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      El mayor engaño de la historia: el Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombre

      Una ingeniosa máquina que 250 años atrás emocionó a multitudes, aterrorizó a los oponentes y ganó como un reloj. Entre los derrotados había personajes como Napoleón y Benjamín Franklin. Y casi 100 años después se supo cuál era su secreto.

      El mayor engaño de la historia: el Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombreEl mayor engaño de la historia: el Ajedrecista Turco, la primera máquina que derrotó al hombre.

      Corría el otoño de 1769. Un funcionario de 35 años, Wolfgang von Kempelen, fue llamado a la corte imperial de Viena para que fuera espectador de un show de magia. El hombre era un especialista en física, mecánica e hidráulica, y un servidor de confianza de María Teresa, la emperatriz de Austria-Hungría.

      Kempelen vio el show de magia y decidió, ante todos los reunidos, hacer una audaz propuesta: "yo lo puedo hacer mucho mejor".

      María Teresa, que confiaba ciegamente en ese hombre, le creyó. Le dio 6 meses de licencia de sus tareas y lo desafió a que cumpliera con lo que decía.

      En la primavera de 1770, Kempelen reapareció ante la emperatriz. Con él traía una máquina extraordinaria: un maniquí de tamaño natural sentado detrás de una caja de madera. El maniquí estaba hecho de madera tallada y vestía una túnica con adornos de armiño, pantalones holgados y un turbante.

      Un dibujo de Wolfgang von Kempelen, el inventor de la máquina.Un dibujo de Wolfgang von Kempelen, el inventor de la máquina.

      La caja de madera tenía 1,20 metros de largo, 0,80 centímetros de profundidad y 0,90 centímetros de alto, y estaba montado sobre cuatro ruedas de bronce. Todo el artilugio podía moverse y rotar libremente, de modo que pudiera verse fácil desde todos los ángulos.

      La figura de madera estaba sentada con el brazo derecho extendido, descansando sobre la parte superior del gabinete, y sus ojos miraban hacia un gran tablero de ajedrez directamente frente a él. Su mano izquierda sostenía una larga pipa turca, como si acabara de terminar de fumar.

      Kempelen le dijo a la audiencia que había construido una máquina como nunca se había visto: un juguete mecánico capaz de jugar al ajedrez. Pocos le creyeron. Kempelen no se amilanó y mostró el funcionamiento de la máquina.

      Sacó de uno de sus bolsillos un juego de llaves y abrió una de las puertas delantera del armario. Dentro había un complicado mecanismo de ruedas, engranajes, palancas y maquinaria de relojería, y un gran cilindro horizontal con pernos, similar al que se encuentra en una caja musical.

      Una ingeniosa máquina que 250 años atrás emocionó a multitudes, aterrorizó a los oponentes y ganó como un reloj.Una ingeniosa máquina que 250 años atrás emocionó a multitudes, aterrorizó a los oponentes y ganó como un reloj.

      A continuación, Kempelen abrió otra puerta detrás de la maquinaria y sostuvo una vela encendida para que su luz sirviera a los espectadores a ver ese complejo mecanismo de relojería. Después cerró y bloqueó la puerta trasera.

      Kempelen se paró frente a la máquina y abrió el largo cajón donde había un juego de piezas de ajedrez en rojo y blanco, hechas en marfil. Después abrió las dos puertas restantes del frente para mostrar que en su interior solo había un almohadón rojo, un pequeño ataúd de madera y un tablero marcado con letras doradas.

      Kempelen dijo que el autómata estaba listo para jugar al ajedrez contra cualquiera que estuviera dispuesto a desafiarlo, y eligió entre el público al conde Cobenzl.

      Una reproducción de la máquina.Una reproducción de la máquina.

      Kempelen explicó que su hombre mecánico jugaría las piezas blancas y haría la primera jugada, que las jugadas no se podían cambiar una vez realizadas, y que era importante colocar las piezas exactamente en el centro de las casillas, para que el autómata pudiera agarrarlas.

      Kempelen insertó una llave grande en una abertura del gabinete y dio cuerda al mecanismo de relojería.

      Se empezó a escuchar el sonido de un reloj proveniente del interior. La figura tallada giró lentamente la cabeza de un lado a otro, como si examinara el tablero. Para asombro total de la audiencia, el hombre mecánico cobró vida extendiendo su brazo izquierdo y moviendo una de sus piezas de ajedrez hacia adelante. La gente miraba asombrada.

      Desde ese momento pasó a llamarse "el ajedrecista turco".

      Un aviso de una de las giras de la máquina.Un aviso de una de las giras de la máquina.

      El conde Cobenzl fue rápidamente derrotado. Y los que pasaron después siguieron el mismo camino. Kempelen había construido el primer hombre mecánico de la historia que le ganaba a los humanos.

      La noticia de la máquina se extendió rápidamente por toda Europa.

      LA MÁQUINA IMBATIBLE

      Tras la muerte de la emperatriz, su hijo, José II, hizo que Kempelen llevara al Turco en tour por las cortes de Europa. El inventor y su muñeco pasaron por Francia, Inglaterra, los Países Bajos y Alemania. En París, el turco derrotó a Benjamin Franklin, un fanático del ajedrez.

