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      Juan Minujín: “Una cosa es buscar justicia y otra es buscar venganza”

      Con gran presente en cine y series, alrededor de temáticas policiales, el actor reflexiona sobre su trabajo y sobre cómo la pandemia lo volvió más solidario y paciente.

      Juan Minujín: "Una cosa es buscar justicia y otra es buscar venganza"Juan Minujín, un actor que ama los desafíos. Fotos: Sebastián Arpesella y Martín Kraut / Netflix.

      Se podría decir que hoy, a sus 47 años, Juan Minujín está atravesando uno de los mejores momentos de su carrera como actor.

      Y para saberlo no hace falta preguntárselo a él, sino que alcanza con abrir el catálogo de Netflix: en mayo volvió con su ya icónico personaje de Pastor a la esperada temporada final de la serie El Marginal; el 15 de junio estrena el filme La ira de Dios, un thriller psicológico basado en la novela La muerte lenta de Luciana B, del escritor argentino Guillermo Martínez, que protagoniza junto a Diego Peretti; y a fin de año llegará con otra película, en este caso una comedia romántica, Matrimillas, en pareja con Luisana Lopilato. .

      Con dirección de Sebastián Schindel (director de filmes como El hijo o El patrón), La ira de Dios cuenta la historia de Luciana (interpretada por la actriz Macarena Achaga), una joven que se ve inmersa en un ciclo de misteriosas muertes dentro de su familia.

      Multifacético. Fue Bergoglio joven en Los dos Papas, un policía que termina preso en El Marginal y ahora, un periodista alcohólico en La ira de Dios.Multifacético. Fue Bergoglio joven en Los dos Papas, un policía que termina preso en El Marginal y ahora, un periodista alcohólico en La ira de Dios.

      Luciana cree que su ex jefe, Kloster (Diego Peretti), un prestigioso escritor de novelas de misterio, es quien está detrás de esta serie de desgracias y para ponerlo en evidencia buscará la ayuda a Esteban Rey (Juan Minujín), un periodista de investigación que intentará ir a fondo con el caso a pesar de las consecuencias.

      “Yo ya había visto otras películas basadas en novelas de Guillermo Martínez, pero no había leído este libro en particular.

      Busqué que mi personaje dejara de ser sólo un cronista y se implicara más en la situación, ganando profundidad en sus pliegues y en sus vínculos”, le cuenta Minujín a Viva.

      "Desde hace muchos años trabajo con un coach con quien practico varias horas antes de las grabaciones, porque en las películas está un poco perdido el tema del ensayo.”

      Juan Minujín, actor.

      La trama gira en torno a la Ley del Talión, un concepto de justicia que implica que el castigo debe guardar cierta reciprocidad con el delito.

      -¿Creés que es un tema que toma una relevancia mayor en la sociedad de hoy, donde hay una reivindicación de los discursos violentos?

      -No estoy seguro de eso. Me parece que, en la película, la Ley del Talión entra en juego con la posibilidad de que haya una venganza dando vueltas. Pero no sé si lo orientaría hacia la idea de que ahora hay más búsqueda de venganza que antes. Hay discursos violentos, desde luego, pero creo que siempre los hubo. Además, una cosa es buscar justicia y otra cosa es buscar venganza. Lo vemos todo el tiempo y lo hemos visto acá, en la Argentina, y en un montón de lugares.

      Juan Minujín en la filmación de Matrimillas, de Sebastián De Caro, con Luisana Lopilato.Juan Minujín en la filmación de Matrimillas, de Sebastián De Caro, con Luisana Lopilato.

      -La serie El Marginal también trabaja con la cuestión de la violencia, pero en este caso dentro del mundo penitenciario. ¿Cómo fue esta experiencia desde lo actoral?

      -Fui a visitar cárceles para compartir tiempo con los internos y adentrarme más en el tema, porque además en la quinta temporada mi personaje le da un giro a su vida y ya no quiere sólo tener un plan de fuga sino que va más allá. Creo que en las primeras temporadas había algo que no se contaba sobre mucha gente privada de su libertad: los reclusos que estudian, que se han recibido. Yo me reuní con varios de ellos que eran abogados, economistas, comunicadores, gente que cumpliendo su condena ha podido darle una vuelta de tuerca a su situación. Creo que eso es un aspecto muy interesante y ahora sí tiene presencia en la nueva temporada.

      -Es una serie que discute la cuestión de la libertad.

      -Sí, habla de la libertad en términos más profundos. En el sentido de qué es la libertad para cada uno, porque se puede estar preso adentro de tu propia cabeza y también podés tener libertad estando privado de otras libertades. A mí me interesaba mostrar eso. Mi personaje, Pastor, en esta nueva temporada abre un camino distinto para él: quiere recuperar la relación con su hijo, escribe un libro, tiene un programa de radio dentro de la cárcel y trata de darle voz a mucha gente que no la tiene. Si bien todas las temporadas son buenísimas, creo que este tema no había sido encarado y me parece que está bueno como un cierre.

