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      Habla el hombre que mató a los mafiosos que asesinaron a su familia y recibió un premio por contarlo en un libro

      Giuseppe Grassonelli fue condenado a cadena perpetua en Italia por matar a miembros de la Cosa Nostra que mataron a su familia. Entrevistado por Viva, habla de su admiración por Evita y su plan de fuga a la Argentina.  

      Habla el hombre que mató a los mafiosos que asesinaron a su familia y recibió un premio por contarlo en un libroEn la cárcel donde purga condena por sus homicidios. Estará detenido hasta el fin de sus días./ Getty Images
      07/07/2018 18:01

      Giuseppe Grassonelli se comunica con el deleite de quien disfruta escuchándose. Cuando puede hacerlo –ante una cámara o por carta–, dice cosas tremendas, aberrantes. Es un gran narrador. Cuenta, en varios géneros literarios a la vez, su pasado, semianalfabeto y vengador, y su presente culto, de encierro y sin futuro.

      Grassonelli mató y vio morir. Sus palabras, orales o escritas, no destilan piedad. Ni orgullo. Tampoco culpa. “No sabría decir cuántas veces, desde aquel día lejano, mi primer asesinado pobló mis sueños, mis pesadillas. Y con él se inquietan, como fantasmas endemoniados en mis noches sin tiempo, todos los otros cadáveres”, dice.

      De los 53 años que tiene lleva 26 en un calabozo. Estudió Letras, se graduó con honores y escribió una novela autorreferencial (Malerba. Vida a muerte en Sicilia, editada ahora en castellano) que, además de ser su propio purgatorio, fue premiada, gesto que escandalizó a algunos círculos intelectuales que jamás hubieran galardonado la obra de un asesino.

      No sabría decir cuántas veces, desde aquel día lejano, mi primer asesinado pobló mis sueños, mis pesadillas.

      Giuseppe Grassonelli, escritor y asesino

      Si la literatura pudiera encarnarse, Grassonelli sería el personaje ideal de Andrea Camilleri: un asesino literario cuyo viaje iniciático comenzó el domingo 21 de septiembre de 1986 en Sicilia, luego de la masacre de Porto Empedocle –tierra natal de Grassonelli y de Camilleri–, en la que la Cosa Nostra acribilló a su nonno y al tío Gigi, un incipiente mafioso con leyes propias que se negaba a obedecer las reglas no escritas del crimen organizado.

      “Era un noche calurosa de verano, yo era un veinteañero. Apenas había terminado el servicio militar, cuando un comando de asesinos entró en acción con una masacre en la plaza central de Porto Empedocle. Lo que vieron mis ojos jóvenes fue terrorífico: mi abuelo, mi tío y otras personas yacían en el suelo, sus cuerpos, en posiciones antinaturales, acribillados por los proyectiles. Yo mismo, herido en un pie, me salvé de puro milagro. Luego de aquella noche fue prácticamente un tiro al blanco en contra de mis familiares”, contó , en una carta que escribió a los sicilianos.

      Tiene 53 años. Encabezó un grupo acusado de matar a más de 300 mafiosos.Tiene 53 años. Encabezó un grupo acusado de matar a más de 300 mafiosos.

      Malerba (Hierba Mala), como lo llamaban en el barrio, era un adolescente cuando su padre lo exilió en la casa de unos amigos en Hamburgo, Alemania, para alejarlo de la vida marginal que ya paladeaba en Porto Empedocle, uno de los escenarios de la provincia de Agrigento más ensangrentados por la mafia.

      En Alemania, Malerba descubrió su poder para hacer trampa con las cartas de póker. Hizo dinero, se acostó con prostitutas y se asqueó de la noche, la droga, el alcohol, los excesos. Volvió a Sicilia para hacer el servicio militar y, la noche anterior a su regreso a Hamburgo, presenció la masacre de sus familiares. “Algunos meses después, otro tío mío, un pobre padre de familia que había vivido siempre honestamente de su trabajo, fue masacrado sólo porque tenía la culpa de llamarse Grassonelli. Yo estaba aterrorizado no sólo por los continuos asesinatos de mis seres queridos sino también porque no sabíamos a quién de nosotros le tocaría después. ¿Cómo piensan que es posible vivir así?”, seguía diciendo la carta de Malerba.

