Dante Spinetta: “Nunca hice cosas por plata”

Parafraseando una famosa canción de Lou Reed, podríamos decir que a Dante Spinetta le tocó crecer en público. Fue ese nene que debutó en un estudio grabando El mono tremendo (1988) con su papá Luis Alberto, el adolescente que editó su primer disco antes de cumplir los 15, el veinteañero que en los ‘90 copó MTV con esos videos tan deformes y geniales que tenían los Illya Kuryaki (con Emmanuel Horvilleur), y el inquieto que, entrado el nuevo milenio, se lanzó como solista en modo “guerrero urbano”. Así forjó su camino.

“Estoy orgulloso de todos los pasos que di, incluso de los que, capaz, hice sin estar tan inspirado, porque todos fueron hechos desde el corazón y con ganas de flashear eso”, asume hoy, a los 46 años.

“Tengo el reconocimiento de un montón de pibes y pibas de generaciones nuevas que crecieron escuchando IKV y mis discos solistas: ser parte de esa genética cultural es increíble.”

Su último disco se llama Mesa dulce y salió hace un año. Dice que es una bisagra en su carrera, como fue Chaco en los tiempos de IKV. Fiel a sus raíces, el material exuda funk, rap y soul.

Lo compuso durante la pandemia a modo de “antídoto espiritual”, sabiendo que la música era el mejor refugio. Durante el proceso de grabación, su mamá, Patricia Salazar, se enfermó de cáncer y frenó todo para acompañarla hasta sus últimos días. “Siempre admiré tu fortaleza, tu entrega de amor incondicional, te voy a extrañar demasiado”, publicó en sus redes.

A ella le escribió el tema Primer amor como despedida. “Es una canción para mi mamá, pero también para las madres en general, ya que desde que estamos adentro de la panza hay una conexión con ellas que es única”, explica.

El álbum lo presentó en el teatro Ópera, con Trueno y Ca7triel de invitados, ganó cuatro premios Gardel y tiene dos nominaciones a los Grammy latinos, a entregarse el mes que viene en Sevilla. El año lo cierra en el Gran Rex (14/12), pero antes promete lanzar algún single.

Adelanta: “Estoy grabando mierdas nuevas casi todos los días. Tengo en la mira algunos músicos con los que me gustaría hacer algo, pero no los voy a nombrar para no quemarlos. Estoy en un camino espiritual: Dios está conmigo. Siempre con amor y para adelante. Tengo mis ángeles guardianes que son mis padres y hay que darle”.

ADN musical

Primer hijo de Luis Alberto Spinetta y Patricia Salazar, Dante nació en 1976, el año en que su papá estaba tocando con su trío Invisible.

Dice que tiene flashes del regreso de Almendra (1979), pero su infancia estuvo marcada más que nada por la etapa de Spinetta Jade. La noche en que se subió a cantar El mono tremendo (1988) en el Teatro Broadway, entendió que su destino estaba arriba de los escenarios.

“Hubo años en que no teníamos un mango y mi viejo nunca aflojó. Ese fue el ejemplo más grande que me dejó -explica-. A mis viejos los perdí jóvenes, les faltaba tanto por vivir, pero vivieron una vida tan intensa, tan sensible, tan luminosa, con tanta data, que no puedo hacer más que estar agradecido y brindarles tributo en cada decisión que tomo. Ellos se levantaban y yo les iba a rapear al lado de la cama, ‘mirá, papi, lo que escribí’, y él me re-cebaba. En los primeros tiempos de IKV, cuando alguno me agredía, me decía: ‘¿Y a vos qué te importa?’.”

-¿Qué discos ponés cuando querés conectar con él?

-Es variado. Mi viejo está en el aire constantemente; eso es muy lindo para mí. Tengo miles de fotos que me llegan por las redes sociales, suben fotos inéditas que nunca vi y digo “wow”. Todos sus discos me gustan. Está tan elevado a nivel musical que todos tenemos que seguir aprendiendo de él. Mi viejo era un verdadero alquimista del audio. Todos los discos son especiales y los sigo escuchando. Invisible me parece la mejor banda de rock hispanoamericana y de las mejores del mundo: las letras, la poesía, cómo está tocado. Invisible y Pescado Rabioso son los que más me copan. Los Socios del Desierto me encantan y también los últimos discos solistas: Para los árboles, Pan y Un mañana son letales.

-¿Cómo tomás la infinidad de homenajes que le hacen?

