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      M: museos por Adriana Rosenberg

      • Este artículo forma parte de la edición 20 aniversario de revista Ñ "Alfabeto del presente".
      • La directora de Fundación Proa, un centro cultural sin acervo propio que redefinió la ribera sur de la ciudad, se pregunta por los desafíos actuales de los museos.
      • Tan centrales en el ocio de los urbanistas como blanco del escarnio público por sus contradicciones e inercias imperiales.

      Dos hombres se fotografían en la instalación del artista turcoamericano Refik Anadol titulada "Machine Hallucination Space: Metaverse Lot 1" expuesta en la Feria de Arte Digital que se celebra, este martes, en Hong Kong, China. EFE/ Jerome Favre

      MUSEOS: En su saga evolutiva, atravesaron distintos paradigmas teóricos: desde su origen como depósitos o custodios del pasado y la memoria colectiva destinados a una élite, llegaron a erigirse mucho más tarde en grandes maquinarias de la industria turística. Sobrellevaron la reciente experiencia remota y el desembarco en las redes sociales. Sin embargo, en el siglo XXI, el papel de los museos sigue en discusión.

      Esta fotografía tomada el 9 de junio de 2022 muestra " Machine Hallucinations. Reve de nature " del artista multimedia, director y pionero turco en la estética de la inteligencia de las máquinas Refik Anadol en el museo Pompidou-Metz, en Metz, noreste de Francia, desde el 11 de junio de 2022 hasta el 29 de agosto de 2022. (Foto de JEAN-CHRISTOPHE VERHAEGEN / AFP)Esta fotografía tomada el 9 de junio de 2022 muestra " Machine Hallucinations. Reve de nature " del artista multimedia, director y pionero turco en la estética de la inteligencia de las máquinas Refik Anadol en el museo Pompidou-Metz, en Metz, noreste de Francia, desde el 11 de junio de 2022 hasta el 29 de agosto de 2022. (Foto de JEAN-CHRISTOPHE VERHAEGEN / AFP)

      Polifónicos, democráticos e inclusivos, y comprometidos con el desarrollo social y el pensamiento crítico... Pero, ¿qué esperar de ellos ahora que entendimos que lo único permanente es el cambio? En un mundo cada vez más volátil y acelerado por las crisis sociales, económicas y políticas, sin duda, uno de los mayores retos que hoy enfrentan los museos es la representación de la contemporaneidad.

      Con más o menos recursos materiales, las instituciones se esfuerzan por actualizar sus propuestas para acercarse al visitante a través de lenguajes contemporáneos, como el uso del QR y las audioguías, dos herramientas del presente que permiten dialogar con el pasado.

      Sin embargo, si pensamos que actualmente se considera al museo también un espacio de debate y reflexión, y que el arte propone nuevos puntos de vista para abordar el tiempo que nos toca vivir, es ahí donde los proyectos encuentran serios impedimentos. Nada como partir de la definición original - del latín contemporaneus, o lo que coincide en el tiempo - para comprender la responsabilidad que les cabe a la cultura y, en este caso, a los museos: ese ‘coincidir en el tiempo’ es hoy la meta más difícil de alcanzar.

      Las normativas, reglamentos y las interminables negociaciones previas a la organización de cada muestra, poder luego ‘itinerarlas’ etc., son instancias que tarde o temprano terminan enfrentándose con una enorme burocracia, haciendo que inevitablemente el calendario expositivo quede atrasado, fuera de la coyuntura.

      Durante ese proceso, es posible que los ideales ya no tengan interés en el presente. Por ejemplo, las grandes muestras internacionales -lo que llamamos “blockbusters”- tardan alrededor de cinco años en armarse. Hay que sincronizar agendas, conseguir la financiación, etc.

      ¿Se puede planificar con semejante anticipación? ¿Cómo hacer para que la guerra, la desocupación, el analfabetismo, el hambre y el cambio climático, por ejemplo, tengan espacio en el museo de la ‘contemporaneidad’? En otras palabras, ¿cómo podrían converger el suceso, el tiempo y la reflexión? Al no poder, invariablemente el museo queda atrapado en su función original, la de exhibir la historia.

      La historia como colección

      Uno de los fenómenos más interesantes de las últimas décadas es la Noche de los Museos, una cita multitudinaria en la que el público visita las colecciones particulares de muchos espacios alternativos menos conocidos pero que dan cuenta de la diversidad de objetos, experiencias y disciplinas que abarca el museo. Un archivo, ya sea de partituras, ropa, filatelia, arquitectura, da otra dimensión a la historia, y eso también obliga a reflexionar y ampliar el concepto de museo.

      Un hombre frente a la escultura de datos "Artificial Realities: Coral" del artista de origen turco Refik Anadol mostrada en una pantalla gigante en el Centro de Congresos de Davos, sede del Foro Económico Mundial (FEM) 2023, en la estación alpina de Davos, Suiza, 15 de enero de 2023. REUTERS/Arnd Wiegmann TPX Un hombre frente a la escultura de datos "Artificial Realities: Coral" del artista de origen turco Refik Anadol mostrada en una pantalla gigante en el Centro de Congresos de Davos, sede del Foro Económico Mundial (FEM) 2023, en la estación alpina de Davos, Suiza, 15 de enero de 2023. REUTERS/Arnd Wiegmann TPX

      Es desde estas nuevas acepciones que las instituciones o espacios culturales conforman su historia y documentación, que podríamos pensar en llamar una “colección”.

      Actualmente, al momento de presentar una muestra no se puede prescindir de la documentación que registra y da pruebas de los hitos relevantes tanto históricos como biográficos del artista, porque la obra, como su autor, está inmersa en un contexto. Las nuevas propuestas curatoriales incluyen la fotografía de época, las cartas, los documentos propios del archivo, el cine, los diarios, con el objetivo de contextualizar y enriquecer los conocimientos del espectador.

      Esta convivencia de múltiples disciplinas se consolida por la enorme validez de los archivos. Un archivo custodia documentos, y éstos, a diferencia de las obras, son lo que son: testimonio de una vida, de un momento, de una opinión. Desde hace varios años los museos empezaron a poner a disposición del público, de forma virtual, tanto la historia de la institución como la relación de los artistas en las negociaciones y tratativas con los curadores y directivos.

      Tal es la importancia que hoy se les da a estos archivos, que el MoMA puso a disposición obras de su acervo por un valor de 70 millones de dólares para financiar la digitalización del Museo, su historia y documentos. Con esta decisión se propone generar un mundo virtual de acceso a universidades, investigaciones y nuevas formas de abordar la creación artística.

      Otro ejemplo del valor del archivo se vio en estos días, en la recién inaugurada Bienal de San Pablo, en la que los curadores presentaron el Archivo de la Memoria Trans como obra, formando parte del discurso curatorial.

      De esta manera las instituciones y museos están generando una nueva instancia, en la que no solo la presencialidad forma parte de sus objetivos, sino también la necesidad de dar cuenta de su propia historia, agilizando la comunicación y abriendo nuevas formas de acceso al arte contemporáneo.

      Hoy no se puede pensar un museo sin abordar el concepto de colección solo desde su patrimonio, sino también desde su propia historia.


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