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      Robo en Bellas Artes, como en una precuela de la democracia

      • El periodista Imanol Subiela Salvo recrea en tono de crónica el robo nunca resuelto de 23 piezas del MNBA en la Navidad de 1980.
      • Y analiza el rol del museo.

      Robo en Bellas Artes, como en una precuela de 
la democracia El Museo Nacional de Bellas Artes estaba en remodelación cuando sucedió el robo, en la Navidad de 1980. (arriba)

      Primero de marzo de 1981. Horacio Mosquera estaba preocupado. Hace unos meses habían robado dieciséis pinturas impresionistas y siete objetos de porcelana de la colección Mercedes Santamarina en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires. Como fotógrafo oficial, fue visto con sospecha y venía observando a su alrededor cosas extrañas. Mientras caminaba por Pompeya, su barrio, al regresar de su trabajo un auto se le cruzó delante. Era un grupo de tareas de la Dictadura. Lo secuestraron. Lo picanearon. Lo interrogaron salvajemente y él juró que no sabía nada. Luego intentó denunciar su caso y llegó a declarar ante un coronel en Casa Rosada que sólo lo escuchó en silencio. Al terminar, lanzó: “Usted debe estar muy limpito para que lo hayan soltado tan rápido”.

      El periodista y Licenciado en Comunicación Audiovisual (UNSAM) Imanol Subiela Salvo se encargó de reconstruir esta historia de intriga y misterio que incluye un robo multimillonario y muy misterioso en plena noche de Navidad, vínculos con un empresario taiwanés y el tráfico de armas y personajes inefables con roles ambiguos como el periodista y militante peronista Guillermo Patricio Kelly, el ex director del MNBA Jorge Glusberg y el polémico juez federal Norberto Oyarbide. Narrado con pulso de thriller –sobre todo la primera parte donde cuenta el robo de principio a fin y la trama de suspicacias que desplegó– el libro reconstruye, mediante material de archivo e investigación, todo lo que se sabe de este robo del cual se pudieron recuperar sólo algunas pinturas. El paradero del resto del botín es un misterio.

      Una noche en el museo

      La noche del 25 de diciembre de 1980 el sereno Eusebio Eguía y el bombero Anselmo Ceballos compartían una cena navideña a solas en el Museo. O al menos eso pensaban. De pronto sintieron olor a humo, encontraron papeles en el suelo y una sala completamente vaciada. Así arranca el libro de Subiela Salvo cuyo orígen, según cuenta en la introducción, surgió cuando su amigo Santiago Villanueva, artista y curador, le contó la historia en un boliche. Se encontraba armando una muestra sobre el robo en la galería Isla Flotante. Luego escribió un artículo para la revista Gatopardo que fue editado por Leila Guerriero. El autor amplía la historia en diálogo con Ñ: “me di cuenta que el material daba para hacer algo más largo. De hecho en la nota quedan muchas cosas de afuera. Una vez que salió el artículo armé un índice tentativo y la estructura del libro para empezar a darle forma”.

      Imanol Subiela Salvo.Imanol Subiela Salvo.

      El comienzo, intrigante, tiene un tono de non fiction lindante al policial. El entramado del misterioso robo se va desplegando paso a paso. “Quería trabajar el libro como si fuera un policial clásico, es decir, trasladar una estructura de ficción a una investigación periodística”, revela. El autor utilizó como fuentes el material que Villanueva empleó para su muestra y el libro Pasaporte al olvido de la cineasta Patricia Martín García, quien intentó hacer un documental sobre el hecho y, por desgracia, falleció antes de que el proyecto pudiera ver la luz dejándolo trunco. “Hice algunas entrevistas, como a Oyarbide, especialistas en coleccionismo argentino, algunos empleados del Bellas Artes, revisé los expedientes de la entonces Secretaría de Cultura de la Nación y sumé material de archivo publicado en la prensa sobre el robo”, le cuenta Subiela Salvo a Ñ.