      Regresó de Alemania decidido a vengarse. Improvisó una stidda: así se llamaba la mafia que no entraba en la Cosa Nostra. Eran varones excluidos, corajudos y de honor, que comenzaban a organizarse por su cuenta y a hacer lo que ellos creían que era justicia por mano propia: “No fue sólo una cuestión de vendetta (venganza). Yo estaba convencido de que el Estado y la mafia eran una misma cosa y fue eso lo que me impulsó a elegir la violencia y matar para no ser asesinado”, explica.

      Yo estaba convencido de que el Estado y la mafia eran una misma cosa y fue eso lo que me impulsó a elegir la violencia y matar para no ser asesinado.

      Giussepe Grassonelli, escritor y asesino

      Mientras su padre era encarcelado y se suicidaba en prisión, Grassonelli lideraba un clan de la muerte. Entre otras personas, acribilló a un amigo de la infancia cuya voz había reconocido en la emboscada en la que mataron a su abuelo y a su tío. “Desde el momento en el que había sido responsable de haber asesinado a los grandes jefes de la mafia de la provincia de Agrigento, comprendí que si quería vivir debía matar”, dice Grassonelli en el documental Ero Malerba (Yo era Hierba Mala).

      Su vida cambió el 15 noviembre 1992, cuando fue detenido. “Yo estaba preparado. Pensaba que para mí había dos posibilidades: la muerte o la cárcel. Me tocó la cárcel. No sabría decir cuál es mejor porque transcurrir toda la vida en la prisión es una muerte lenta y no gloriosa”, dice hoy. Tenía 27 años. Renunció a un abogado defensor y en el juicio no atinó ni siquiera a defenderse. Nunca quiso convertirse en un arrepentido ni colaborar con la Justicia. Fue condenado a perpetua en una modalidad que le niega cualquier tipo de beneficio penitenciario. Vive y vivirá encerrado hasta el final de sus días.

      Grassonelli está detenido en la cárcel de máxima seguridad de Sulmona. Fue apresado hace 26 años.Grassonelli está detenido en la cárcel de máxima seguridad de Sulmona. Fue apresado hace 26 años.

      “O me pongo a estudiar o me mato”, pensó. En 2013, a los 48, Grassonelli se graduó en Letras con honores con una tesis sobre las insurgencias napolitanas de 1799.

      Un año después, escribió Malerba junto al periodista Carmelo Sardo, quien había seguido para la tele siciliana y para un diario local aquellos días sanguinarios. “Malerba nace de un mensaje privado de Facebook que me manda la hermana de Giuseppe Grassonelli. Me pide si puedo leer algo que escribió él en la cárcel –cuenta Sardo–. Devoré lo que había escrito, pero aún faltaba el hombre nuevo en el que se había convertido. En su primera escritura había anulado completamente su renacimiento. Acepté la invitación de ir a verlo a la cárcel. Cuando nos dejaron solos en la sala de visitas, me tomó la mano. ‘Sos la primera persona en la que confío después de 20 años’, me dijo.”

      La novela fue finalista en el prestigioso Premio Literario Racalmare Leonardo Sciascia junto con un libro de Caterina Chinnici, una magistrada hija de un juez asesinado por la mafia. Ganó Malerba. Un jurado renunció, indignado.

      Grassonelli estudió Letras, se graduó con honores y escribió una novela autorreferencial: "Malerba", que, además de ser su purgatorio, fue premiada y despertó escándalo.

      Grassonelli es hoy un detenido modelo. No parece un hombre arrepentido. Ha aceptado, con cierto deleite, su destino de asesino despiadado. “En el pasado he sido un criminal feroz: he ofendido su dignidad de personas de bien y no he tenido ningún respeto por todos aquellos principios fundamentales que presiden la convivencia civil. A todos ustedes les pido respetuosamente disculpas, pero al mismo tiempo les pido reflexionar sobre cómo fueron los años ‘80”, escribió.

