Adopción y “noche mágica”: la pareja que transformó la Navidad del hogar donde vivía su hijo

Desde hace poco más de un año cada fecha especial se celebra con más amor, emoción y entusiasmo en esta familia de tres. Pero Andrea, Leandro y “el hijo” (tal como se lo conoce en Twitter) no sólo se centran en sus propios festejos, sino que también se ocupan de hacer más felices los de quienes quedaron en el hogar, aquellos chicos y chicas que compartían los días con este niño antes de la adopción.

“Todos merecemos que alguien nos mire y nos cuide”, dijo Andrea a Clarín. Bajo esa premisa y con la convicción de que es posible hacer algo por un otro esta vez logró que cada uno de los niños y niñas que siguen en la institución recibieran exactamente el regalo que pidieron para Navidad.

“Seamos ayudantes de Papá Noel y hagamos que tengan una noche mágica”, escribió en Twitter. La respuesta fue absolutamente superadora.

Los usuarios hicieron su aporte y como resultado no sólo se consiguió el obsequio deseado sino también ropa, un par de zapatillas para cada uno, trajes de baño, juguetes extra para compartir, una comida especial en Nochebuena y hasta una importante donación de protectores solares y repelentes para la temporada de colonia.

Ellos, que estrenaron título de madre y padre el año pasado, recuerdan que “el hijo” trajo consigo sólo “tres o cuatro cositas”. “Es muy importante tener algo propio, algo pensado para vos. Se armó una movida enorme. Ahora cada uno tiene su par de zapatillas nuevas y lo que eligió en la cartita.

"Están todos fascinados: los más grandes porque pensaron en ellos y los más chiquitos porque mantienen la ilusión”, aseguró ella.

El camino hacia “el hijo”

“Yo tengo una enfermedad visual que es degenerativa y los médicos ya me habían avisado que si quedaba embarazada podía sufrir la pérdida total o una disminución importante de la vista”, relató Andrea. Ante ese riesgo, automáticamente su decisión fue no cursar un embarazo.

Del otro lado estaba su pareja, quien coincidió en que “la prioridad absoluta era que ella no se arriesgue en nada”. “En ese momento la única claridad era esa. Más adelante íbamos a encontrar qué modelo de familia terminábamos armando”, rememoró Leandro.

Ese modelo que por aquellos años no estaba tan claro terminó siendo la adopción, un proceso que, según afirmaron ambos, vivieron sin presiones.

“El hijo” interrumpe la charla varias veces, quizás sin saber que su mamá y su papá no hacen más que hablar de él y de evocar momentos clave de sus vidas juntos. Con la promesa de que pronto volverán con él, sigue jugando en alguno de los espacios de la casa que hoy lo abriga.

Cuando Andrea recuerda los últimos años, desde el momento en que decidieron adoptar hasta hoy, la emoción le brota en cada una de sus expresiones: un poco más risueña o con lágrimas contenidas puede evocar el sendero que trazaron hasta aquí. “A mí la maternidad se me dio de un modo diferente, pero recontra linda. Fue más burocrática, pero presenté unos papeles, intercambié unos llamados y tuve un hijo”.

Ella tiene 36 años y él, 37. Al principio creyeron que el proceso sería mucho más dificultoso, un proyecto a largo plazo. “Nosotros pensábamos 'esto nos va a llegar para los 40, dentro de algunos años'. Pero en 2019 hicimos el curso del RUAGA (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) y en mayo de 2020 empezamos con los llamados”, señaló Leandro.

Las instancias a las que el hoy flamante padre hace referencia son los Encuentros Informativos Obligatorios (EIO) sobre Adopción a los que de forma obligatoria tienen que asistir los postulantes en la Ciudad de Buenos Aires. Son tres jornadas en las cuales se abordan los aspectos legales, sociales y psicológicos de los procesos de adopción.

“Cuando llegamos terminamos de entender que había un montón de nenes necesitando familias, y no pasaba por nuestro tiempo, sino por darles la posibilidad a ellos, que todavía son re chiquitos y tienen toda la vida por delante”, amplió.

Entonces se anotaron con disponibilidad para ahijar a niños y niñas de hasta seis años con opción a dos más, y con voluntad a ser convocados para chicos con algún problema de salud.

En este marco, ambos coincidieron en la importancia de destacar la agilidad de los tiempos cuando la disponibilidad adoptiva es más amplia entre los aspirantes.

Primeras veces

Probablemente la mayoría de nosotros no recuerde cuándo fue la primera vez que pudo elegir un sabor de helado. Eso que muchos quizás jamás nos detuvimos a pensar formará parte de los recuerdos importantes de la infancia de “el hijo”, quien pudo debutar en esta suerte de referéndum gastronómico entre los cinco y los seis años de la mano de su madre y su padre.

“Él está teniendo un montón de primeras veces con nosotros. No lo conocemos de bebé, no vimos sus primeros pasos ni sus primeras palabras, pero del otro lado tenemos la evolución que hizo con las herramientas que le dimos”, afirmó Andrea.

Estas dos caras de la moneda de las que la mujer habla quedaron en evidencia días atrás, cuando el niño terminó las clases.

“Hace poco egresó del jardín y veíamos cómo todo el mundo ponía las fotos desde la sala de dos años. Yo a él no lo conocía a esa edad. Fue durísimo. Pero esa misma noche se le cayó su primer diente. Fue re simbólico, como decir 'estamos construyendo nuestros propios recuerdos', un 'no pudimos estar ahí, pero estamos ahora'”, comentó esta mamá, intentando que las palabras fluyan ante tanta carga emotiva.

“Hacer la diferencia”

La convocatoria que esta familia hizo para Navidad no fue la única. Ya lo habían hecho para crear una ludoteca también para los regalos del Día de Reyes en el hogar donde “el hijo” vivió por varios años. Al mismo tiempo, colaboran con un merendero. Y es que después de la llegada del niño a sus vidas todo parece verse desde otra óptica.

En palabras de Andrea: “Hay un montón de niñes que están esperando una familia, alguien que los cuide. Desean mucho que alguien los mire. Hay pocas cosas más difíciles que ser invisible”.

Cuando los derechos vulnerados de las infancias tienen un rostro, un nombre y una historia hay quienes, como ella, salen a poner el cuerpo. “Siempre tuvimos conciencia de clase, pero ahora ese niñe que está pidiendo bajo el rayo del sol o en la lluvia puede ser mi hijo o un amigo suyo. Y de ahora en más lo voy a ver siempre así. Hoy ese niño que tiene su tablet, que tiene sus amigos, que tiene abuelos, que tiene un montón de gente velando por él en algún momento estuvo en situación de calle”.

“No los podés salvar a todos, y eso es tremendo. Pero uno tiene que tratar de ayudar de algún modo para hacer la diferencia”, concluyó.

Quienes deseen colaborar con el hogar y el merendero mencionados en esta nota puden comunicarse con Andrea a través de su cuenta de Twitter: @CasifuiRaul.