      Más allá de los ribetes llamativos del golpe multimillonario, el caso despliega un entramado muy oscuro que incluye inoperancia judicial, torturas, picanas, mano de obra desocupada de la Dictadura, torturas y desapariciones. El mismo funciona como un prisma a través del cual observar una sociedad que se encontraba transitando los últimos resabios del aparato represivo de la Dictadura Militar incorporando al relato a personajes inefables como el criminal y ex integrante de la Alianza Anticomunista Argentina Aníbal Gordon quien aparentemente estuvo involucrado en el robo.

      “Todo sirve para pensar otra cosa. Todo puede ser usado como metáfora de otra cosa, es decir, todo texto, obra, historia, puede ser la excusa para pensar o escribir algo más. O al menos me gusta pensar que mis textos son eso: una excusa”, comenta Subiela Salvo al respecto y agrega: “la historia del robo permite hablar de los usos culturales que tuvo la dictadura, cómo usó el patrimonio cultural para reprimir. Y también para entender nuestra relación con el mundo del arte y la concepción que podemos tener de un Museo. Es un lugar donde se guarda un acervo y a la vez puede ser una caja de dinero muy grande”.

      “El llamado”, dibujo de Paul Gauguin.  “El llamado”, dibujo de Paul Gauguin.

      Atrápame si puedes

      Además de Gordon, otra galería de personajes secundarios muy peculiar condimenta el relato: Nelly Arrieta de Blaquier –histórica presidente de Amigos del Bellas Artes–, el periodista y militante Guillermo Patricio Kelly –uno de los principales denunciantes del robo y su oscuro entramado judicial y militar alrededor– el ex director del MNBA Jorge Glusberg –polémico, denunciado por maltratos, también impulsó la búsqueda de las obras robadas– el cazador inglés de obras de arte perdidas Julian Radcliffe y el controversial juez Norberto Oyarbide, quien terminaría siendo clave para recuperar las únicas tres pinturas que en 2005 regresaron al museo.

      Subiela Salvo se sorprendió al entrar en su entorno: “A medida que avanzaba en la investigación, lo que más me sorprendía era cómo mis prejuicios sobre determinados personajes no se cumplían: los malos eran buenos y viceversa”. Al respecto, traza una ligazón con la actualidad: “Esto es algo bastante contraepocal ¿no? Lo pienso en el sentido que ahora es todo ellos o nosotros. En mi mente siempre todo es más raro y está todo más mezclado. Hay momentos donde uno juega el papel de villano y otros en los que toca hacer de héroe”.

      “Recodo del camino”, de Cézanne. Robada del MNBA y recuperada.“Recodo del camino”, de Cézanne. Robada del MNBA y recuperada.

      Sobre el final, el libro resalta cómo esta historia quedó casi en el olvido. Las pinturas recuperadas están en el Museo pero no poseen ninguna placa o mención sobre el hecho. Se camuflan junto a otras tantas como si nada llamativo hubiera pasado con ellas. Además, el autor revela detalles poco conocidos sobre el robo. En una visita a Interpol Argentina, descubrió algo que lo sorprendió acerca de los principales sospechosos de haber adquirido las pinturas en la clandestinidad, oriundos de Taiwán. “La novedad es lo que aparece en el epílogo. No lo voy a contar porque sería como spoilear el final y necesito que las personas compren y lean el libro”, agrega el autor con ironía.

      Este último dato, acerca de los supuestos compradores y traficantes de las piezas robadas, agrega una capa más de intriga. Del mismo modo que este libro, flota en el aire tras un manto de misterio para que el lector curioso intente descubrirlo. Al igual que en los mejores policiales, con la salvedad de que aquí nada es invento por más truculentos que ciertos detalles parezcan, las pistas están delante de sus ojos.


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      Sobre la firma

      Pablo Díaz Marenghi

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