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      Tienes un email: el correo electrónico y cómo evitar el colapso entre vida privada y laboral

      • Que hoy la gente se vuelva esclava de su email no es un problema técnico.
      • No se puede resolver con un algoritmo informático.
      • Es un problema social.

      Tienes un email: el correo electrónico y cómo evitar el colapso entre vida privada y laboralEn el mundo hay mil ochocientas millones de cuentas de Gmail. Foto: Archivo Clarín.

      Desbordada, difícil de manejar y requiriendo nuestra constante atención. Nuestra casilla de correo nos recuerda otros inconvenientes de nuestra cotidianidad.

      En un flamante aniversario de la creación de la plataforma más popular para manejar nuestros emails, su arrepentido inventor advierte que la tecnología digital puede crear nuevos dolores de cabeza que no se resolverán con apps ni algoritmos, sino abordándolos como problemas sociales.

      Quienes lo vivimos lo recordamos muy bien. A comienzos del siglo las bandejas de entrada de correo electrónico se habían vuelto caóticas. Tenían cientos de mensajes diarios de spam (muchos de ellos con falsas ofertas del medicamento del momento, viagra; otros, con supuestos millonarios que querían regalarnos su fortuna) que había que borrar manualmente.

      La capacidad de almacenamiento era baja y entonces, incluso mensajes importantes, tenían que ser descartados.

      Pero exactamente veinte años atrás, en 2004, un ingeniero de Google llamado Paul Buchheit se preguntó qué pasaría si comenzáramos a tratar a nuestras casillas con los mismos principios que regían en ese momento a Internet.

      Así nació Gmail, un servicio para alojar muchísimos mensajes sin tener que borrarlos y con un buscador que volvía disponible a toda esa información. Dos décadas más tarde, hay mil ochocientas millones de cuentas de Gmail activas y esa sensación de infinitud de almacenamiento se volvió un estándar en la industria.

      Sin embargo, en 2014 Buchheit brindó un reportaje en el que renegó de su criatura: “Existe una cultura que promueve esperar una respuesta las 24 horas al día los siete días a la semana. No importa que sea sábado a las 2 de la mañana.

      La gente se ha vuelto esclava del correo electrónico. No es un problema técnico. No se puede resolver con un algoritmo informático. Es más bien un problema social”.

      Ese problema social es el que está detrás de otras tecnologías que años más tarde intentaron solucionar el correo electrónico, como Slack o Trello. Y está también detrás de nuestros miedos actuales sobre el avance de la tecnología a la que denominamos Inteligencia Artificial.

      La capacidad de poder llevar nuestros archivos y tareas a cualquier parte en nuestro bolsillo no nos liberó de la oficina sino que volvió a cualquier sitio en una oficina.

      Los tiempos de home office obligado por la pandemia de Covid-19 no significaron trabajar desde casa sino hacer de nuestra casa el trabajo: mandando mails mientras ayudábamos a nuestros hijos con la tarea, teniendo reuniones mientras cocinábamos o recibiendo clases a la vez que queríamos descansar o recuperarnos de una enfermedad.

      Por eso hoy, cuando se fomenta el teletrabajo como una emancipación de la oficina quizá debamos pensar hasta qué punto, en realidad, capitaliza el colapso total del equilibrio entre la vida personal y la laboral.

      Tal vez debemos tomar nota de lo que dice Buchheit: en vez de la pregunta sobre si seremos reemplazados en nuestro trabajo por sistemas que utilicen Inteligencia Artificial debemos cambiar el ángulo y comenzar a tratar los inconvenientes tecnológicos como problemas de nuestra sociedad.


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      Tomás Balmaceda

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