Clarín en Armenia. Genocidio armenio: un aniversario marcado por el fantasma de una nueva escalada en Nagorno Karabaj

Este lunes, Ereván estuvo en silencio. Tanto en Armenia como en la República de Nagorno-Karabaj, cada 24 de abril es feriado. Es la fecha en la que se recuerda al millón y medio de víctimas de un genocidio del que ya pasaron 108 años. En este ejercicio de memoria colectivo, miles de armenios se congregaron a los pies del Monumento Tsitsernakaberd, en su capital, para conmemorar a sus muertos y para seguir reclamando que todo el mundo reconozca como genocidio lo sucedido con su pueblo.

Decenas de miles caminaron en procesión hacia una colina, al oeste del río Hrazdan, donde está el monumento pétreo que recuerda a las víctimas.

A un costado, una suerte de gran flecha de más de 40 metros custodia doce losas de basalto que simbolizan las provincias que Armenia denuncia haber perdido en manos turcas. En el centro, la llama eterna encendida por esta memoria ritual quedó tapada por una muralla de miles de flores rojas, blancas y violetas.

El "genocidio olvidado"

El “genocidio olvidado”, que le dio alas a Hitler para bañar de sangre la historia, tuvo tres etapas. La primera comenzó entre el 23 y 24 de abril de 1915 cuando el gobierno de los Jóvenes Turcos ordenó el arresto, deportación y asesinato de miles de intelectuales, eclesiásticos, escritores, políticos, artistas, docentes y médicos que habitaban el actual territorio de Turquía.

Primero había que terminar con las ideas. Luego fueron por los hombres de origen armenio y más tarde por las mujeres, los niños y los ancianos. Fueron pocos los que sobrevivieron a las masacres, las torturas y la muerte lenta del éxodo forzoso. Si la naturaleza humana es trágica, hace más de un siglo, los antepasados de este pueblo vivieron la suma de todas las tragedias.

Presencia argentina

Argentina, donde viven unos 135 mil armenios, tuvo su representación oficial en los actos de Ereván. En lo que ya es una tradición, el embajador argentino en Armenia, Mariano Vergara, dejó temprano por la mañana un arreglo floral en el ingreso del memorial.

Ya en la residencia oficial, y en conversación con Clarín, reflexionó sobre la importancia de mantener la memoria viva en lo que es la “fecha más importante del año” para los armenios, pero también alertó sobre el momento “muy difícil” que está atravesando este país del Cáucaso sur ante el conflicto sin resolución con Azerbaiyán por la región de Nagorno Karabaj.

“Desde el 2020 para acá Armenia es un país que sigue viviendo en estado latente de guerra, que no ha terminado, y eso se siente. El drama que fue para el pueblo armenio la derrota en la guerra de 2020 se sigue sintiendo día a día en los familiares de los caídos, en los empleados de la Embajada, en la gente que ha perdido un familiar en esta guerra. Es una situación de hondo pesar que perdura y que se va agravando a medida que este conflicto no se soluciona. El pueblo armenio lo sufre y en una fecha como esta, con más razón todavía. Es una fecha de gran congoja”, sintetizó.

Armenia es un país que quedó reducido a una superficie similar a la de la provincia de Misiones, sin salida al mar y habitado por unas tres millones de personas. Este 24 de abril, más de un tercio de la población se acercó a los pies del monumento, en silencio, con sus banderas de Armenia y una flor en la mano.

Ani vive y trabaja en Ereván. Este lunes fue hasta Tsitsernakaberd con su clavel blanco y una preocupación constante a cuestas. Parte de sus tíos, primos y la casa de sus abuelos están en Nagorno. Cuenta que sus familiares ya no pueden salir ni entrar libremente del territorio, las porciones de comida son cada vez más reducidas y el acceso a la atención médica es alarmante.

En este día de conmemoraciones, el Ministerio de Exteriores de Armenia también alertó en un comunicado oficial que "lamentablemente, hoy, al igual que hace un siglo, el peligro de la política genocida se hace notar en distintas partes del mundo y los armenios de Nagorno Karabaj enfrentan la amenaza de genocidio y limpieza étnica".

Armenia y Azerbaiyán se enfrentaron en una breve guerra en 2020 por el control del enclave de Nagorno Karabaj. El conflicto terminó con una derrota militar armenia y un acuerdo de alto el fuego, con Rusia como mediador. Sin embargo, las hostilidades nunca terminaron.

La diáspora argentina, presente 

Además de la representación oficial, este país cuenta en cada aniversario con la presencia omnipresente de la diáspora armenia en Argentina.

Desde Buenos Aires, Rubén Mozian, hijo de esa gran migración y víctima de un genocidio que mató a sus ocho bisabuelos, valoró que “independientemente de la orientación política de personas y grupos sociales, el pasado se ha transmitido exitosamente a las nuevas generaciones, que siguen elevando su voz por la justicia y la reparación”, como este lunes, a un océano de distancia.

Mozian advirtió que “la armenidad de todo el mundo sigue con mucha preocupación" el desarrollo de los acontecimientos en Nagorno.

"Los ataques intimidatorios indiscriminados de las fuerzas armadas de Azerbaiyán contra la población civil demuestran la triste realidad de un Estado que no repara en límites estrictamente humanitarios para conseguir sus objetivos”, consideró.

La conexión entre los países es tan fuerte que parte del corredor de Lachín, el paso de montaña que conecta a Armenia con Nagorno-Karabaj y que actualmente se encuentra bloqueado, fue parcialmente asfaltado por dinero recaudado a partir de la solidaridad de la diáspora armenia en Argentina.

Los jóvenes al frente de la memoria

La llama de los actos de este 24 comenzó a encenderse el domingo con la tradicional marcha de antorchas que encabezaron miles de chicos y chicas. Muchos de ellos con uniformes de colegio o de Scout; algunos en pequeños grupitos de amigos y otros tantos solos.

La movilización arrancó con un acto en la imponente Plaza de la República. Desde un escenario ubicado en el centro de esa gran plaza seca se sucedieron discursos de distintas federaciones políticas y pasadas las 20.30, como un rompehielos de la oscuridad, los jóvenes levantaron sus antorchas y caminaron tres kilómetros hasta el memorial de los muertos por el genocidio armenio.

Durante su paso, la multitud iluminó el centro de Ereván, dominado por construcciones grises y ocre oscuro. Mientras, algunos curiosos sacaban rápido sus celulares para retratar una postal con destino de redes sociales, y otros tantos acompañaban la procesión en silencio.

Davit y Arpi tienen 16 años y son compañeros de colegio. Llegaron juntos al memorial para dejar sus flores. En sus cuellos llevaban colgadas dos cámaras de fotos. “Cuando estás acá no podés ver las verdaderas caras del dolor, pero una vez que volvemos a casa y vemos las fotos nos damos cuenta de la herida que dejó el genocidio”, remarcó la chica.

Entre la multitud que se movilizó el lunes está Gagik, un padre joven que busca trasmitirle a su hijo la importancia de seguir haciendo memoria por los muertos en el genocidio. Sabe que nada queda más grabado en la mente que las historias contadas durante la infancia. Por eso, este 24 alzó a su hijo a upa y dejó que depositara la flor en el memorial con sus pequeñas manitas.

Ereván, Armenia. Enviada especial

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