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      Mercedes Morán: “Digo lo que pienso y pago los costos”

      En gran momento de su carrera, se define como feminista y francotiradora. Dice que fue muy atacada por sus posiciones políticas y que no se callará.

      Mercedes Morán: "Digo lo que pienso y pago los costos"Mercedes Morán viene de lucirse en tres películas. Y el 17 de enero se estrena "Sueño Florianópolis", con ella como protagonista./ Ariel Grinberg.

      En el edificio de Mercedes Morán, sobre Avenida del Libertador, unos señores de traje nos piden documentos. Por nuestras barbas, nuestros jeans o el efecto Nordelta, quién sabe, nos señalan el ascensor de servicio. Hacemos la entrada poco triunfal por la cocina. Desembocamos en un living amplio, minimalista, de aire hipster, desde el que vemos mucho cielo y la Torre de los Ingleses. Suena el clarinete de Benny Goodman (en la pantalla gigante figura como Benny Good Man); la biblioteca está bien curada y actualizada: Romina Paula, Iosi Havilio, Gabriela Cabezón Cámara, Julián López. “Algunos me los recomendó mi hija”, nos dice Mercedes Morán, descalza, los pies sobre el sofá, soltando el humo de su cigarrillo con ojos entrecerrados, frente a una mesa ratona con libros, anteojos y gaseosa light.

      A los 63 años, está en un momento formidable de su carrera cinematográfica. No sólo por la solidez de los papeles que viene haciendo; también, o sobre todo, por la variedad, acorde –si nos permiten la libre asociación– con una mujer que detesta el estancamiento y la dependencia a lo que sea: personas, sustancias, roles, partidos políticos o movimientos, incluso los que la representan. Pero volvamos al cine. Durante 2018 se lució en El amor menos pensado, Familia sumergida y El Ángel: en todas brilló. Y ahora se viene Sueño Florianópolis, por la que ganó el premio a mejor actriz –la película también fue Premio Especial del Jurado– en Karlovy Vary, exquisito festival internacional de República Checa.

      Durante toda la entrevista, se mostró afable y distendida./ Ariel GrinbergDurante toda la entrevista, se mostró afable y distendida./ Ariel Grinberg

      ¿Cómo vivís esta oleada de exposición por los estrenos sucesivos?

      Es bien distinta a la que me dio la televisión: no la padezco, no me siento asediada por la calle. En cine, que se junten estrenos, es parte de la casualidad. Pero se dio, y provocó un golpe de efecto que no viví de un modo directo porque estaba acompañando a esas películas en festivales afuera. Igual, si hay que protegerse de alguien no es de los demás sino de una misma. De la tentación de salirse de eje, de irse a la periferia. A esta altura, sé que eso no me da alegría.

      Más allá de la coincidencia de estrenos, jugó tu voluntad: decidiste correrte de cierta forma de hacer teatro para darle más tiempo al cine.

      Es cierto. Había rechazado películas interesantes porque hacía temporadas de teatro largas, con otras personas implicadas. Entonces se me ocurrió la idea de un unipersonal, Ay, amor divino, que escribí en base a mi vida, con dirección de Claudio Tolcachir y producción de Lino Patalano. Patalano me permitió tenerlo en cartel por un tiempo, levantarlo y volver. Así pude hacer más cine.

      En "Sueño Florianópolis", un matrimonio en crisis terminal se va de vacaciones con sus hijos adolescentes: los adultos, a diferencia de los jóvenes, ya no parecen ilusionarse con un nuevo amor. ¿A cierta edad es imposible querer sin presentir?

      Probablemente haya una inocencia perdida con el transcurrir del tiempo, con las sucesivas ilusiones y desilusiones. Quizás los adultos abordemos los vínculos de otra manera, lo que no quiere decir de un modo racional. En Sueño Florianópolis, los adultos son dos psicólogos que hacen lo más inapropiado: se van de vacaciones juntos, con el acuerdo de que cada uno puede hacer la suya, llevando a sus hijos adolescentes como testigos. Si algún paciente les llevara esa idea al consultorio, le dirían: “No, no lo haga”.

      A los 63 años, plena, confiesa que no disfruta mucho verse en pantalla./ Ariel GrinbergA los 63 años, plena, confiesa que no disfruta mucho verse en pantalla./ Ariel Grinberg

      Un clásico: uno tiende a suponer que los psicólogos llevan una vida menos caótica que la propia, aunque la realidad casi siempre nos desmienta, ¿no? ¿Hacés terapia?