-La gente lo hace con cariño y respeto, siempre se acercan a pedir autorización. Hemos tenido que parar un par de maniobras medio raras, de querer usar su nombre para cosas políticas que no estamos de acuerdo y él, no hubiera estado tampoco. Tratamos de pensar en lo que él haría en esos casos. Pero hay un montón de gente que hace tributos desde el amor. Hay versiones que me gustan y otras que no. En general, la idea de hacer covers no me gusta. Me parece que las versiones originales son siempre mejores. Hay pocos covers que me gustan, uno es el de Cerati (Bajan).

-¿Cómo creés que lo ven las nuevas generaciones, las que descubren su obra en estos tiempos?

-En los colegios está muy presente su figura. En algunos hay murales y está mi viejo pintado. Eso me llena de orgullo. Está bueno que la música popular tenga artistas como Spinetta, así como en Brasil está Tom Jobim.

-¿Escuchaste los temas que circulan en redes sociales donde “canta” con Inteligencia Artificial?

-Sí. No sé bien, la verdad. El alma es el alma y eso no se puede replicar con millones de cálculos. Pero es muy loco, parecen reales. Están muy bien hechos, es mortal, va a empezar a ser todo así. Vas a ver películas con actores que no están. Puede pasar todo. Hay miles de posibilidades, pero el alma es el alma y está conectada con el amor y con otra cosa más espacial.

-Una vez dijiste que tu viejo era como Yoda y vos, Luke Skywalker, una suerte de maestro y aprendiz. ¿Qué sentís hoy?

-Me gustan las últimas que salieron de Star Wars (Mandalorian, Ahsoka), pero yo soy de la generación de Yoda y Luke, así que me quedo ahí. La primera saga tiene enseñanzas muy grossas y esa filosofía del bien y no caer en la tentación del mal me marcó mucho. Yoda era un sabio y mi viejo, también. Yo, siempre jedi.

-Hay una frase en el tema Sudaka que sintetiza todo eso: “Tengo tanto amor que no tengo miedo”...

-Es eso, bro, es el agradecimiento y el ir para adelante. Cuando estaba haciendo la canción, tenía un ritmo afrobeat, con vientos a lo James Brown, pero con un flow más contemporáneo, así que pensé automáticamente en Trueno, que es bien sudaka. Se lo mandé y a los 10 minutos me contestó: “Perro, la rompemos”. Es una canción que me pone orgulloso porque es un funk súper argento, y esa es la frase más importante del disco. Estamos en un mundo en el que hay que realzar el amor.

-¿Te sentís padrino de la música urbana (sobre todo el trap), que está tan de moda hoy?

-Sé que tengo un lugar ganado en la historia del movimiento urbano en Latinoamérica porque estuvimos ahí. En el año ’96, estábamos en New York, cerca del Bronx, la cuna del rap, y pasó un auto en el que estaban escuchando Abarajame, y pensamos: “Llegamos”. Eso es muy grosso. Me pone muy contento porque siempre fue un riesgo, había que enfrentarse a un montón de críticas, a una ola de mucha gente que tenía miedo de ver algo nuevo. Ahora, cuando veo gente más grande criticando a los pibes, me da cosa porque están haciendo lo mismo que odiaban antes.

-Hay una resistencia.

-Los pibes están en una que, capaz, los que los critican no están entendiendo. Dejá que pase, entonces. Algunos van a ser muy buenos, y otros, no, como siempre. Yo siempre disfruto el presente. Cuando veo exponentes de ahora con la garra y el talento que tienen, pienso: “Estamos a salvo”.

-Hoy pareciera que no se pueden sacar discos sin colaboraciones con otros músicos famosos, ¿no?

-No, es verdad. Casi no existe. Todos se basan en números y con guita de por medio. Yo no colaboraría nunca con un artista que no admiro. Yo canté con Residente, Fito, Julieta Venegas, Damas Gratis, Duki… Toda gente distinta que admiro y que son reales hasta las bolas.

-Y cantaste con Stevie Wonder en Vélez…

-Ese es de mis highlights, haber estado con un dios de la música. Fui de fan a la conferencia de prensa y cuando llegué, me metí a un camarín y el productor me dijo si quería conocerlo. Yo le dije: “Men, vos sos Dios”, y en un momento me dijo si conocía el tema Do I Do. “Sí, claro.” “Bueno, venite a rapear.” Y yo dije: “¿¿¿Qué???”. Lo llamé a Emma (Horvilleur) y le dije: “Mañana tocamos con Stevie”. Fuimos a la prueba de sonido, Stevie nos llamó y yo lloraba casi.

-¿Y qué viviste en el escenario?

-En el show, antes de subir, el asistente de él nos dio los micrófonos y nos dijo: “Este momento que van a vivir ahora es irrepetible, se van a subir al escenario con uno de los exponentes musicales más grandes de la historia”. Yo estaba volando. Salimos y arrancamos con Abarajame y Ula ula.

