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      La verdadera y tortuosa liberación de la orca “Willy”

      Hace hoy 20 años, la orca Keiko, protagonista de la película "Liberen a Willy", iniciaba su camino real a la libertad. Fue más largo, complicado y lleno de claroscuros que en la fantasía de Hollywood.

      La verdadera y tortuosa liberación de la orca “Willy”CLAIMA20160106_0104 AP Keiko. (AP)

      La orca se prepara, salta el rompeolas y pasa por encima del nene que llora de tristeza, pero sobre todo de emoción. Hay un montaje algo tosco para el ojo de hoy y el animal aparece una vez más, ya liberado, haciendo un saludo cortés. Y... ¡Corten!. Cierre de la escena, cierre de la película.

      Liberen a Willy, el filme de 1993, tiene uno de los más recordados y parodiados finales felices del cine de los 90. Pero Willy en realidad se llamaba Keiko, y una vez actuada su liberación en celuloide volvió a cautiverio. Hace hoy 20 años, iniciaba su verdadera liberación, en un largo y complicado camino, mucho más ambiguo y lleno de claroscuros que en la película.

      La orca había sido capturada en 1979 en las aguas heladas de Islandia. Tenía 2 años y arrancó un periplo que la llevó primero a un acuario de ese país, luego a otro en Canadá y finalmente a un parque de atracciones en México, llamado Reino Aventura. Allí "debutó" en TV, en una novela con Thalía, y en el cine local, en un filme clase Z con Hugo Stiglitz (guiño, Tarantino). Pero su caso explotó con la película de Hollywood y sus secuelas.

      Liberen a Willy fue un extraño y almibarado espécimen de película que, por ejemplo, ya adelantaba su final desde el mismo afiche de promoción. Pero fue un suceso, junto a la canción de Michael Jackson que la acompañó, y le entregó a Keiko-Willy fama mundial.

      Con el suceso se hizo evidente el cinismo de la liberación fílmica y el cautiverio real. La presión para que fuera efectivamente dejada en libertad arrancó prácticamente con la misma película. Al terminar los títulos, no aparecía una escena extra sino un número de teléfono para adherirse al reclamo. Se recibieron unos 300 mil llamados.

      Finalmente, el 7 de enero de 1996, Keiko, de 3.500 kilos, fue llevada por aire desde su tibio estanque en Reino Aventura a un acuario de la costa de Oregon, para prepararla para su liberación. Ecologistas norteamericanos llegaron a movilizar 9 millones de dólares para la operación.

      CLAIMA20160106_0105  AP Keiko. (AP)CLAIMA20160106_0105 AP Keiko. (AP)

      Sin embargo, Keiko no estaba en condiciones de volver a las profundidades del océano en Islandia. Pesaba 500 kilos menos de lo que debía, se había gastado los dientes mordisqueando el borde de la piscina y el agua tibia y con cloro (adecuada para los delfines) la había hecho lenta y le había contagiado un virus.

      Tras más de dos años de rehabilitación e intentos por "reeducarla" para que consiguiese comida por sí misma, la orca tuvo su último largo viaje. En septiembre del 98, Keiko fue trasladada a Islandia en una gigantesca pecera, transportada en un C17 Globemaster de la Fuerza Aérea estadounidense.

      CLAIMA20160106_0107  AFP Keiko. (AP)CLAIMA20160106_0107 AFP Keiko. (AP)

      Se le armó una especie de corral con redes, de 70 metros por 30, en la bahía de Vestmannaeyjar para acostumbrarla de a poco a los rigores del océano. El momento del primer chapuzón fue seguido por un batallón de periodistas en dos barcos, entre los que se mezclaba una joven mendocina amante de la ecología que había llegado ahí por gracia de Sorpresa y media, el programa de Julián Weich que cumplía sueños.

      CLAIMA20160106_0106  AP Keiko. (AP)CLAIMA20160106_0106 AP Keiko. (AP)

      En Islandia, el pescador que la había capturado, Jon Gunnarson, era buscado por muchos micrófonos. Tenía opinión formada sobre Keiko. "Debió haber sido cortado en pedacitos y enviado a Sudán como alimento de emergencia. Se podrían haber hecho 60 mil hamburguesas de su carne", declaró justo ahí donde el pragmatismo se roza con la insensibilidad.

      En marzo de 2000, después de 18 meses, la orca por primera vez abandonó su corral. Todavía necesitaba ayuda de los humanos para alimentarse, la comunicación con sus pares era defectuosa y busca constantemente el contacto con las personas. Recién en julio de 2002 se dio un último paso, que parecía imposible.

      El 15 de ese mes Keiko se alejó de la bahía de Islandia en una de sus habituales incursiones mar adentro, pero a diferencia de otras veces no regresó. Fue seguida con el rastreo satelital que permitían unos dispositivos adosados a su espina dorsal y más tarde quedó asentada en algún punto entre las islas Shetland y la costa de Noruega.

      En esa zona, fue constantemente monitoreada y ayudada por grupos ecologistas, en su hábitat natural, pero condenada a una libertad con reparos y que a esa altura, muy probablemente, no hubiese elegido.

      CLAIMA20160106_0108  AP Keiko. (AP)CLAIMA20160106_0108 AP Keiko. (AP)

      Y después

      Tras un año y medio de vida en las costas noruegas, Keiko murió, probablemente a causa de una pulmonía, en la bahía de Tarknes. Tenía 27 años, bastante más que el promedio de las orcas en cautiverio, pero mucho menos que la norma para su especie den libertad.

      Parábola de su vida a contramano de la naturaleza, su cuerpo no quedó sepultado en las aguas heladas. Fue enterrado, a las orillas de un fiordo noruego.


      Sobre la firma

      Guillermo dos Santos Coelho

      gdossantos@agea.com.ar

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