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      La guerra de la inflación que el campo le gana a Roberto Feletti

      Se suman factores que relativizan el efecto de la producción rural sobre los precios. Y hasta los panaderos lo explican.

      La guerra de la inflación que el campo le gana a Roberto FelettiComida barata. En estos días feriados, los turistas extranjeros testimonian sobre el bajo el costo de los alimentos argentinos. (Foto: variedad de milanesas en Don Ignacio).

      Dicen que en una guerra la primera derrotada es la verdad. Pues bien, en la “guerra” que el Gobierno planteó contra la inflación una de las afirmaciones iniciales fue acusar a los productores agropecuarios como culpables del alza de precios que se padece en nuestro país. Lo hizo especialmente Roberto Feletti, el secretario de Comercio que actúa como ariete oficial de la manera que piensa Cristina Fernández de Kirchner. Ambos insistieron en que es clave desacoplar los valores internacionales.

      ¿Sabrán que con las retenciones y el desdoblamiento cambiario más de la mitad de lo que podrían facturar por su trabajo los agricultores –como cualquier colega sudamericano- es captado por el Estado, entre otras cosas para cubrir el desastre energético que ha quedado tras dos décadas de intervenciones a las reglas de mercado?.

      Al respecto, la vicepresidenta se jacta de que lo importante es tener poder, pero no explicó lo que pudo con el poder adquisitivo de los argentinos en las dos décadas que lleva en la cúspide del poder.

      No hay que soslayar que hasta el “moderado” Martín Guzmán (ministro de Economía) habló de impuesto a la renta extraordinaria (ver página 3) como alternativa a su rechazo a una suba de las retenciones a los granos. Y hasta el presidente Alberto Fernández, acusó este viernes a la cadena de ganados y carnes por el precio del asado, que aumentó 236% durante su mandato.

      Mientras tanto, en este feriado internacional de Semana Santa, los vecinos latinoamericanos que pueden pasear por nuestro territorio se asombran por lo barato que pueden comer, no sólo los derivados del trigo y el maíz que dejaron de proveer Ucrania y Rusia. Eso expone que la comida en la Argentina no está cara, salvo para los que vivimos con las condiciones económicas de las cuales son responsables los que manejan el poder.

      El problema es que somos pobres en relación a otros países. Y eso es porque se emitieron muchos pesos y valen menos respecto de los bienes y servicios. Muy didáctico al respecto es un dibujo animado del Pato Donald, publicado por La Voz del Interior (ver aquí) sobre el caos social que genera la “multiplicación del dinero”

      En ese contexto, un buen plato de comida, vale cada vez más que cualquier billete en los que ya casi no ponen la cara nuestros próceres. Esa situación ya la entiende la gran mayoría de la gente. Por eso, este miércoles, cuando se conoció la inflación mensual más alta en 20 años, pocos apuntaron al campo como culpable.

      Sí, hubo algunos que pusieron foco en el salto en los precios de los alimentos, quizá justificado por la sensibilidad que genera como necesidad vital para la gente más vulnerable. Y porque a esta altura de la escalada inflacionaria, es una inquietud central para una franja mayoritaria de la población argentina. Pero ni los habituales voceros K profundizaron en la falacia de echarle la culpa al trigo de Ucrania sobre el pan de La Matanza, conscientes de que poca gente cree en esas asociaciones libres.

      En ese sentido, contribuyó a la verdad la Federación Panaderil de la Provincia de Buenos Aires (Fippba) al describir cómo se compone el precio del pan que paga el consumidor.

      “Con el precio final al consumidor de $220 el pan tipo francés, la harina incide en el 29% del precio, el cual se desagrega en poco más del 17% por el trigo y algo más del 11% por la molinería en forma directa”, indicaron. Asumieron que "en cada panadería se agregar el 50% del valor: por salarios, servicios y alquileres". Y destacaron que “los impuestos se llevan el 21% del precio”.

      Analistas certeros destacaron que hubo varios rubros que aumentaron más. Y no sólo por los lógicos saltos estacionales, como en el rubro educación. También, por ejemplo, la ropa subió más que los alimentos, en marzo (10,9 vs.7,2%) y en los últimos 12 meses (67,3 vs 59,7%) ¿Qué tendrá que ver Putin con esto?

      En este contexto, el campo ha sido muy hábil en contestar las falsas acusaciones pero sin dejarse arrastrar al ring. “El Gobierno busca el conflicto con el campo para disimular su incompetencia”, advirtió el diputado Ricardo Buryaile, en una entrevista con la periodista Lucrecia Eterovich para TN Campo.

      No tensar la cuerda más allá del firme reclamo ha permitido sostener una línea con el ministro de Agricultura, Julián Dominguez, lo cual redundó, por ejemplo, en que no aumentaran las retenciones del trigo y el maíz al doble de las alícuotas actuales, como quería Feletti. También se pudieron mantener los canales de gestión para bregar por un mejor abastecimiento de gasoil e impulsar el corte de biocombustibles.

      Esa actitud inteligente de la Mesa de Enlace no invalida la legitimidad del reclamo que harán productores autoconvocados, el sábado próximo, 23 de abril, con una marcha federal al Obelisco de Buenos Aires y a la Plaza de Mayo.

      Pero esquivar la invitación a ser el eje antagónico resultó clave para que casi nadie mire seriamente al campo como el culpable de la inflación. Es una gran batalla ganada en la guerra contra la inflación que lamentablemente está lejos de terminar.


      Sobre la firma

      Mauricio Bártoli
      Mauricio Bártoli

      mbartoli@clarin.com

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