      -¿Cómo valorás a la irrupción de las plataformas de streaming en la producción de películas?

      -Me tocó participar en proyectos de lujo y me siento muy cómodo con el espacio que les están dando a nuevos directores y nuevas temáticas. Después está el tema de cómo impacta esto en el cine de sala, lo que es todo una intriga para mí. Hay películas que se estrenan en los dos formatos, un esquema mixto que tal vez funcione y pueda continuar. Es un camino en el que todos estamos aprendiendo y explorando.

      -¿Y vos sos espectador de sala o de living de tu casa?

      -A mí me gusta muchísimo ir al cine. Obviamente creo que hubo un crac que, si bien ya se venía percibiendo, se profundizó a partir de la pandemia, con las restricciones y el aumento de propuestas en las plataformas. Todavía está costando volver llenar los cines, pero a mí me gusta ver una película en una sala grande, en silencio, con gente que no conozco. Es una experiencia distinta.

      "Todos los que vivimos en México nos reconocemos argenmex para toda la vida, porque ahí quedó encapsulado algo muy hermoso de nuestra infancia.”

      Juan Minujín, actor.

      -Todos tus papeles han sido siempre muy diferentes. Desde el Bergoglio joven de Los dos Papas hasta el periodista alcohólico de La ira de Dios. ¿Tenés alguna clave para adaptarte a cada uno?

      -Me resultan cómodos todos los géneros y trato de entender adentro de cuál estoy trabajando en cada papel, pero después a la larga las herramientas expresivas son siempre las mismas. Sí trato de singularizar mucho a los personajes. Me parece que el enemigo más grande que tenemos los actores y actrices es la generalidad o el lugar común. Por eso trato de ir a lo singular de cada personaje y hago mucho trabajo de investigación. Voy a los lugares, entrevisto gente, trato de ir entrando a cada mundo para tener más material.

      Como un joven Jorge Bergoglio en la película Los dos Papas,  con Anthony Hopkins y Jonathan Pryce.Como un joven Jorge Bergoglio en la película Los dos Papas, con Anthony Hopkins y Jonathan Pryce.

      -Y en el caso de La ira de Dios, ¿cómo fuiste construyendo a la singularidad de tu personaje?

      -Pedí a la producción si me conectaba con algún periodista y justo el director conocía a uno que era su amigo, así que hablé varias veces con él por teléfono para entender cuál es la política interna dentro de una redacción, a quién le reporta cada uno, qué expectativas se pueden manejar. Mi personaje, además, tiene una dependencia fuerte con el alcohol y para eso hablé con un amigo psiquiatra que me ayuda muchas veces con mis papeles. Por otro lado, desde hace muchos años trabajo con un coach con quien practico varias horas antes de las grabaciones, porque en las películas está un poco perdido el tema del ensayo y para mí es algo muy importante.

      Un actor de mundo

      Transcurría el año 1976, el primero de la última dictadura militar en la Argentina, cuando la familia Minujín decidió partir al exilio. Vivieron primero un tiempo en Inglaterra, luego varios años en México y volvieron al país una década después, cuando Juan tenía 11 años. Con un padre matemático y una madre socióloga, hasta ese momento Minujín no había pensado nunca en la actuación. Fue recién a sus 15, luego de ver una obra de Ricardo Bartís junto a su mamá, que decidió empezar a tomar clases de teatro.

      Después se formó unos años en Inglaterra –donde subsistió trabajando como estatua viviente– y regresó a la Argentina para comenzar con su carrera, primero como parte de El Descueve –un entonces vanguardista grupo que fusionaba el teatro con la danza y la música– y luego con una carrera más mainstream dentro del cine y la televisión.

      -Siempre recordás tus años en Inglaterra y tu primer trabajo como estatua viviente. ¿Esa experiencia te ayudó a tu formación de actor?

      -Sí. Mi formación en Londres fue muy importante, no sólo por los maestros con los que estudié allá sino por la experiencia de vivir afuera. Yo me crié en Inglaterra y después en México, y algo de eso me dio la perspectiva de que el mundo no se acababa en la Argentina, sino que había otras maneras de hacer y de ver la profesión. Y después el trabajo en la calle siempre te da una mirada distinta, sobre todo hacia lo hostil, lo difícil y lo no regulado.

      -¿Recordás alguna anécdota en particular de esos años?

      -Hay mil anécdotas. Una que me gusta es de cuando me instalé allá y me vino a visitar papá, que en ese momento vivía en Colombia. Me acuerdo que fui con él a mi primer día como estatua viviente.