-¿Qué es lo que te sigue atrayendo del funk?

-El funk me da una libertad absoluta: ahí puedo rapear, tocar la guitarra o hacer una balada, dentro de un marco estético que me sirve mucho. Y, a la vez, en vivo es una fiesta, ahora estamos mezclando el repertorio nuevo con temas de IKV, como Jugo o Geisha.

-¿Qué te acordás del primer disco (Fabrico cuero, 1991), que arrancaba con el reclamo de los jubilados pidiendo un aumento?

-Fue el principio del camino. Es un disco muy importante porque no solamente fue animarnos a grabar las canciones que estábamos escribiendo de tan chicos, sino también el comienzo de producir beats y hacer bases. En el segundo disco se notó más y en Chaco explotó todo. Es un inicio conceptual.

-Fue ganarse un lugar.

-Chaco fue hacerme cargo de que yo iba a hacer canciones de amor como Húmeda, y también funk como Jaguar House y rap como Hombre blanco. Esas son las bases de mi mestizaje cultural que tenía de haber crecido entre el rock nacional y la música afroamericana. Ahí buscamos un sonido propio, sin miedo de enfrentarse contra lo tradicional. No encajábamos en ningún lado y tuvimos que generar nuestro propio espacio.

-Hace rato que vienen anunciando un documental de IKV, ¿en qué etapa está?

-Eso va a salir a su debido tiempo. Va a quedar increíble porque tenemos muchas filmaciones de época, nosotros filmábamos mucho. Tenemos digitalizadas un montón de mierdas que son increíbles, bro, y eso va a estar buenísimo. Cuando esté listo, saldrá, pero calculo que tendrá un añito por delante.

-¿Hay planes de volver a tocar?

-Kuryaki no creo que vuelva nunca más a un estudio, pero a tocar quizás sí. Chances y La Humanidad o Nosotros son buenísimos. Hay que respetar la obra y decir hasta acá llegamos juntos con material nuevo. Ofertas hay, pero no vamos a hacer cosas que no estén a nuestro máximo nivel. Cada uno está en un flash solista por su lado, pero el documental tiene que existir porque le da un marco histórico a un momento clave de desarrollo de la música urbana en los ‘90. Va a ser muy grosso eso y, si pinta, podemos juntarnos para algunos shows.

-¿Tuviste algún feedback de Emma por Mesa dulce?

-Sí, nos comentamos siempre los discos. Nos felicitamos, siempre con buena energía. A mí también me copa lo que hace, es muy difícil que no me guste porque su voz me es muy familiar: Emma es un hermano de la vida.

-En la presentación del Ópera la invitaste a cantar a tu hija…

-Vida toca el piano y la guitarra, tiene 17 años y está componiendo unas canciones súper lindas que le voy a producir yo en el estudio. Tiene mucho talento, hace algo pop, con mucho flow. Su madre es bailarina, es la coreógrafa de Nicki Nicole, así que la niña se crió rodeada de arte, entre escenarios, luces, y música. Y mi hijo Brando es futbolista, está en la Primera de Atlas, todavía no debutó, pero esperemos que próximamente. Para mí el camino es la música, el amor y la familia, bro. Siempre fue así. No soy un pibe que tenga otras distracciones más que ésas. Me gusta generar vínculos y vivir esto con felicidad, sin embrollo. Avanzar, hacer, soltar, y que la música fluya. Hace 32 años ya. Una bocha de años.

-¿Qué planes tenés para después del Gran Rex?

-Nueva música, siempre nueva música. Mesa dulce va a continuar, todavía está fresh, pero estoy viendo de sacar un tema antes de fin de año. Con la banda estamos generando un sonido y una interacción humana muy zarpada que no se da siempre. Estoy en un viaje muy afortunado, teniendo siempre la oportunidad de hacer lo que se me cante, que es algo muy difícil de lograr en la industria de la música.

-¿Cuál es la clave?

-Hago todo con amor, nunca hice cosas por plata. Cuando empecé con IKV nos decían que el rap era una moda de dos años y nosotros nos reíamos. Después de 30 años, sigo vigente, siendo siempre honesto conmigo mismo. Quiero seguir flasheando, seguir fresco, tirando data. Lo nuevo va a estar muy picante, bro.

Agradecimientos.

Estilista: Sol Canievsky @solcanievsky

Marcas: Tramando, Enfant Terrible, Costume Design SC, Lacoste.

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Make up: Inés Pizarro para Niche Estudio @INESPIZARRO

Pelo: Martina Bentancur para Niche Estudio @martina_betancurt

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