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      Un callejón sobre los pasos del primer Bush

      Redacción Clarín

      Es improbable aunque no imposible que la súbita decisión de aminorar la velocidad de la ofensiva militar sobre Siria anticipe la eventual cancelación de la operación. Es mucho lo que se avanzó con los puños en alto y será inevitablemente alto el costo político de un retroceso. Ese es el primer callejón de esta crisis desconcertante. El otro, íntimamente vinculado, lo configuran las dudas que no se despejan sino que tienden a agravarse respecto a qué exactamente ocurrió con el ataque químico en los suburbios de Damasco. Ese episodio es el caso bélico que se esgrime para esta acción, pero debería ser mucho más sólido de lo que aparenta. Es desde ahí que crece la demanda para que el Consejo de Seguridad brinde legalidad al ataque.

      Algunas respuestas para este laberinto quizá pueden hallarse en la propia operación militar. La intención de Washington es efectuar un golpe relámpago de algunas horas, tal vez hasta dos días, con misiles apuntando a blancos convencionales del régimen. Ninguno de ellos serian los depósitos de armas químicas, por las consecuencias imaginables. Ese bombardeo sería asumido como una penalidad y una advertencia de futuras acciones contra la dictadura por haber cruzado la línea roja del uso de armamento químico. El diseño en el arenero recuerda la primera contienda del Golfo (90-91) en la que el entonces presidente norteamericano George Bush padre, derrotó y expulsó de Kuwait a Saddam Hussein. El tirano de Irak, un ex aliado carnal de EE.UU., había tomado ese rico Estado petrolero como reacción a la bancarrota que le generó la guerra que libró a instancias de Occidente a lo largo de casi toda la década de los ‘80 contra la teocracia iraní. Bush tuvo un éxito veloz, pero se detuvo ahí. No siguió hasta Bagdad porque entendía que el dictador servía aún a los intereses norteamericanos como un equilibrador de las tensiones en ese país que, de caer, entraría de lleno en la influencia de Teherán. El hijo de aquel Bush, el neoconservador George W. derrocó en la Segunda Guerra del Golfo (2003) al dictador acusándolo falsamente de poseer armas de destrucción masiva, y sucedió lo que temía su padre: Irak es hoy parte más que virtual del patio trasero iraní. Obama va siguiendo en esta crisis el ejemplo del primer Bush. Si golpea, no será para que caiga Bashar Al Assad. Al igual que Saddam, el hombre fuerte sirio es un dique a una realidad imprevisible y lo es, también, por responsabilidad occidental. La masacre en ese país avanzó de modo tal que parece improbable ya una victoria rebelde. La percepción ahora es que EE.UU. pretendería con este polémico ataque demorar al menos un poco aquel final.


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