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      Escenario de batallas

      Redacción Clarín

      Un edificio de estilo soviético, un cajón cuadrado repleto de ventanas levantado en una colina estratégica que convirtió al Intercontinental en un lugar a conquistar durante las sucesivas guerras civiles. La piscina se convirtió en un cementerio. Fue utilizada por soldados perezosos para evitarse cavar las tumbas de los caídos en las batallas.

      Llegué a este hotel en diciembre del 2001, unas horas después de la huida de los talibanes. Estaba todo destrozado. Prácticamente no había vidrios y los baños estaban derruidos. Para asearse había que pagar cada mañana 10 dólares a un “celador” que alcanzaba un balde de agua tibia. Los colchones y las frazadas tenían olor a camello desbocado. Cortaban la electricidad a cada rato.

      Lo único que le daba vida al lugar era la librería de Sultan Khan en la planta baja. Había sido tolerada por los talibanes porque vendía sólo ejemplares en inglés. El librero de Kabul terminó protagonizando un best seller internacional.

      Luego, el hotel recobró cierta dignidad y fue convertido en un establecimiento bastante aceptable. Es (era), supuestamente, el más protegido y seguro de Kabul. Aunque siguió siendo siempre un objetivo militar.


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