      Hice durante mucho tiempo. Fue un instrumento salvador que me ayudó a a construirme, a discriminar deseos de mandatos. Ahora tengo una médica antroposófica, con la que me reúno cada tanto, pero es completamente holística, nada que ver con la terapia freudiana. En cuanto a lo que decís, hace muchos años conocí a un terapeuta muy prestigioso y pude ver el otro lado de la idealización: su vida era un desastre. No recuerdo quién dijo que uno enseña lo que tiene que aprender. Suele pasar: tenemos una lucidez maravillosa y buena escucha con los demás, pero no con nosotros.

      Esta gran etapa de tu carrera se te da a una edad en la que otros y otras se quejan de estar restringidos a pocos papeles. ¿Pensás en el tema?

      Nunca le tuve mucho miedo a eso. Mis miedos tenían que ver con quedar pegada a un personaje, con no poder componer en registros variados. Cuando empezaron a tocarme los roles de madre, hace mucho, lo disfruté. Depende además del tipo de películas. No es lo mismo una actriz de mi edad para las películas supertaquilleras y comerciales que para las de autor, que tienen más espacio, si bien hay algunas como El amor menos pensado que son industriales y de autor al mismo tiempo.

      "En la vida laboral era una excepción encontrar a un hombre que te tratara de igual a igual. Y eso estaba naturalizado"

      Más allá de los roles de madre, también te dan personajes de mujeres sensuales y seductoras.

      Y es loco y medio paradójico porque cuando era joven no era lo que yo aportaba, ni mi perfil, ni lo que se veía en mí.

      De hecho, antes que empezaras en teatro, Carlos Gandolfo te aconsejó que te dedicaras a otra cosa. Mucho después, al recordar aquello, dijiste: “Tenía que hacer un personaje alejado de mí, una mina desenvuelta, muy sexy, algo que no era ni soy”.

      Fue así. Hay una convención acerca de qué es ser sensual que yo nunca pude comprar ni hacer. Una convención que me incomodaba. Hasta que en la actuación descubrí una sensualidad que no pasa por el lugar común, el escote. Me gustan las escenas en que se ejerce una sensualidad por fuera de lo arquetípico, como me gusta la belleza por fuera de lo convencional. Por otra parte, yo nunca tuve un cuerpo convencional.

      Junto a Darín, en el filme "El amor menos pensado", uno de los éxitos de 2018.Junto a Darín, en el filme "El amor menos pensado", uno de los éxitos de 2018.

      Tampoco es convencional tu cara, y sin embargo es linda y hasta parece mejorar con el paso del tiempo.

      (Ríe) Sos un caso muy raro...

      Espero que no lo tomes como acoso. Creo que hay cierto consenso en lo que digo. ¿Alguna vez pensaste en tus facciones en relación a la actuación?

      Bueno, sí. Cuando empecé a trabajar de actriz, no faltó el productor que me dijo: operate la nariz. Y no es que no lo haya hecho por tener una ideología contraria. No lo hice por cobardía, porque me daban mucho miedo las operaciones, no reconocerme. Si me hubiera sentido más cómoda con una nariz respingada, lo habría hecho. Con el tiempo, me di cuenta de que la decisión de no haberlo hecho me protegía.

      ¿De qué?

      Cuando hice Diario de motocicleta, charlamos mucho con el director, Walter Salles. Me decía que a los directores les costaba mucho conseguir actrices que hicieran películas de época por el tema de las operaciones. Algunas tenían las narices, bocas o pómulos que se hacían en determinado momento. Y yo me decía: claro, está bueno no tener una cara operada, en el sentido de que no tengo un rasgo de época, sigo siendo lo suficientemente neutra como para poder hacer distintos personajes.

      El feminismo parece representarte a pleno hoy. ¿Te hizo replantearte situaciones de tu vida profesional?

      Sí, por supuesto. Más allá de que una revise antiguas situaciones específicas, en los mejores casos el “buen trato” era paternalista. En la vida laboral, era una excepción encontrar a un hombre que te tratara de igual a igual. Y se había naturalizado que eso era así, que hasta era mejor que un tipo fuera “protector”. Hay mujeres fuertes, exitosas, que han podido sobrellevar el machismo imperante, pero que temen definirse como feministas porque sienten que se estarían victimizando. Aceptar que somos víctimas de un sistema patriarcal y jerárquico, no es victimizarse.

