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      Juan José Castelli, la voz de la Revolución

      Había participado en el Cabildo del 22 de mayo derribando con su oratoria los argumentos de los representantes del virrey, que lo calificaban de “subversivo”. Fue uno de los más activos de la Junta de Mayo.

      Juan José Castelli, el hombre de confianza de Mariano Moreno, había nacido en Buenos Aires el 19 de julio de 1764, y como su primo Manuel Belgrano, había cursado en el Real Colegio de San Carlos, para seguir luego sus estudios en el Colegio Montserrat de Córdoba y en la Universidad de Charcas, donde se graduaron Moreno y  Bernardo de Monteagudo en Abogacía. Había participado en el Cabildo del 22 de mayo derribando con su oratoria los argumentos de los representantes del virrey, que lo calificaban de “subversivo”. Fue uno de los vocales más activos de la Junta de Mayo.

      Castelli partió al frente de aquel ejército de la patria con lo poco que había, con el pobrerío que lo seguía y con una revolución por hacer. Va hacia las tierras que no pudieron liberar Tupac Amaru y Micaela Bastidas, va a hacerles justicia. El presidente de la Audiencia de Charcas, Vicente Nieto, había dicho: “Tengo en mi poder varios oficios relativos a órdenes de la revolucionaria Junta de Buenos Aires que no he dado el uso que correspondía porque espero tener la satisfacción de hacérselos comer a los sucios insurgentes que me los han remitido bajo el título de Representantes del Poder Soberano”. Nieto y el gobernador de Potosí y empresario minero Francisco de Paula Sanz, que pretendía huir con 300.000 pesos en pasta de oro y plata, fueron capturados. En la Plaza Mayor de la villa fueron ejecutados según la orden reservada de la Junta de Buenos Aires: “El presidente Nieto y el gobernador Sanz deben ser arcabuceados en cualquier lugar donde sean habidos”.

      Había mucho por hacer. Una de sus primeras ocupaciones fue la puesta en marcha de una legislación de avanzada que le devolvía las libertades y las propiedades usurpadas a los habitantes originarios. Decretó: la emancipación de los pueblos, la libertad de comercio, el reparto de las tierras expropiadas a los enemigos de la revolución entre los trabajadores de los obrajes, la anulación del tributo indígena, equiparó legalmente a los indígenas con los criollos y los declaró aptos para ocupar todos los cargos del Estado, tradujo al quechua y al aymará los decretos de la Junta, removió a los funcionarios españoles, fusilando a algunos, deportando a otros y encarcelando al resto.

      Tras la derrota de Huaqui, el gobierno porteño mandó a detener a Castelli. Se lo acusaba de “mal desempeño” político y militar en el Alto Perú. El 14 de febrero de 1812, en Buenos Aires, comenzaron las declaraciones de los testigos. Ni uno solo de ellos testimonió contra Castelli y muchos elogiaron su patriotismo. Pero una quemadura mal curada provocada por un cigarro había dado inicio a un letal cáncer en la lengua de Castelli. El 11 de junio de 1812 la Revolución comenzaba a quedarse sin voz. Un cirujano le amputaba la lengua a un Castelli que ahora sólo podía defenderse por escrito. Pocos amigos lo visitaban, Bernardo de Monteagudo, que había asumido su defensa, y su primo Manuel Belgrano.

      Según la partida de defunción emitida por la parroquia de la Merced, en la noche del 11 de octubre de 1812 recibió los sacramentos. Pidió papel y lápiz y escribió: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Murió el 12 de octubre, el día que los conquistadores celebraban el inicio de su “cruzada” americana, una ironía.

      En El grito del Sud del 8 de diciembre de 1812 se anunciaba el remate “de la casa y la hacienda  del finado Dr. Juan José Castelli sita en la costa de San Isidro”. María Rosa Lynch, en la absoluta miseria, gestionó en 1814 el cobro de los sueldos adeudados a su marido que sumaban 3.378 pesos. Fueron pagados trece años después. Una calle de Buenos Aires, de sólo cuatro cuadras, “recuerda” su nombre.


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      Felipe Pigna

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