      Entramos a un café, fui al baño, me cambié, me maquillé y mi papá me acompañó a Covent Garden, que es un lugar re turístico en Londres. Me instalé ahí en un lugarcito. Mi viejo ya estaba con su valija para irse al aeropuerto y volver a Colombia. Me acuerdo que me miró sin saber muy bien qué hacer, me puso una moneda y yo reaccioné en mi papel de estatua: le di la mano y él se fue a tomar su avión. Ese fue mi primer día como estatua y me acuerdo que gané 40 libras en una hora, que era mucha plata. Fue un inicio hermoso. Era lindo verlos a mi papá, que es matemático, y a mi mamá, socióloga, apoyándome aunque no tuvieran nada que ver con el mundo del espectáculo.

      Experiencia. Minujín estudió actuación en Inglaterra y se ganó la vida como estatua viviente en Covent Garden.Experiencia. Minujín estudió actuación en Inglaterra y se ganó la vida como estatua viviente en Covent Garden.

      -¿Siempre sentiste que te apoyaron?

      -Sí, la verdad que sí. En mi casa se respiraba lo artístico: había muchos discos y libros de poesía o de pintura, cuando salíamos de vacaciones solíamos ir a museos, a mi mamá le gustaba el teatro... De todos modos, apenas terminé el secundario, lo que se esperaba de mí es que fuera a la universidad y yo terminé abriéndome camino por otro lado. Pero mis viejos siempre me aconsejaron que hiciera lo que me gustaba hacer. Me transmitieron la idea de que si hacés lo que te gusta, lo vas a hacer bien.

      -El exilio también te debe haber marcado en tu elección…

      -Nosotros nos exiliamos en 1976, primero un breve tiempo a Inglaterra y después a México, donde estuvimos como siete años. Vivíamos en la Villa Olímpica, donde había un montón de exiliados latinoamericanos. Dentro de la enorme tragedia que se estaba viviendo en la Argentina, los chicos teníamos una vida muy alegre. México fue un país que nos abrió mucho el corazón y nosotros nos hicimos muy mexicanos en esos años.

      -¿Y cómo fue el regreso?

      -Complejo para todos. Creo que el 95% de las parejas que yo conozco llegaron acá y ese mismo año, en 1983, se separaron. Además yo venía de México, donde había ido a un colegio que quedaba en la montaña y que venía de la tradición de un poeta exiliado de la Guerra Civil Española, donde nos enseñaban ajedrez o hacíamos huertas. Y acá las escuelas tenían todavía una presencia militar fuerte, esa cosa muy estricta y de mucha distancia. Por eso creo que todos los que vivimos en México nos reconocemos “argenmex” para toda la vida, porque ahí quedó encapsulado algo muy hermoso de nuestra infancia que todos atesoramos mucho.

      -Pero igual siempre estuviste muy seguro de hacer tu vida en la Argentina, ¿no?

      -Sí, soy muy argentino y amo la Argentina, mis hijas van a la escuela acá y estamos establecidos acá, pero extraño mucho México. A mí me duele lo que le pasa a la Argentina, pero también me duele lo que pasa a Paraguay, a Ecuador, a cualquier país. Hay algo en donde la diferencia entre un país y otro se diluye, no la tengo tan marcado. Y México desde ya que sigue siendo una segunda patria. Volví muchas veces, tengo amigos, pero no sé si me iría a vivir allá. Mi mamá también vivió en Brasil y mi papá en Colombia y ahora en los Estados Unidos. Estoy muy agarrado a la Argentina porque me gusta muchísimo, pero también me gusta mucho conocer otras realidades y tratar de entenderlas un poco desde otra perspectiva.

      -La pandemia fue también una experiencia de gran cambio para todos. ¿Sentís que en tu profesión, en particular, cambió los modos de hacer, de producir?

      -No lo tengo claro. Sí veo que el teatro volvió bien y que la gente tiene mucha ganas de ver y de hacer teatro. Al cine por ahora lo veo más complicado, salvo por esos “megatanques” de Marvel que llevan muchísimo público a las salas. Creo que sigue siendo una incógnita.

      -Y en lo personal, ¿te cambió la pandemia?

      -Un poco sí. Por un lado creo que me hizo ser una persona un poco más paciente, menos ansiosa. Ahora trato de ver cómo administro mi tiempo haciendo cosas que me gustan y buscando que las que no me gustan me ocupen menos momentos. La idea del tiempo se me armó de una manera distinta.

      Y, después, la pandemia me ayudó a ver alternativas comunitarias que antes no percibía tanto, como los comedores, por ejemplo. Estuve mucho en contacto con Nacho Levy y la gente de La Poderosa, y vi una manera comunitaria de poder salir adelante en una situación tan extrema que me pareció muy interesante. Te diría que esas dos son las cosas con las que me quedo de la pandemia. 


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