Noticias hoy
    En vivo

      Un globo de ensayo para volver a armar la relación con el Fondo

      El Gobierno evalúa que el costo político del acercamiento es menor al que tendría la exclusión del G-20.

      Un globo de ensayo para volver a armar la relación con el FondoCLAIMA20101206_0001 STRAUSS-KAHN, JEFE DEL FMI.
      Redacción Clarín

      ¿Por qué el Gobierno buscaría acercarse ahora al FMI justo cuando entra de lleno en el año electoral? ¿Cuál puede ser el costo político de esta decisión? ¿No teme perder votos? Estas son sólo algunas de las preguntas que todavía se hacen los analistas que suelen seguir de cerca la relación entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional. Pero las respuestas que ensayan están muy lejos de poder ser consideradas como una certeza. Son apenas aproximaciones que sólo podrán ser corroboradas con el paso de los meses.

      Tal vez, como se sospecha, la participación del FMI en la construcción de un nuevo índice de precios fue una imposición externa. O fue un pedido de auxilio frente a un escenario que obligaba a la Casa Rosada a optar por el mal menor.

      En cualquier caso, el dato objetivo es que los técnicos del FMI volverán a caminar por Buenos Aires, después de casi cinco años durante los cuales tuvieron vedadas las visitas. Los malabares del discurso oficial -sostenido sobre todo por el ministro Boudou- no lograron justificar con claridad qué cambió para que esto suceda.

      De todos modos, entre los funcionarios ya hay quienes aprovechan la ocasión para hacer un primer sondeo sobre posibles costos políticos. Y concluyen que, al menos a primera vista, no parecen ser muy preocupantes. Estas dos semanas que permanecerá la misión del FMI en el país serán el termómetro que les permitirá medir si hay margen en la sociedad para ir un paso más allá. Es decir, aceptar en algún momento que los auditores hagan la mentada revisión anual de la economía que prevé el artículo 4 del Fondo.

      Por lo pronto, en Washington ya anticiparon que el abanico de entrevistas que mantendrán los enviados será amplio y no se limitará sólo a los interlocutores que designe el INDEC. Esto implica, inevitablemente, que el Gobierno no tendrá control sobre la agenda de temas que se aborden. Por ahora, el único compromiso que asumió el organismo que dirige el francés Dominique Strauss-Kahn es la discreción.

      En el trasfondo de la aparente defección del Gobierno se juega también la permanencia dentro del selecto grupo de países que integran el G-20. La exclusión de la Argentina de esa cofradía por no cumplir algunas reglas básicas (como abrir su economía a la mirada del auditor global) pasó de ser una posibilidad remota a una amenaza concreta.

      El país no tiene ya los ratios económicos (en buena parte inflados por el atraso cambiario de la convertibilidad) que podía mostrar entre los emergentes cuando ingresó al G-20. Los que conocen cómo funciona el grupo dicen que esta realidad le achicó el margen de maniobra.

      Y la normalización de las estadísticas oficiales es una de las demandas que más se hace sentir en estos ámbitos internacionales en los cuales la Argentina quiere conservar un lugar.

      La visita del FMI es el primer paso en esa dirección y, a la vez, un globo de ensayo para estudiar las reacciones que provoca.

      La intención oficial sería que la revisión del artículo 4 se produzca como parte de un “curso natural” de los hechos, como una gradualidad que sirva para hacer menos violenta la contradicción entre el discurso hipercrítico hacia el organismo y este nuevo estado de las cosas.

      Algunos estrategas de la comunicación oficialista razonan así: si en 2006 se pudo exhibir como un gesto progresista el pago en efectivo de toda la deuda con el FMI, por qué no pensar que ahora se podría conseguir el mismo efecto si se pacta un monitoreo con el que luego se pueda disentir en publico.