      En El Angel, de Luis Ortega, hizo de una mujer que intenta seducir a Robledo Puch.En El Angel, de Luis Ortega, hizo de una mujer que intenta seducir a Robledo Puch.

      ¿Por qué no formás parte de un colectivo feminista?

      Mi apoyo al colectivo de actrices es total. Me siento muy interpretada por el feminismo en general y por las actrices en particular. No pertenezco a un colectivo por mi naturaleza, no suelo encolumnarme ni en las marchas, me gusta mezclarme. Igual, el colectivo feminista es muy interesante en este momento, porque todavía no tiene jerarquías, es muy democrático y transversal, lo que impide la acumulación de poder, que suele traer corrupción. Pertenezco afectivamente al colectivo y soy solidaria con la causa feminista al máximo.

      Este año hay elecciones. Leí que te sentías desencantada por la política. ¿Te parece que no hay matices, que cualquier opción da lo mismo?

      Para nada. No creo en el desencanto estilo “que se vayan todos”. Al revés: la política puede ser fantástica como herramienta transformadora. Vivimos, en general, un momento de decirle basta a la política; yo no estoy de acuerdo ni creo que sea bueno.

      Más allá de la situación económica, ciertos sectores han impuesto un debate, que seguramente se instalará en las campañas, en torno de la mano dura. ¿Cuál es tu posición?

      Me parece un horror. La deshumanización me da miedo. El fundamentalismo de “volvamos al orden” es terrible, una lectura equivocada de la realidad. Creo en la conciencia social y no en la represión. No creo en el castigo como forma de educación ni de solución de nada; no quiero ese mundo vigilado.

      Le gusta trabajar con realizadoras jóvenes. Acá, en "Familia sumergida", de María Alché.Le gusta trabajar con realizadoras jóvenes. Acá, en "Familia sumergida", de María Alché.

      En los últimos diez años, de gran confrontación política, muchos artistas tomaron partido. Trabajaste con gente de posiciones distintas de la tuya, como Juan José Campanella. ¿La grieta complicó los vínculos laborales en general?

      Puede ser. Mi caso es excepcional. No puedo ponerme como parámetro. Sí puedo decirte que me he sentido atacada en las redes y en algunos medios por haber adherido a decisiones del gobierno anterior, por haber celebrado muchas de las cosas que se hicieron. No pasó lo mismo cuando lo critiqué. Pero, bueno, me gusta tener ese lugar de francotiradora, de no pertenencia, lo que me permite decir qué me gusta y qué no. Digo lo que pienso. No cuido mi granja. Pago costos, pero si tuviera que callar el costo sería más alto para mí. He recibido muchas puteadas, muchos escraches, o como quieras llamarlo, en las redes. Como ciudadana votás al gobierno que te representa y es absurdo que te hagan responsable de las cagadas que se mande, como si fueran decisiones tuyas.

      También fuiste castigada en las redes por haber declarado que de chiquita sentías atracción por tu hermano...

      Yo me enteré tarde de eso. Es algo que tomaron de mi unipersonal. Contaba, en tono de comedia, sobre mis primeros amores. Decía que a los cinco años mi amor era Dios, y que estaba enamorada de mi hermano adolescente. Lo sacaron de contexto y lo tomaron como si fuera una perversión. Absurdo.

      En "Sueño Florianópilis", comedia amarga de Ana Katz, Morán brilla junto con Gustavo Garzón.En "Sueño Florianópilis", comedia amarga de Ana Katz, Morán brilla junto con Gustavo Garzón.

      ¿Qué te quedó de la fuerte formación católica que te transmitió tu madre?

      Del catolicismo no me quedó nada. O por lo menos intento que no me quede nada. La educación católica me llenó de miedos y culpas. Aunque conservo cierto grado de espiritualidad y una tendencia a ejercer actos de fe. Hacer películas es un acto de fe enorme. Me atraen las imágenes de vírgenes, como la de Guadalupe, y de imágenes femeninas fuertes de otras culturas. Hace poco estuve en El Cairo y quedé fascinada con las diosas egipcias: una especie de cuestión antropológica que me quedó de aquella espiritualidad. Creo de verdad que somos algo más que nuestro cuerpo. No es que piense que al morir nos vamos al cielo o al infierno. Pero me cuesta encontrarle sentido a la vida si pienso que somos sólo esto. Me gusta pensar que estamos en una cadena de aprendizaje.

      Tener una obra, dejar testimonio artístico del paso por la vida, ¿te posiciona distinto frente a la muerte?

