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      Para seguir pobres, el mito del país rico

      Por Marcelo A. Moreno

      ¿Era un mito lo de la excelencia alemana, un mito que se rompió en millones de pedacitos cuando un trastornado copiloto de 27 años decidió suicidarse, matando, de paso, a 144 pasajeros y a otros 5 tripulantes? Según un artículo de The New York Times, ese valor compartido sobre la eficiencia quedó seriamente mellado, por la falla generalizada de los controles que debían alarmar sobre la salud mental de Andreas Lubitz.

      Esa nación “que ha dominado Europa como su motor económico, ha llegado a definirse a sí misma como el país del orden, la precisión y el imperio de la ley”, dice el diario norteamericano.

      ¿Cómo? ¿Lufthansa no es la mejor línea aérea del mundo? Ahora muchos alemanes empezaron a pensar que quizá no. ¿Y no son los mejores del mundo en fútbol, según determinó el último campeonato mundial? El desastre aéreo dispara interrogantes que “interpelan directamente” la identidad de esa sociedad.

      Por casa, las cosas son diametralmente distintas. Además de ciertos valores –el culto a la amistad y a la familia, por ejemplo–, la sociedad argentina comparte una serie de falsedades sobre sus propias características.

      Que somos los mejores del mundo, ¿en qué? ¿En inflación, con la segunda más alta de América? ¿En la calidad educativa, con un sistema que hasta el secundario se aplica en aprobar hasta a los más probados analfabetos?

      Pero quizá el mito más nocivo, el más demente, es que vivimos en un país rico. Esta estupidez ha sido estudiada y se concuerda que su origen se ubica en la efectivamente próspera Argentina de principios del siglo XX, que acogía a inmigrantes de todo el mundo, con un potencial casi insospechado arriba y debajo de su territorio. Y en comparación, con las guerras mundiales castigando a Europa, hasta los años 50 y 60, nuestro país mantenía un buen nivel de vida. Pero la potencia quedó en impotencia. Y desde entonces esta sociedad anda barranca abajo en casi todas las asignaturas. Hay que cerrar mucho los ojos, y muy fuerte, para no advertir esta evidencia.

      Sin embargo, la idea de que con “una buena cosecha” nos salvamos todos, persiste con la inercia del mito. Y si no es la soja la que nos saca del pozo, será Vaca Muerta o el próximo talismán al que atemos nuestras esperanzas.

      Pero la verdad es que la nuestra es una sociedad empobrecida, no sólo por tener casi un 30% de pobres. Y aparece empobrecida de ideas, en un melancólico declive que también muestra su rostro en el plano intelectual.


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      Marcelo A. Moreno

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