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      El tatuador que después de Cromañón sobrevivió a la tragedia de Once

      Mariano Valentino tiene 30 años y vive en Morón. "La vida es un juego. Cada día hay que empezar de nuevo", dice.

      El tatuador que después de Cromañón sobrevivió a la tragedia de OnceMariano Valentino sobrevivió al incendio del boliche Cromañon y el accidente ferrocarril Sarmiento/ Germán Garcia Adrasti.

      Suerte. O lo que algunos llaman destino. Mariano Valentino (30) quizás tiene más que eso. Su vida cambió la noche del 2004, cuando milagrosamente pudo salir con heridas menores del incendio que se desató en el boliche Cromañón. Ocho años más tarde, un 22 de febrero, el tren en el que viajaba para ir a buscar trabajo no frenó en Once. Entre ambas tragedias, hubo que lamentar 248 víctimas fatales. 

      Mariano Valentino sobrevivió al incendio del boliche Cromañon y el accidente ferrocarril Sarmiento/ Germán Garcia Adrasti.Mariano Valentino sobrevivió al incendio del boliche Cromañon y el accidente ferrocarril Sarmiento/ Germán Garcia Adrasti.

      La noche del 30 de diciembre del 2004 Mariano tenía 18 años y llegó a República de Cromañón junto a su cuñado y un grupo de amigos. Tomaron el Sarmiento desde la estación de Morón y era la tercera vez que veía a Callejeros, pero jamás imaginó que la noche iba a terminar de la peor manera. "Llegamos cerca de las 22. Había muchísima gente afuera. Hacía mucho calor y recuerdo a mujeres con nenes. Cuando entramos nos dimos cuenta que no había agua. Las nueve ventanas estaban tapadas con ladrillos y el portón tenía un candado. No pude localizar ninguna salida de emergencia", memora Mariano entre sus grises recuerdos. 

      El 22 de febrero, Mariano viaja con su papá en el tren Sarmiento que no pudo frenar en Once. /Germán García Adrasti.El 22 de febrero, Mariano viaja con su papá en el tren Sarmiento que no pudo frenar en Once. /Germán García Adrasti.

      Valentino se había ubicado en el medio del público. La música empezó a sonar pero después del primer tema, todo fue oscuridad, gritos y humo. Mariano intentó dirigirse a la entrada, única puerta de escape, que estaba tapada de gente desesperada por respirar. Pudo arrastrar a su cuñado y empujarlo para que escapara, pero él no salió en seguida. Se cayó, tenía el pecho lastimado y sentía que su garganta se cerraba: "Dije 'hasta acá llegué'. Pero enseguida se me aparecieron recuerdos de mi vida, de mi familia y eso me dio fuerza para levantarme". Mariano pudo salir. Fue atendido por una ambulancia y cuando estuvo mejor, regresó a su casa.


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      "Estaba shockeado. Después de lo que pasó no quise saber nada. No encendía la tele ni quería hablar con nadie", dice Mariano. Y agrega dándose ánimo: "Lo único que pensaba es 'estoy vivo, listo. No puedo seguir viviendo pensando en ese día'".  

      Mariano vive con sus padres en su casa de Morón, es tatuador y técnico electrónico pero si bien hace algunos trabajos, aún no consigue dar con algo fijo. "Después de Cromañón terminé de estudiar e hice mi vida normal. Fui un par de veces a una terapia grupal pero luego logré salir solo", cuenta. 


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      La mañana del 22 de febrero de 2012, la vida de Mariano volvería a cambiar. "Tenía una entrevista de trabajo a las 11 de la mañana. Llegué a la estación con mi papá y le dije 'vamos al primer vagón', pero él quiso viajar en el tercero..." señala aún sorprendido por poder contarlo.

      Mariano quedó aplastado entre fierros y personas que se amontonaron sobre él. Esta vez la suerte hizo que estuviera cerca de una puerta, que junto a otro pasajero pudieron forzar y abrir. El joven y su papá fueron derivados a diferentes clínicas para chequear su estado de salud. "Me hicieron placas, me dijeron que estaba bien y me fui", cuenta. Pero cuando Mariano quiso volver, se desvaneció en el colectivo de regreso. "No me acuerdo de nada. Terminó el recorrido, el chofer me levantó y estaba en un descampado. Empecé a preguntar y estaba a kilómetros de Morón", relata asustado. 

      La caminata fue eterna. Sin dinero y con el cuerpo dolorido, Mariano recorrió calles y autopistas a pie sin teléfono ni documentos porque los había perdido en el accidente. "Un hombre me prestó dinero y después de varias horas encontré un colectivo que me dejó en casa. El accidente fue a las 8:30 y yo llegué a mi casa a la noche". 

      Hoy la vida de Mariano transcurre de manera normal. "Lo que pasó, pasó. Y si bien no entiendo todavía por qué me sucedió trato de salir adelante", declara a seis años de un día fatídico. "Lo único que creo es en mí. La vida es un juego. Todos los días hay que empezar de nuevo y superarse", cierra el sobreviviente a las dos tragedias más grandes de los últimos años.   


      Sobre la firma

      Milena Todarello