      No. En términos de posteridad, cero. Sí lo pensé en relación con mis nietos, una nena de siete y un nene de cinco. Siento que los estoy descubriendo, que están reciclándome, y pienso: qué pena, cuando sean grandes seguramente no voy a estar o voy a estar vaya a saberse cómo. Me gustaría ver crecer a estos niños que amo, que adoro. Me pregunto si en el futuro se acordarán de mí, me pregunto cuánto les quedará de este vínculo. No me pasa con mis hijas ni con la gente en general, pero sí con mis nietos. Alguna vez pensé: a lo mejor, en el futuro, ellos van a ver alguna película y dirán mirá a la abuela...

      Tu padre murió grande. Tu madre está en un geriátrico. Te escuché decir por radio que te daba culpa no verla todo lo que querrías...

      Sí, mi padre murió a los 95. Mi madre tiene 93; está muy mayor, muy delicada, muy vulnerable. Sobre lo de la culpa, es un tema… Me hago cargo de eso. He asumido que mi vida es siempre un hacerme cargo un poco de otros.

      Antes no disfrutaba de las entrevistas; ahora dice que disfruta de algunas./ Ariel GrinbergAntes no disfrutaba de las entrevistas; ahora dice que disfruta de algunas./ Ariel Grinberg

      Si heredás la longevidad de tus padres, tus nietos no van a tener que mirarte en películas.

      Para escucharme hablar de corrido, sí, tendrán que mirar mis películas (ríe).

      ¿Qué sentís al verte en pantalla, por cuál película preferirías ser recordada?

      No disfruto mucho verme en la pantalla. Aunque, con el correr de los años, me volví más piadosa conmigo. Para verme, prefiero que pase mucho tiempo desde que la hice. Me provoca una ajenidad que me permite disfrutarla un poco más. Cuando de casualidad me veo en una vieja película, me pregunto quién es esa chica que se parece a mí. Fuera de lo que me representó hacerlas, hay películas que envejecen menos que otras, que son más atemporales, como las que hice con Lucrecia Martel. Pero siempre estoy entusiasmada con las que están por venir. Me gusta que impliquen un desafío, que me den miedo.

      "Del catolicisimo no me quedó nada. O eso intento; que no me quede nada"

      Vas a hacaer de Doña Tota, la madre de Maradona, en una serie. Suena a desafío. La verdad es que no te imagino haciendo ese papel.

      Yo tampoco me imagino. No entiendo por qué me llamaron (ríe). Es una gran producción de Amazon. Empezamos a grabarla el 15 de enero. Hago de Doña Tota desde que está embarazada del último hijo hasta que Diego es adolescente. De ahí en adelante, Norma Aleandro hace el papel de Doña Tota. Esta serie me va tener comprometida los primeros seis meses del año. En la primera mitad no voy a hacer tele ni cine.

      ¿Qué desafíos te quedan? ¿Seguir haciendo lo que venís haciendo? ¿O buscarás darle un giro a tu vida?

      El desafío actual es no dejar de motivarme con lo que hago. Pero todo va cambiando. Hace siete u ocho años fantaseaba con retirarme, con irme a vivir al campo, en contacto con la tierra; darle bola a esa parte mía que me hace muy feliz. Pero últimamente mi libido, mi deseo y mi ansiedad se alimentan muy bien en el trabajo. Pensé que lo normal era que, con el tiempo, eso fuera menguando. Pero no. Así que no sé qué puede pasar en el futuro. Una amiga dice: “Si querés hacer reír a Dios, contale tus planes”.

      De hecho, dijiste que estás disfrutando mucho de ir con las películas a festivales internacionales, algo que ya hiciste muchas veces.

      Es cierto. Pero una cambia. Por ejemplo, en una época pensaba: me pagan por ésto, por las entrevistas, porque todo lo demás me gusta. Lo había dicho Shirley McLaine y yo la había tomado como frase de cabecera. Y ahora descubrí que algunas entrevistas me aburren pero que otras me encantan: me hacen reflexionar, entrar en contacto con otras miradas; me resultan interesantes. Además, no soy de las que creen que no cambiar es una virtud. Me gusta seguir sintiendo dudas y temores ante nuevos desafíos como actriz. El miedo más grande es esa zona de confort en la que algunos se alojan creyendo que “llegaron”. ¿A qué, adónde? La vida no tiene un lugar de llegada. Lo que importa es el viaje.


      Sobre la firma

      Miguel Frías

      mfrias@clarin.com

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