La pareja argentina que entró al Guinness por sus tatuajes y piercings

Víctor (48) y Gabriela (46) Peralta se conocieron en un encuentro de motos y luego, por amigos en común, se volvieron a ver y se enamoraron.

Están juntos hace 21 años y comparten una misma pasión: los tatuajes y los piercings. La pareja de Sourdeaux mantiene, desde 2014, el récord Guinness de modificaciones corporales.

“De chico era muy feo, ahora estoy hermoso”, bromea él, quien tiene el 95% de su cuerpo con tinta, implantes subdérmicos, aritos, expansores de todo tipo y hasta la lengua bifurcada.

Ella no se queda atrás: tiene el 75% de su cuerpo intervenido y va por más. “En algún momento llegaré a completarme, no tengo apuro, prefiero que la vida me vaya llevando y hacerlo cuando tenga ganas y la oportunidad. Pero se hizo una costumbre que disfruto mucho”, dice.

Ambos, además, se inyectaron tinta en los ojos para colorear la parte blanca.

Aquellos adolescentes de 13 y 15 años que se estaban pintando la piel por primera vez, no se imaginaban que esto sería su estilo de vida.

“Lo único que tenía claro era que quería viajar, siempre me gustó la idea de conocer gente, culturas, otros idiomas... El mundo del tatuaje me cumplió el sueño y ya llevamos recorridos 16 países. Todavía queda mucho”, apunta Víctor, quien es tatuador y tiene su local en Capital.

Mientras, Gabriela cuida de la quinta y se entretiene cocinando y cuidando a los 35 animales que corren por el jardín y la casa.

“Tenemos gatos, perros, peces, conejos, gallinas y gallos, pollitos, tortugas y una burra que nos regaló un veterinario cuando nosotros buscábamos un caballo. Tenemos nuestro pequeño zoológico, amamos a los animales y cada vez son más”, cuenta.

La vida estilo rural les fascina. Hace dos años decidieron dejar su casa en el Oeste del Conurbano para mudarse al partido de Malvinas Argentinas.

“Acá tenemos más espacio y naturaleza alrededor. Llegar a casa es un alivio”, manifiesta Gabriela. Y su marido asiente: “Estar todo el día en Capital, con los autos, el ruido y los embotellamientos es terrible. Cuando llego a casa no escucho nada, sólo los bichitos y alguno de nuestros animales reclamando cariño. En casa me puedo desconectar”.

Otro de sus trabajos, y quizás el más espectacular, son los shows de suspensión corporal: se cuelgan de la piel mediante ganchos y quedan suspendidos en el aire.

“No me asusta, creo que me da más miedo cruzar la calle”, se divierte él. Gracias a sus presentaciones recorrieron países de Latinoamérica, Europa y Asia. “Este año fuimos en febrero a Francia, y después tenemos previsto visitar Ecuador y Perú”, anticipan.