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      ¿Las mujeres y los niños primero?

      Son los más pobres entre los pobres. En las zonas rurales, su situación empeora: llega a 6,4% el analfabetismo.

      El dato impacta: el 6,4% de los productores del campo no saben ni leer ni escribir. Hablamos de 14.390 varones y mujeres analfabetos o que no llegaron a completar la primaria, según el Censo Agropecuario 2018, realizado por el INDEC y difundido la semana pasada.

      La Patagonia lidera el ranking con el 11% de los productores rurales en esas condiciones educativas. En la región pampeana, el porcentaje baja a 4%. A nivel país, la situación se agudiza por el transporte y la conexión: cuando las escuelas primarias están lejos, los chicos tienden a abandonar la primaria. Lo cierto es que las dificultades en los caminos y los accesos inciden más que el trabajo rural en la deserción escolar, que hoy se ubica en el 12% y bajó respecto del 21% que se registraba hace 16 años. Además subió tres puntos (a 13%) el porcentaje que logra terminar sus estudios terciarios y universitarios.

      “Que la universidad sea gratuita no garantiza educación para todos”, comenta Manuel Lozano de la Fundación Sí, en una charla informal luego de su presentación en TEDxRíodelaPlata. “En Catamarca, hay chicos que tienen que viajar 12 horas para llegar a su facultad. Aunque tuvieran la plata, la distancia material resulta imposible, pero sería lo más fácil de resolver. Lo más terrible es el nivel con que terminan el secundario. Se les hipoteca la vida con la educación que reciben”. Manuel se refiere al nivel educativo que advierte en las residencias universitarias destinadas a los jóvenes de zonas rurales, supervisadas y coordinadas por la fundación.

      El proyecto está destinado a los egresados de secundarios rurales alejados de los centros urbanos (donde se concentra la oferta educativa terciaria y universitaria) y no cuentan con los recursos materiales para ir a estudiar. Estas residencias brindan alojamiento gratuito, comida, material de estudio, clases de apoyo, transporte y todo lo que necesitan para llevar adelante una carrera.

      Hasta ahora hay 10 en funcionamiento, con 320 estudiantes alojados y 1.345 escuelas contactadas para difundir el proyecto que llevan adelante un equipo de voluntarios tutores y especializados. “Lamentablemente, muchos de los que se postulan no logran superar el proceso de selección. A pesar de todos los esfuerzos que hacen -y hacemos-, su nivel es bajo. No buscamos la excelencia sino lo mínimo como para que puedan seguir una carrera”, asegura.

      Las residencias funcionan en Santiago del Estero, La Rioja, Córdoba, Catamarca, Salta, Neuquén, Rosario, Corrientes y Tucumán. Apuntan a los jóvenes de las regiones más inhóspitas, con alta deserción escolar, que abandonan sus estudios para trabajar y ayudar a sus familias, carecen de oportunidades laborales o viven a grandes distancias de los centros educativos.

      “Los chicos son los más pobres dentro de los pobres. Acordarse de ellos cuando llega la Navidad es fácil, pero no sólo son un problema en Navidad. Tenemos que exigirnos más a nosotros mismos para involucrarnos y que haya más oportunidades”, alienta.

      Cada provincia es un mundo diferente. Chaco y Santiago del Estero presentan los peores índices. Y a este cuadro puede sumarse la situación de las mujeres rurales, también pobres entre los más pobres. Visibilizar su realidad fue uno de los objetivos de Women 20, que se realizó en Buenos Aires.

      “Las mujeres rurales son responsables del 43% de la producción de alimentos a escala mundial. Se estima que si tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que sus pares varones, los rendimientos de las cosechas aumentarían entre un 20 y 30%, con una reducción del hambre de entre un 12 y 17% (tema urgente hoy en el país)”, describe Susana Balbo, chair del W20 en Luchadoras: mujeres rurales en el mundo, editado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura. El libro ofrece una mirada global, con el análisis de especialistas internacionales, que incluye a todas: índigenas, criollas, migrantes y afrodescendientes.

      La diversidad se presenta también en las actividades que desarrollan: son agricultoras, recolectoras, pescadores o asalariadas, además de desempeñarse en tareas no agrícolas, como las artesanías y el turismo. “En muchos casos, las mujeres rurales son quienes resguardan los saberes y las culturas de sus pueblos, transmiten las tradiciones y padecen problemas estructurales como violencia de género, falta de acceso a la tierra, el mercado laboral, la justicia y los servicios de protección social”, analizan.

      Es una constante su escasa participación en la toma de decisiones. Ignoradas habitualmente y vulnerables, enfrentan mayores dificultades que sus pares de zonas urbanas: violencia, marginación, discriminación estructural y menor participación en el mercado de trabajo.

      Como en el caso de los chicos, apoyar a las mujeres de las regiones más alejadas es una cuestión de justicia y derecho fundamental, como bien mencionan en el libro. 


      Sobre la firma

      Carola Sainz

      csainz@clarin.com

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