      Desde su celda de la Casa de reclusión de Opera, en Milán, aceptó responder a las preguntas de Viva. “No llores por mí, Argentina es uno de los temas musicales que adoro. Tal vez por influencia de mi abuelo, que amaba a Evita Perón y me hablaba de ella. Basta leer el Decálogo de la Ancianidad que Evita leyó en los años ‘50 para comprender la gran humanidad de esa mujer extraordinaria”, dice Grassonelli en su carta.

      En el libro usted dice “no eran las malas compañías ni las amistades equivocadas. Yo era así y basta”. ¿Cree que uno nace bueno o malo? ¿Cuánto está en la naturaleza humana y cuánto es una construcción cultural o moral?

      La esencia del ser humano no está determinada desde el nacimiento. Mi visión sobre la naturaleza humana está influenciada por el pensamiento de Sartre: cada existencia humana precede a la esencia. Sólo los objetos están precedidos por la esencia. La naturaleza del ser humano no está dotada, desde el origen, de moral y de cultura aunque sí de inteligencia y de instinto de supervivencia. En la naturaleza no existe la moral del bueno o del malo sino sólo aquella del más fuerte.

      Tapa del libro, editado en castellano por la editorial española Malpaso. Acaba de llegar a la Argentina.Tapa del libro, editado en castellano por la editorial española Malpaso. Acaba de llegar a la Argentina.

      Repasa los tiempos en que cometió asesinatos como una época horrible, de privaciones y de miedo. “Esa vida no era para mí”, dice. ¿Cuál era la vida para usted?

      Hubiera preferido una vida diferente. Una cualquiera, pero que no estuviera privada de existencia. Vivo una vida vacía de toda existencia desde hace más de un cuarto de siglo. Le confieso algo que pocas personas conocen: semanas antes de que me arrestaran, en 1992, tenía todo listo (documentos falsos, etc.) para abandonar Italia rumbo a la Argentina. Sí. En su país había un puñado de lugares para esconderme. Pero a último momento no me atreví. No quise alejarme de mis seres queridos ni tampoco abandonar un territorio en guerra.

      “El destino elige por nosotros”, escribió. ¿En serio piensa eso?

      Es difícil demostrarle que no he podido elegir otra cosa de lo que he hecho. Se burlaría de mí si le dijera que todo lo que he hecho es, en realidad, todo lo que hubiera deseado evitar.

      La venganza no alivia; pero pensar en la venganza, sí. Antes de hablar venganza, sería preciso hablar de dolor. 

      Giuseppe Grassonelli, escritor y asesino

      El protagonista de la novela admite haber perdido la paz interior. ¿Usted la recuperó?

      No se recupera más. ¿Cree que he podido olvidar los rostros desencajados de las personas que estaba a punto de asesinar? Cada día veo en la mirada aterrorizada de mis víctimas todo el espanto y la desesperación de la muerte: conozco bien esa sensación de pánico porque logré escapar por milagro a cuatro emboscadas. Hubiera deseado un destino diferente para mis víctimas. El objetivo que me propongo hoy es restituir algún tipo de conocimiento a la comunidad.

      ¿La venganza da alivio?

      La venganza no alivia pero pensar en la venganza sí. Le explico mejor lo que pienso: antes de hablar de venganza, sería preciso hablar de dolor. La rabia, el odio y la idea de venganza respecto de quienes asesinaron a mis seres queridos han dominado mi vida. Pero cuando logré “mi objetivo” me sentí vacío: ni mi abuelo ni mis familiares, a pesar de haber sido vengados, volverían a la vida.

      ¿Qué piensa de la libertad?

      La libertad es como el aire: se siente su necesidad cuando falta. Mientras uno la tiene, no aprecia su valor. Pruebe a taparse la nariz y cerrar la boca, mantenga el aire mientras pueda… ¿Ve? Así me siento cuando veo los muros impenetrables y sólo rejas a mi alrededor.

      Giuseppe Grassonelli lleva encerrado en una celda casi tantos años como los que vivió en libertad. En el rubro “Fin de la pena”, su certificado de recluso es lapidario: “Jamás”.


      Sobre la firma

      Marina Artusa
      Marina Artusa

      martusa@clarin.com


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