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      Gobierno: insinuó un cambio, pero sólo se endureció

      Redacción Clarín

      El rostro lívido de Néstor Kirchner en el subsuelo del Hotel Intercontinental era el de un hombre ante lo desconocido. Después de dos décadas acumulando victorias y poder, un novato acababa de tirarlo a la lona. Cristina ni apareció.


      A la mañana siguiente, en un video fantasmal, Néstor anunció su renuncia a la presidencial del PJ. Fue el último gesto público de debilidad que se permitió el matrimonio. Quienes se apuraron a darlos por acabados, se equivocaron.

      Por la tarde, la Presidenta ya argumentaba que el oficialismo seguía siendo la primera minoría a nivel nacional y se alegraba del rotundo triunfo K en … El Calafate. El rápido balance interno apuntó las causas en dos direcciones: una asistencia insuficiente a los sectores más vulnerables y un “relato mediático” considerado injusto en la cima del poder. Antídotos inmediatos: plan de cooperativas, extensión de las asignaciones por hijo, ley de Medios y refuerzo del aparato comunicacional oficial.


      La convocatoria a un diálogo político fue un amago de apertura. Enseguida, Cristina se replegó en los incondicionales. Se fueron Graciela Ocaña, Sergio Massa y Jorge Taiana: todo el poder a Aníbal Fernández.


      Kirchner decidió hacer como que aquel 28 de junio no hubiese ocurrido jamás. Nunca abandonó las tribunas. Recargó su verba contra la oposición y centró sus ataques en este diario. Tal es su negación, que ni siquiera ocupa la banca que obtuvo ese día. La campaña permanente es su razón de ser. Con la mira puesta en las elecciones de 2011. Donde se juega todo.


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