas, era un grano para la administración Nixon, y aquí esto vuelve a ser expuesto, agregando datos acerca de un programa de la CIA basado en la hipnosis de personas comunes para cometer crímenes (algo que se “linkea” al frustrado asesinato de Reagan, pocos meses después del asesinato de Lennon). Nada de esto lleva a buen puerto; el nuevo elemento es una suerte de “cliffhanger” que se difumina al llegar al tradicionalmente dramático epílogo. Nada nuevo, entonces. Al menos hasta ahora.


      Sobre la firma

      Jorge Luis Fernández

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