      La máquina sufrió su primera y única derrota a manos de un francés: Francois Andre Danican Philidor, para todos, el mejor jugador de ajedrez de Europa en esos momentos. Los miembros de la Académie des Sciences, una de las sociedades científicas más importantes del mundo, investigaron el aparato y no pudieron encontrar respuestas de su funcionamiento.

      Y empezaron a aparecer respuestas de todo tipo. Que un mono jugaba al ajedrez escondido, que era un enano, que era un fenómeno de magnetismo, que un operador lo hacía funcionar con cables casi invisibles, que Kempelen usaba un aparato oculto en su bolsillo.

      Así jugaba el Turco. Es una reproducción de la famosa máquina.Así jugaba el Turco. Es una reproducción de la famosa máquina.

      El espectáculo del Turco no sólo era jugar ajedrez. Una segunda parte era desafiar a contrincantes en el Problema del Caballo, que ni los grandes ajedrecistas podían resolver y la máquina lo hacía con rapidez. Y la tercera parte del show era la más sorprendente: el Turco respondía a las preguntas de los espectadores mediante el uso de un tablero con letras, siendo capaz de hacerlo en inglés, francés o alemán.

      Pero un día Kempelen murió. Era 1804 y en inventor tenía 70 años. ¿Fin del turco? No.

      Kempelen hijo se lo vendió a Johann Nepomuk Malzel, un músico bávaro inventor del metrónomo (aunque en realidad le robó el diseño a otra persona).

      Con Maelzel, el turco viajó por Europa durante muchos años y en 1809 jugó la partida más importante de su existencia: ante Napoleón Bonaparte.

      El militar usó una genial técnica: hizo movimientos incorrectos. Después de tres de esos intentos, el turco derribó todas las piezas. Había ganado la partida, pero Napoleón, perdedor, no dejó de reírse.

      Luego llegó el turno de Charles Babbage, el pionero de la computadora mecánica, La máquina lo demolió dos veces.

      Una reproducción que se hizo de la máquina.Una reproducción que se hizo de la máquina.

      Malzel le vendió el autómata a Eugene de Beauharnais, el Príncipe de Venecia y Virrey de Italia, que pagó por él 3 veces más de lo que Malzel había pagado al hijo de su creador. Pero Malzel se arrepintió y volvió a comprarlo y le hizo un agregado: la máquina aprendió a decir "jaque".

      Maelzel tenía muchas deudas y escapó a Estados Unidos en 1825, llevándose al turco. Hizo presentaciones en Nueva York, Boston y Filadelfia y hasta llegó a La Habana.

      En diciembre de 1825, Edgar Allan Poe, fue a ver el espectáculo del turco en Richmond, Virginia. Llegó a la conclusión que estaba controlado por una persona dentro del gabinete, y al año siguiente publicó un relato de cómo creía que era operado por un hombre.

      Malzel murió una noche en medio de una gira. El alcohol lo mató.

      LA VERDAD SE SUPO POR FIN​

      El turco terminó en manos de un amigo de Malzel, que fundó un club. Pero ya no era lo mismo. El nuevo propietario acabó donándolo al Museo Peale de Baltimore. El Turco tuvo un triste e injusto final. El 5 de Julio del 1854 durante el gran incendio de Filadelfia el autómata terminó en cenizas. No lo merecía. Durante 85 años había derrotado a miles y solo perdido una partida.

      El hijo del último propietario no vio motivo para seguir guardando el secreto y explicó como funcionaba el Turco. Lo hizo a la revista de ajedrez The Chess Monthly en 1857.

      Un maestro de ajedrez humano se escondía dentro de la mesa y hacía funcionar la máquina cuyo interior estaba diseñado para engañar al observador.

      Allí estaba la verdad. Se supo casi 100 años después.Allí estaba la verdad. Se supo casi 100 años después.

      Ni la maquinaría visible a la izquierda del autómata, ni el cajón que guardaba el juego de ajedrez llegaban completamente hasta la parte trasera del armario, sino que sólo se extendían hasta un tercio de su profundidad. Un asiento deslizable en el interior permitía a una persona moverse y evitar ser visto mientras el presentador del número abría las diferentes puertas.

      También había un complejo sistema que mediante imanes permitía al operador saber la última ficha movida. Cada pieza de ajedrez tenía un pequeño pero potente imán en su base y cuando era colocada en una casilla del tablero atraía al resorte situado bajo esa casilla.

      Otra fabulosa solución hacía que el humo de la vela que usaba el operador dentro de la caja escapaba por el turbante del Turco.

      Finalmente, en el interior también se encontraba un tablero con clavijas conectado a una serie de palancas que controlaban el movimiento del brazo del maniquí.

      Según la confesión a la revista al menos 15 grandes jugadores de ajedrez habían operado el autómata durante sus 85 años de existencia.

      La máquina que se cansó de ganarle a humanos estaba manejada por uno de la misma especie. Pero el maravilloso secreto estuvo en pie casi 100 años.

      Fuentes: Monster in a box in Wired Magazine / Von Kemepelen's Chess Turk recreated in chessbase news.


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      Gustavo Londeix

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